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México SA

CCE: barones exigen cercanía

Cuantioso empleo… precario

Para los más, bienestar prófugo

L

a cabeza visible del empresariado cupular, Juan Pablo Castañón, presidente del Consejo Coordinador Empresarial (CCE), reclama que sin gobiernos cercanos al sector que representa estaremos dando un paso atrás en la modernidad y regresaríamos a escenarios que ya superamos. Tal cercanía es necesaria, dice, porque sólo con empleo se combate la pobreza.

Bien, pero quién sabe qué reclama Castañón, porque nunca como en las cinco pasadas administraciones públicas (en las de Fox, Calderón y Peña Nieto de forma por demás descarada) los barones han contado, abiertamente, con la cercanía gubernamental. De hecho, durante su estancia en Los Pinos, el mariguanero del cambio presumía que la democracia a la mexicana era de, para y por los empresarios (marca Forbes, desde luego).

Con ellos en la residencia oficial, los barones recibieron y reciben todo tipo de cortesías, facilidades y apoyos, pero la tesis de Juan Pablo Castañón nunca ha rozado la realidad, pues el número de pobres no ha dejado de crecer a paso veloz, los empleos formales son cada día más precarios y la informalidad es progresiva, por mucho que la modernidad domina el escenario nacional y la cercanía gubernamental con el gran capital está a punto de turrón.

Tal cercanía –marca apartheid– ha fomentado fortunas de ensueño para unos cuantos, a grado tal que las correspondientes a 17 hombres de negocios marca Forbes representan 12 por ciento del producto interno bruto (PIB), aunque la mitad de esa proporción la acapara un solo empresario, Carlos Slim. Así, hasta ahora la mayoría del empleo generado sólo ha estimulado la pobreza y, de paso, el crecimiento de tales fortunas.

En el balance, el Instituto para el Desa- rrollo Industrial y el Crecimiento Económico (Estabilidad sin crecimiento, del que se toman los siguientes pasajes) aporta elementos para entender de qué se trata: No puede existir conformidad con los resultados económicos cuando 57 por ciento del empleo se encuentra en la informalidad laboral, una situación que no ha variado significativamente en los pasados 12 años, desde que se tienen estadísticas de esta variable. El contexto laboral es el reflejo de la situación de un sector privado con una estructura fragmentada.

Lo anterior, porque sólo 0.2 por ciento de las empresas son catalogadas como grandes (más de 251 empleados) generan 64 por ciento de la producción bruta. El 95.4 por ciento que corresponden a los micro establecimientos (menos de 10 personas ocupadas) apenas alcanzan a aportar 9.8 por ciento de la misma.

Generar menos riqueza también tiene de fondo una mayor inequidad; si no crece la economía, ¿cómo incrementar el ingreso de los trabajadores y con ello mejorar el entorno social? Las grandes empresas emplean a 29 por ciento del personal ocupado, con lo cual generan 58.7 por ciento de las remuneraciones, mientras las micro mantienen 40 por ciento de la ocupación del país, pero sólo 10 por ciento de las remuneraciones. Este hecho revela la realidad de la estructura productiva, pero también el espejo que implica para la sociedad mexicana.

Es por ello que aun cuando la tasa de desocupación refleja una situación de mejora en términos de generación de empleo, este resultado positivo no necesariamente se traduce en mejores condiciones para los trabajadores: la creación de ocupación se ha dado a costa de la destrucción de fuentes con altos ingresos, lo que explica por qué aun con bajos niveles de crecimiento la ocupación continúa creciendo.

El pleno empleo se traduce en la utilización de todos los factores productivos al tope de su capacidad sin llegar a sobre explotarlos. En el caso del trabajo, ello se traduce en que las personas contarán con una fuente de ingreso generada por la ocupación que desempeñan lo cual les permitirá elevar su consumo. En principio, ello puede propiciar una presión en el sistema de precios, es decir inflación. La única forma de que ello no ocurra es porque la productividad permite elevar salarios y satisfacer los requerimientos de consumo de la población, al mismo tiempo que se producen bienes y servicios de manera rentable, sin incrementos insostenibles de precios.

Las naciones asiáticas representan el mejor ejemplo de cómo ello es posible. Entre 1980 y 2010, China logró un aumento sostenido de las remuneraciones en su mercado laboral, al mismo tiempo que su PIB creció 10 por ciento como promedio anual, a pesar de que el precio de los energéticos se elevó sustancialmente entre 2000 y 2010.

Siendo un importador de petróleo, carbón, gas y otros insumos energéticos, China sufrió la presión de un mayor costo de dichos insumos; sin embargo, el avance en productividad laboral y la total de los factores le permitió asimilar el choque de precios en insumos energéticos. Una razón similar permite entender por qué fue capaz de evitar que el aumento en el costo de alimentos y otras mercancías importadas se trasladara a su mercado interno. El equilibrio interno sólo puede lograrse mediante mayor productividad.

El gran error de México fue mantener un control inflacionario únicamente en función del control de los salarios, la intervención en el tipo de cambio y el control de las variables monetarias que realiza el Banco de México. La productividad fue un tema olvidado, porque ello requiere una política económica activa en materia de industria y crecimiento económico.

Aun desde la perspectiva del Fondo Monetario Internacional, México no goza de una estabilidad macroeconómica fundamentada en productividad. Ha debido precarizar los salarios para controlar la inflación y recurrir a las remesas para presentar saldos de cuenta corriente aparentemente manejables. El sacrificio de los fundamentos de la productividad, en aras de lograr la estabilidad contable de la macroeconomía, ha tenido un profundo impacto negativo en todos los sectores productivos.

El resultado de la distorsión no podría ser otro: después de la crisis de los años 80, y a pesar de la apertura y liberalización económica instrumentada, México sólo alcanza a promediar un incremento anual de su PIB de 2.5 por ciento (contra 6 por ciento anual antes de la modernidad), la mitad de lo que se requiere para crear condiciones de bienestar que permitan mantener la estabilidad social en un país de 123 millones de habitantes.

Las rebanadas del pastel

¿Y en ese periodo qué ha sido más que notorio? La cercanía reclamada por la cabeza visible del CCE.

Twitter: @cafevega