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Apuntes postsoviéticos

Todo listo

A

poco más de una semana de los comicios presidenciales en Rusia, todo está listo para la relección del titular del Kremlin, Vladimir Putin, y sólo queda por saber –si es que pudiera haber otra incógnita en este proceso diseñado para asegurar la continuidad de la élite gobernante– cuál será la asistencia a las urnas.

De ello depende la legitimidad del triunfo de Putin, al margen de que se da por hecho que sacará no menos de 70 por ciento de los votos. Pero no es igual ser relecto, digamos, con el respaldo mayoritario de 20 por ciento del padrón, que hacerlo con más de la mitad de los sufragios de los ciudadanos con derecho al voto.

En este sentido, los operadores políticos de Putin pretenden alcanzar –al precio que sea, con ajustes de resultados y otros artilugios si fuera necesario– la meta de un mínimo de 70 por ciento de participación con igual porcentaje de aprobación en las urnas.

La estrategia para relegir a Putin se basó en dos grandes ejes. Por un lado, en impedir con un pretexto legalista –la condena a cinco años de libertad condicional en un juicio amañado– el registro del rival potencialmente más peligroso, Aleksei Navalny, quien representaba el riesgo de forzar una segunda vuelta en caso de quitar votos a Putin, pues se requiere obtener al menos 50 por ciento más uno de los sufragios depositados.

Además, evitar que Navalny –nadie duda que será condenado antes del día de la votación– y sus principales colaboradores ya entre rejas puedan empañar la victoria de Putin encabezando las previsibles protestas que habrá el domingo 18 de marzo y en días posteriores, enviándoles a la cárcel durante 30 días por convocar a una manifestación no autorizada en enero anterior.

Y por el otro lado, inculcar la idea de que sólo se puede votar por un candidato, por cuanto no hay punto de comparación posible entre Putin y los restantes siete aspirantes registrados, que han convertido sus debates en circo marginal, mientras el favorito se negó tanto a discutir con sus rivales como a solicitar permiso para suspender el ejercicio de la Presidencia durante la campaña electoral, ventaja que la televisión pública utilizó para encomiar sin rubor cada paso y declaración del presidente-candidato.

Ninguno de los siete adversarios nominales tiene posibilidad alguna: una sola mujer, Ksenia Sobchak, teleperiodista que promueve el voto contra todos; dos veteranos de la política sin futuro, Grigori Yavlinsky y Vladimir Zhirinovsky; un dirigente empresarial oficialista, Boris Titov; dos radicales de izquierda, Serguei Baburin y Maksim Suraikin, y el empresario y candidato del Partido Comunista, Pavel Grudinin.

Para curarse en salud, las autoridades lanzaron montones de lodo sobre Grudinin: que tiene casas en otros países, que no declaró 13 cuentas bancarias en Suiza y que en 2008 se apropió de un terreno engañando a sus socios. Ahora, hasta el tradicional electorado comunista duda en votar por él, en tanto Putin sólo quiere que su victoria parezca incuestionable.