Opinión
Ver día anteriorJueves 29 de marzo de 2018Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Refinación e infraestructura logística
L

as actividades de la industria de la refinación tienen un importante componente logístico. Es necesario transportar grandes volúmenes de petróleo de los campos productores a las refinerías y, a partir de éstas, cantidades sustanciales de diversos productos petrolíferos hasta las terminales de distribución y, eventualmente, hasta el consumidor final. Los productos importados deben transportarse hasta las terminales marítimas que los reciben, y a otros puntos de internación al país, para después llevarlos a las terminales de distribución. El método de transporte preferido son los oleoductos y los poliductos, aunque también se utilizan carro-tanques en los ferrocarriles y auto-tanques por carretera. El costo del transporte por ferrocarril, y sobretodo por carretera, son un múltiplo del incurrido por ducto. En México, la participación de los poliductos en el transporte de productos ha venido cayendo por restricciones de capacidad y, más recientemente, por el robo de combustibles.

Pemex ha subinvertido históricamente en su infraestructura logística. Hasta ahora todos los ductos en operación son propiedad de Pemex, si bien se ha iniciado la construcción de algunos poliductos privados, sobresaliendo un tercer ducto de Tuxpan a Ciudad de México. Hoy la capacidad de transporte por ducto está restringida y hay un buen número de terminales de distribución que no están conectadas a la red de ductos. El nivel de ocupación de su capacidad ha sido afectada por un mantenimiento deficiente e insuficiente. La construcción de poliductos ha avanzado lentamente por la estrechez de recursos disponibles, el rezago regulatorio en materia de productos petrolíferos y las dificultades para obtener y proteger los derechos de vía.

La mayoría de los puertos del Golfo no cuentan con el calado suficiente para recibir embarcaciones de tamaño eficiente. La bajísima capacidad de almacenamiento terrestre y marino ponen en riesgo el suministro seguro y oportuno de productos petrolíferos. Las carencias mencionadas se han agudizado al modificarse el origen del flujo de productos de las refinerías a los puntos de internación de las importaciones. Todas estas restricciones elevan el costo del abasto. México necesita ahora hacer cuantiosas inversiones en la ampliación de la infraestructura logística de productos petrolíferos en adición a las que se tienen que realizar en las refinerías.

El desarrollo de esta infraestructura logística puede llevarse a cabo bajo tres formas de organización industrial, cuando menos. La primera mantiene el monopolio estatal bajo el régimen de propiedad exclusiva de Pemex. La segunda supone el establecimiento de una empresa paraestatal, similar a Cenagas, que mantendría la propiedad de los oleoductos y poliductos existentes y fungiría como operador independiente de la red. Esta empresa podría cohabitar con otras de carácter privado, todas ellas responsables de expandir la capacidad de la actual red de ductos y la infraestructura logística. Una tercera opción sería una empresa de capital mixto donde operaría de manera integrada la recepción, transporte, almacenamiento y entrega de productos petrolíferos bajo una estructura similar al CLH español. En las dos últimas alternativas se tendrían que transferir los activos de Pemex Logística a las nuevas empresas, lo que dejaría a Pemex como un usuario más.

El objetivo principal de los esquemas alternos al del monopolio es la movilización de recursos privados a las actividades de transporte, almacenamiento y distribución. Esto reduciría los requerimientos financieros del sector público y abriría el mercado de productos petrolíferos a la competencia bajo un régimen regulado. Ello se logra segregando con nitidez las fases de suministro y venta de productos, así como entre estas funciones y las actividades de carácter logístico. Elementos centrales de ambos esquemas son el marco y las instituciones reguladores. En la etapa de transición del monopolio a mercados competidos se requiere, además, establecer regulaciones que de manera específica y explícita promuevan la competencia.

La búsqueda de inversión privada para las refinerías de Pemex ha resultado infructuosa hasta ahora. Sólo se ha conseguido una inversión relativamente modesta para la producción de hidrógeno en Tula. El inversionista se comprometió a actualizar y operar la planta existente de la refinería y, eventualmente, a construir y operar una segunda. Actualmente se busca extender este mismo esquema a Cadereyta y a Madero con otros inversionistas. Pemex ha sostenido conversaciones con empresas privadas en relación con la modernización y operación de otras plantas de proceso que aún no fructifican.

El proyecto más importante en cartera es la construcción de la planta coquizadora de Tula. La adquisición de un socio estratégico no ha sido exitosa. Aparentemente, el esquema de ingeniería financiera discutido no logró fraguar, dado su elevado costo y su complejidad, por lo que se va a tener que recurrir a endeudamiento para financiar dicho proyecto. Conforme éste avance, surgirá la necesidad de modernizar y ampliar la capacidad de otras plantas de proceso. Pocas reunirán las condiciones para atraer capital privado. Será también necesario invertir en la integración de la coquizadora al resto de la refinería, lo que necesariamente supone endeudamiento adicional.

La privatización de refinerías mediante la adquisición de un socio estratégico que asuma su operación no es tarea fácil. Supone cumplir previamente con una serie de requisitos que entrañan altos costos financieros y políticos para Pemex y para el gobierno. En primer lugar se tendría que dar por terminado el actual contrato colectivo en estos centros de trabajo, asumir el enorme pasivo laboral acumulado y absorber el costo de la liquidación de trabajadores y empleados. Pemex estaría obligado a ofrecer garantías sobre la integridad de las instalaciones y cubrir una amplia gama de posibles vicios ocultos. Tendría también que asumir diversos pasivos ambientales y estar preparado para hacer frente a un sinnúmero de contingencias relacionadas con estas refinerías.

Aún así, el valor residual de éstas sería bajo por el hecho de que la refinación es una actividad tecnológicamente madura, intensiva en capital y altamente regulada que se caracteriza por bajos rendimientos. Esto explica la falta de inversión en nuevas refinerías en la Costa del Golfo. Sin embargo, la inversión en refinerías existentes ya amortizadas ofrecen rendimientos más atractivos. El objetivo de su privatización sería reducir la carga que representan las pérdidas recurrentes generadas por Pemex, así como los pasivos que ha acumulado a lo largo de los años. La privatización respondería a la convicción de que el Estado no puede modificar, por sí solo, las condiciones de operación de las refinerías. Una privatización parcial de éstas podría mostrar lo que Pemex tendría que hacer para competir en este negocio.

Las refinerías de Pemex se encuentran atrapadas por un mecanismo perverso: entre menos producen menos pierden y entre más importan productos petrolíferos más ganan. Sólo es posible resolver esta paradoja mejorando de manera sustancial su eficiencia operativa. Claramente hemos fallado y debemos aceptar que este fracaso ha tenido graves consecuencias. En estas condiciones, la fragilidad de la infraestructura logística pone además en riesgo el suministro seguro y oportuno de productos petrolíferos.

*Investigador visitante en el Centro de Política Energética Global de la Universidad de Columbia.Fue director general de Pemex en 1994-1999