Opinión
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Infancia y Sociedad

Cambalache mexicano

S

i el compositor argentino Enrique Santos Discépolo no hubiera creado en 1934 su famoso tango Cambalache, bien hubiera podido hacerlo hoy en México, inspirado en la contienda electoral. Miren si no:

¡Pero qué falta de respeto, qué atropello a la razón! ¡Cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón!

Las primeras acepciones del término, según la Real Academia, aluden a un trueque en condiciones confusas y con elementos de poco valor. En Argentina, el cambalache es similar a tiendas de segunda mano en donde todo está mezclao:

Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio, chorro, generoso, estafador. ¡Todo es igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor! No hay aplazaos ni escalafón, los inmorales nos han igualao... Si uno vive en la impostura y otro roba en su ambición, da lo mismo que si es cura, colchonero, rey de bastos, caradura o polizón.

Ofende y asfixia lo fársico-cómico de la multimillonaria contienda: libertinaje político, promiscuidad ideológica, esperanzas de cartón, despilfarro de palabras y promesas, el agotamiento conceptual y… ¿la izquierda?: una desaparecida más.

Siglo veinte (y XXI) Cambalache, problemático y febril, el que no llora no mama y el que no afana es un gil (un tonto) ¡Dale nomás, dale que va, que allá en el horno nos vamo a encontrar! ¡No pienses más, sentate a un lao, que a nadie importa si naciste honrao! Es lo mismo el que labura noche y día como un buey que el que vive de los otros, que el que mata o el que cura o está fuera de la ley.

Si bien la canción tuvo origen en un contexto particular, su letra denuncia males sociales de un tema universal.

En 1943 una campaña del gobierno militar obligó a suprimir el lenguaje popular conocido como lunfardo: jerga creada por inmigrantes a comienzos del siglo XX. Por eso se censuró la radiodifusión de muchos tangos, entre ellos Cambalache:

Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé, en el quinientos seis y en el dos mil también; que siempre ha habido chorros, maquiavelos y estafáos, contentos y amargaos, valores y dublé. Pero que el siglo veinte (2018 aquí) es un despliegue de maldad insolente ya no hay quien lo niegue, vivimos revolcaos en un merengue y en un mismo lodo todos manoseaos.

Ojalá que candidatos y partidos muestren consistencia, proyectos viables, recuperen modales, autocrítica, dignidad y que el PRI entienda que sin ver en la cárcel a sus notables ladrones, nadie le dará su voto.