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Mujer de gran talento
E

n 1215, quien habría de convertirse en Santo Domingo de Guzmán fundó en España la Orden de Predicadores, conocida como dominicos. Su intención era remediar los males que causaba la ignorancia en la sociedad. A lo largo de los siglos, sus miembros se han distinguido por ser grandes predicadores, cultos y bien preparados. Estos atributos no han sido exclusivos de los varones, la rama femenina también ha tenido casos ejemplares. Una de ellas fue Santa Catalina de Siena, que hoy festeja su día.

Nació en 1347 en Siena, Italia, ingresó muy joven a la orden, donde destacó por su misticismo y sus dones como escritora y predicadora. En 1970, el papa Pablo VI le otorgó el título de Doctora de la Iglesia, y Juan Pablo II la designó una de las santas patronas de Europa.

A finales del siglo XVI, las monjas dominicas llegaron a la Ciudad de México y fundaron el convento de Santa Catalina de Siena. Tres generosas hermanas, conocidas como las Phelipas, les donaron una casa para que fuese la sede y para su manutención les entregaron haciendas.

Como sucedía en la mayoría de los conventos de la Nueva España, las dominicas no observaban vida comunitaria; habiendo proporcionado buenas dotes, cada monja poseía una pequeña casita que compartía con niñas y criadas, las que frecuentemente eran esclavas.

Esta situación causaba gran malestar a sus colegas españolas, quienes presentaban frecuentes quejas, ya que ellas obligatoriamente tenían que vivir en comunidad. En varias ocasiones se exhortó a las monjas novohispanas a que siguieran esa regla, incluso con una orden papal, pero ellas practicaron el dicho haz como que la virgen te habla y siguieron en sus casas.

Para solventar estas comodidades, las religiosas contaban con numerosas propiedades que les brindaban jugosas rentas. Esta buena vida comenzó su declive a finales del siglo XVIII con las reformas borbónicas. Se agravó después de la Independencia, cuando los distintos gobiernos les requerían dinero constantemente para pagar deudas, sueldos, guerras y demás. El golpe mortal se los dieron las Leyes de Reforma, que despojaron a las órdenes religiosas de sus propiedades.

Una vez vacío, el gobierno convirtió el convento en cuartel, posteriormente, demolió una parte para que se construyera la que habría de ser la escuela de Jurisprudencia. Cuando los estudiantes se fueron a Ciudad Universitaria en los años 50 del siglo XX, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) dedicó el inmueble para diversas actividades académicas relacionadas con el Derecho, uso que tiene hasta la fecha.

Lo que se salvó y está prácticamente intacto es el que posiblemente fue el patio de servicio del convento. Se ajusta a la descripción que las viejas crónicas detallan de la construcción, ubicada en la calle de San Ildefonso, casi esquina con República de Argentina. Actualmente es la sede de la Secretaría de Difusión Cultural de la Escuela Nacional Preparatoria de la UNAM.

De forma rectangular, rodeado de pilastras en sus dos pisos, conserva en el exterior la alta portada con marco de cantera muy sobrio. Al igual que los de las ventanas, resguardadas con hierro forjado. El rodapíe de recinto negro hace un grato contraste con el tono azul jacaranda que recubre el edificio.

Alguna vez mencionamos que según las crónicas, aquí se encontraban, entre otros, el corral para gallinas y la secreta de cal y canto, como nombraban a las letrinas, las que describen echándoles su tablón con dos agujeros, que tendría dos varas en cuadro, profundándole hasta dar en el agua.

Llegó la hora de comer, a unos pasos, en el número 38 de la calle de San Ildefonso está La Casa de Tlaxcala. En su hermoso patio se degusta comida de la región. Hoy se nos antojaron las naguas de india, que son flores de calabaza capeadas, rellenas de requesón, y el cerdo en pipián. Para el calor, la bebida verde a base de pulque, miel y yerbabuena. De postre, ya saben que siempre sugiero la espuma de agave, ligera y sutil, que sólo aquí la he probado y es exquisita.