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Nosotros ya no somos los mismos

A Barrales le damos un voto de admiración, pero ninguno de confianza

¿El PRD se equivocó de candidata?

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El aspirante del Partido Revolucionario Institucional a la jefatura de Gobierno de Ciudad de México, Mikel Arriola, el miércoles pasado en la estación Tasqueña de MetroFoto Carlos Ramos Mamahua
I

niciemos la columneta con un segundo capítulo sobre el dúo dinámico al que, para simplificar denominaremos: A, B y C, o lo que es lo mismo: Alejandra Barrales y Claudia Sheinbaum.

Una amiga a quien le gustó el jueguito que planteé hace unas semanas, consistente en identificar a los amigos comunes o personajes de conocimiento y fama pública, mediante la enumeración progresiva de sus cualidades y defectos, ya fuera oralmente o por medio de fichitas en las que brevemente los participantes escribían características de los sudes (sujetos desconocidos, en el argot policiaco gringo), para ir conformando, con la suma de esos datos proporcionados colectivamente, el perfil de alguien que respondía a la muy subjetiva imagen que cada quien tenía de cada cual. El resultado de una pronta y acertada identificación dependía, obviamente, de la capacidad de cada uno de los autores de los retratos hablados, para realizar una descripción lo más cercana posible, si no a la realidad, sí a la imagen que el sude, durante su vida, se había empeñado en proyectar.

El jueguito es ameno, divertido pero, demasiado revelador y, por lo mismo, considerado deporte extremo. Confieso que más de una vez es causa de desencuentros (sobre todo si el sude está presente).

Al día siguiente a mi amiga se le ocurrió una variante de esta ocurrencia: proporciónanos –me dijo– algunos datos de dos mujeres sobre las que ya anteriormente has hecho comentarios: Natalia Ivánnova Sedova y Nedezhda Konstantinovna Krúpskaya, para que de aquí al primero de julio entre todos los compas etiquetemos al dúo femenino que se disputa la bandera de la izquierda en la ciudad y el mero día discutamos el tema y sobrellevemos tantas horas de nerviolina.

Aunque ciertamente tengo al­gunas notas sobre esas excepcionales mujeres (¿rusas, soviéticas?), prefiero intentar ampliar la información recabada sobre nuestras yaocíhuatl (para los que no fueron a Atlanta a aprender a querer a México: mujer guerrera, en náhuatl).

Como el abecedario, la columneta comienza, como debe ser, con las primeras letras A y B (Alejandra Barrales). Ya dimos algunos pincelazos de sus orígenes. Demos ahora un salto a cuando era ya el embrión, la semillita. Cuando daba sus pasos iniciales por la escalera ideal: la que sólo tiene escalones (para escalar y no descendones). Remontémonos a 1988, fecha en que se inicia como sobrecargo en la Compañía Mexicana de Aviación. En tan poco tiempo aprendió a volar y de tal manera, que los jóvenes Neil Armstrong, Edwin Aldrin y Michael Collins (tripulantes del Apolo 11), estupefactos, no pudieron sino permanecer con el rostro dentro de sus escafandras para que el rubor no exhibiera su asombro. Igual pasó a muy antiguos militantes, que venían de partidos históricos de la izquierda y de otros que, en los nuevos tiempos izaban las viejas banderas. Habían luchado en las barricadas, en los sindicatos y las aulas. Habían pagado su cuota de persecución y mazmorra, pero, reconozcámoslo: ¿qué tenían que ver estos méritos con los orgullosamente demostrados por AB en la Revista H para caballeros? AB ha barrido a militantes que pueden ser orgullo de cualquier partido (un solo ejemplo: Pablo Gómez), cuando la enfrentan en elecciones para la dirección partidaria, o los cargos de representación popular, simplemente los arrasa.

Para que las brujas de Salem, las del Mago de Oz o las de Cri-Cri no comiencen con las ridículas descalificaciones que son su costumbre, adelanto: en mi archivo está la edición de la mencionada Revista H y en estos días que, evidentemente se ha vuelto a poner de moda, la presto a los amigos de fiar y todos le damos un voto de admiración, pero ninguno de confianza.

El despegue del vuelo de AB se dio en muchos espacios; laboral, por ejemplo. Aburrida de hacer representaciones de mímica educativa y enseñar a los pasajeros de cada vuelo dónde estaban las salidas de emergencia, las mascarillas, los sanitarios, optó por participar en la actividad gremial y, en meses, era ya la yo mera del sindicato nacional de la empresa.

En el rubro emocional se comenta que un buen amigo la relacionó con otro sobrecargo, un compañero que en ese momento llenaba sus expectativas, Julio César Nicholson. Tan así fue que, apenas a cuatro meses de conocencia, se juramentaron amor eterno y, lo que sea de cada quien, casi lo cumplen: 17 años juntos. ¡Vaya récord para los tiempos que corren! Pero no era de extrañar si AB siempre fue solidaria y cariñosa, prueba irrefutable fue la aeronave Piper P-A, con matrícula XB-IYV, que le obsequió a su cónyuge, a quien comedida y responsable le pagó también su curso de piloto, pues de los aviones el único conocimiento que tenía don Julio César era lo que sucedía dentro del galley (el pequeño espacio donde el personal de a bordo prepara comidas y bebidas).

Alguna vez que al respecto de esta valiosa adquisición fue interrogada AB, afirmó que el grueso del costo de la nave se había cubierto con la indemnización que Mexicana de Aviación le había pagado a su marido. Afortunado el señor Nicholson, pues en los pasillos del aeropuerto pululan infinidad de ex trabajadores que no han logrado, en años, que se respeten sus derechos laborales. Pero, además, qué mentís para quienes tanto han criticado la pensión que a muy temprana edad consiguió don Ángel Gurría por su acelerado paso por las instituciones financieras del país.

Pues pese a todos estos datos de cielo despejado (el que más gusta a AB, des-pejado) y ninguna amenaza de turbulencia, el vuelo en el avioncito que fue llamado por estas publicaciones prohibidas para diabéticos, las que derraman la miel de la cursilería a borbotones: el avioncito del amor, sufrió un accidentado aterrizaje y terminó por separarse: ¿Quién mantuvo las alas, el timón, los alerones y el tren de aterrizaje? ¿Quién el galley, el galley completo, todo el galley?

La autonomía de vuelo de AB se acrecentó. La política –en las ligas mayores– le abrió sus puertas. La afiliación, o simple simpatía de una organización tan pequeña pero tan vistosa como el sindicato de sobrecargos era un atractivo pasaporte. AB, con buen tino, prefirió ser cabeza de ratón que cola de león y escogió jugársela con el PRD y no con el PRI. (Su decisión fue tan acertada que en el PRD ha conseguido ser los dos extremos.) ¿Esta elección se basó en sus lecturas, su participación en grupos de estudio o discusiones en su célula? Por cierto: ¿todavía existen? No, por supuesto que no. A la izquierda llegas por muy pocos caminitos: la familia, la jodencia, los libros o la concupiscencia.

AB campechaneó sus orígenes, sus innegables atractivos y sus ambiciones desmedidas para convertirse en el modelo de una depurada social and political climber y terminó consagrándose en la bella Esmeralda, la reina indiscutible de la corte de los milagros (en la que ha campeado, desde hace años, la peor ralea de los políticos mexicanos).

Para no escatimar nada del currículo de AB, anotemos que ha sido senadora y, ¡quién lo creyera!, secretaria de Educación en el gobierno capitalino. Veamos sus méritos académicos para que su nombramiento sea mínimamente legítimo: según lo que ella publica en la red, estos son sus estudios: en el Instituto Autónomo de México –¿ITAM?– (1996-97), Claustro de la Universidad Sor Juana Inés de la Cruz (1997) y Universidad Mexicana Unimex (2005-07).

¿Estudios sobre qué? ¿Con quiénes? ¿Qué acreditación, resultados, documentos? ¿Dos años por cada grado académico?

Luego, secretaria de Turismo en Michoacán, con el gobernador Lázaro Cárdenas. ¿Conocía Michoacán antes de su muy, muy, justificable nombramiento? ¿No había en todo Michoacán un maestro, un funcionario, un empresario del ramo como para que fuera necesaria la importación de una experta en esta vital actividad económica y cultural?

Al final, un dato que me acaban de comunicar: en 2008, diputados panistas denunciaron que AB, tenía a su esposo como asesor en la vital comisión de archivos de la Asamblea Legislativa, con un sueldo de 60 mil pesos mensuales. A estos panistas nadie los entiende: primero insisten en que la unión matrimonial es para siempre y luego reclaman cuando uno de los cónyuges hace lo humanamente posible por acatar ese compromiso.

Informa Rocío González Alvarado que Mikel declaró: Inconcebible que una persona tenga una casa de 40 millones, un departamento de un millón de dólares en Miami, otro en Acapulco de 18 millones y otros inmuebles que no declaró. El PRD se equivocó de candidata.

Mikel tendrá razón si AB no transparenta y demuestra la falsedad de todos estos comentarios. La columneta, por obligación pero con gusto, lo hará a la primera instancia.

Twitter: @ortiztejeda