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Albergó al América, Necaxa, Atlante y La Máquina, pero no lograron consagrarse allí

El estadio Azul cierra sus puertas sin ver a ningún equipo campeón

Escenario de moda en la década de los años 40, fue sede de la selección nacional hasta 1955

Veracruz y Racing de Avellaneda, de Argentina, los primeros clubes en jugar sobre su césped

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Nació en 1946 como el estadio Olímpico de la Ciudad de los Deportes y formó parte de un ambicioso proyecto deportivoFoto Roberto García Ortiz
 
Periódico La Jornada
Viernes 20 de abril de 2018, p. a14

El estadio Azul, el primero de concreto en Ciudad de México, cerrará sus puertas este fin de semana sin haber visto que se coronara uno de los clubes que albergó y con trágicos recuerdos celestes. Nació para partidos de futbol americano, pero el balompié se apoderó de su cancha, siendo Cruz Azul el último an- fitrión, equipo de los llamados grandes que jamás se pudo consagrar en este recinto.

Era un hoyo inmenso, donde la compañía ladrillera de la Nochebuena escarbaba arcilla, recuerda a sus 80 años de edad Melesio Galván, ex jugador de La Máquina cuando peleaba por ascender a Primera División.

Esos fueron los orígenes del estadio Olímpico de la Ciudad de los Deportes, recinto que se inauguró el 6 de octubre de 1946 con el duelo de futbol americano entre Pumas UNAM y Aguiluchos del Colegio Militar.

Era un proyecto ambicioso de Neguib Simón Jalife, quien también mandó construir el edificio contiguo de la Plaza de Toros México. El boceto incluía canchas de tenis, frontón, albercas, boliche, toda una obra deportiva que se quedó en anhelos por deudas del empresario libanés, quien se vio obligado a vender las construcciones a Moisés Cosío, abuelo del actual dueño.

Era un recinto que causaba asombro, con lo más moderno. No tenía pista de atletismo alrededor de la cancha, pero eso qué importaba, antes los estadios tenían tablones de madera y el estadio Olímpico de la Ciudad de los Deportes contaba con asientos de concreto y capacidad para 36 mil 681 personas. ¡Toda una maravilla!

Albergó el primer partido de la NFL fuera de EU

Un recinto de ensueño y así fue llevado a la pantalla grande para ser escenario de la película Juventud sin Dios. Su cancha también brillaría como la primera que pisaron equipos de la NFL fuera de Estados Unidos, cuando se enfrentaron Filadelfia y Nueva Orleans en 1978.

Su césped se cerró al futbol americano y se convirtió en terreno para el balompié, deporte con el que trascendió, aun- que con historias amargas. Veracruz y Racing de Avellaneda, de Argentina, fueron los primeros equipos en jugar en el coloso de la Avenida Insurgentes y después América, Necaxa y Atlante lo tomaron como su casa.

El primer partido que vi fue un Atlante contra Zacatepec, dice con una sonrisa meláncolica Enrique Ojitos Meza, ex técnico de Cruz Azul. Esa es una añoranza importantísima, porque me marcó, cuando fui a ese estadio me enamoré por completo del futbol. Cuando era jovencito pasaba por el estadio y me imaginaba que ahí podía hacer una historia bonita, cosa que no pude lograr, pero le tengo un enorme respeto y cariño.

El estadio Olímpico de la Ciudad de los Deportes era el escenario de moda en la década de los años 40 y la selección mexicana lo convirtió en su sede hasta 1955, cuando el tiempo comenzó a dar sus primeros coletazos y los tricolores se mudaron al estadio Olímpico Universitario.

Los conflictos entre Emilio Maurer, directivo de la Federación Mexicana de Futbol, y Televisa permitieron que se vistiera de gala para recibir otra vez al combinado nacional en la eliminatoria rumbo al Mundial de Estados Unidos de 1994.

Su escenario innovador se fue opacando poco a poco con la creación de otros estadios como el Olímpico Universitario y el Azteca, más grandes, imponentes y modernos, pero regresó el Atlante en la década de los 80 y lo revivió.

Los Potros de Hierro pasaron dos etapas en esta casa y fue el primer equipo en darle una identidad al recinto de la colonia Nochebuena al rebautizarlo como estadio Azulgrana.

El llamado equipo del pueblo vivió parte de su grandeza en esa época, cuando se coronó en la temporada 1992-1993, pero como una paradoja, ese título lo ganó fuera de casa. Ya comenzaba la gris reputación de esta cancha, gloriosa por la historia, pero que nunca pudo ver campeón a ninguno de sus anfitriones.

20 años de amargura celeste

El Atlante dijo adiós y llegó en 1996 otro grande, Cruz Azul, último equipo que escribió historias con el balón en este campo de batalla, un terreno que les permitía ser abrazados por la afición, pero en el que varias veces se revirtió la suerte en su contra.

Parecía que los celestes llegarían con buen pie después de que fueron campeones en 1997, cetro que ganaron en la casa de León, pero los 20 años que han jugado en el estadio Azul han sido marcados por las derrotas sorpresivas y, sobre todo, por el ayuno de títulos.

El Pachuca fue el primero en arrebatarle un campeonato a La Máquina en su propia casa, cuando se impusieron en el torneo de invierno de 1999, y 10 años después vendría Monterrey a presumirles de frente otro trofeo a los celestes.

¡Y qué decir de las famosas cruzazuleadas!, esa técnica tan fina que ha perfeccionado La Máquina para perder en los últimos minutos un partido que tenía en la mano. Los partidos en ese césped eran un drama constante.

¡Hay una maldición!, han dicho jugadores y aficionados con desesperación e incluso llanto después de vivir el amargo revés del destino. Ojalá que ahora que se van al Azteca se acabe la malaria, dice Antonio Pelón López, ex jugador celeste que cada 15 días acudía al estadio.

Con todo y la fama de tener mala suerte, este recinto se engalanó para cobijar a los más grandes del balompié internacional en partidos que agitaron a la afición.

El duelo de despedida a Carlos Hermosillo fue inolvidable cuando Diego Armando Maradona saltó a la cancha para dar muestra de esa zurda inmortal romperredes, y años después llegaría Lionel Messi para un encuentro de beneficencia.

El tiempo ha trastocado al estadio Azul, no tiene pantallas gigantes, las vías de comunicación a sus alrededores se saturan, sus asientos ya no son novedosos, incluso ahora son molestos, porque son muy pequeños, dice con tristeza Melesio Galván.

Ya no es el estadio más bonito, mucho menos el más moderno y con 92 escalones para llegar a la cancha es torturante, pero pese a ser obsoleto mantiene el hechizo de todo recinto antiguo que narra cientos de historias con tan sólo mirarlo. Y aunque es el más antiguo, también es el que tiene la vista más noble para el aficionado, tal como dijo el ídolo celeste Carlos Hermosillo.

Cuando llegabas al estadio era fácil bajar los cientos de escalones que había, pero cuando terminabas de jugar era lo más complicado, terminabas cansadísimo, y luego tener que subir esos escalones, no era una experiencia muy grata, recuerda con agobio Hermosillo, pero al mismo tiempo rescata una peculiaridad del recinto.

Lo que recuerdo muy bien es a la afición, porque el mismo estadio te permite sentirla de manera muy cercana, ni siquiera como en el Azteca. El estadio Azul es chico, pero te permite esa cercanía con el público, y a veces borraba el vacío, agrega.

Cruz Azul-Morelia, el último partido

Con la final de la Liga Profesional de Futbol Americano, el recinto de la colonia Nochebuena dirá adiós, colgará los botines para darle paso en agosto a un centro comercial. Cruz Azul jugará su último duelo ante Morelia y después se mudará alAzteca a intentar recuperar su grandeza. Se va el estadio Azul, una cancha que resplandeció pese al opaco legado que escribieron sus anfitriones.