Opinión
Ver día anteriorViernes 9 de marzo de 2018Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Cuidar y defender la democracia
E

l ya célebre libro Fuego y Furia, del periodista investigador estadunidense Michael Wolff trae una muy detallada descripción del deterioro extremo que ha sufrido la institución presidencial en el vecino país del norte. Resulta doloroso ser testigos del daño que han infringido pésimos actores a la democracia de Estados Unidos, que se valoraba como un ejemplo de solidez en su arquitectura política y constitucional.

Pero, el malestar que ocasiona asistir al desmoronamiento de piezas sustantivas de la gobernanza en la potencia imperial, arroja como la lección más obvia un urgente mensaje acerca de la vulnerabilidad de la democracia misma, y de los cuidados que debemos tener en México. Sorprende lo poco que se necesita para introducir el desorden, la omisión de la ley y la descomposición en el ejercicio del poder.

Desde luego, creo que, más que nunca, las y los mexicanos debemos vernos en el espejo del vecino y defender, reforzar y valorar nuestro sistema político democrático, sus principios rectores, instituciones y reglas. La democracia mexicana, que es perfectible, es una conquista colectiva, que se ha construido con un esfuerzo gigante de varias generaciones, que no debemos permitir que se deteriore, menos aún ante el desorden imperante en el gobierno de Estados Unidos, cuyo líder ataca y agrede a nuestro país; un día sí y otro también.

Son de preocupar en nuestro polarizado contexto las lamentables expresiones en las que se descalifica a los resultados de una elección que aún no se ha verificado. Hay voces, en la prensa y en las redes sociales, que regresan al uso perverso de la nociones de fraude electoral o el término peyorativo de elección de Estado, dándolas como un plan maligno que invalida el voto, las campañas y la elección misma.

De lo que se trata, ciertamente, es de una elección preparada por organismos legítimos del Estado mexicano, y la expresión favorita de la crítica negativa quiere decir que la elección será controlada por el gobierno, y ello es injusto.

Quienes usan esos fantasmas argumentales, como los mencionados, ponen en duda la democracia como sistema de reglas y, no obstante que se acogen a todos sus beneficios, rechazan por anticipado sus resultados cuando éstos no les favorecen.

Esa clase de demócratas no asumen el principio de la pluralidad que reconoce como eje rector la existencia y la persistencia de la diversidad como dato estructural. La sociedad y la política están constituidos por personas distintas y grupos diferentes en sus intereses vitales, sus creencias y su filiación política. La pluralidad obliga a reconocer al otro en su derecho a la diferencia, pero se precisa de seriedad y responsabilidad para expresar y actuar. Se requiere de honestidad en el más amplio significado del término.

El principio de la pluralidad no es una elección de gusto o de afinidad personal, algo que se pueda reconocer hoy y desechar mañana. Es una definición fundacional de la democracia: se compite como parte (como partido), para gobernar a todos, sin atropello a los perdedores y a sus derechos, que no desaparecen por ser minoría. El resultado de la elección no establece obligación alguna de aceptar la plataforma de la mayoría ganadora.

Reconocer la pluralidad es condición para gobernar sin exclusión, sin privilegio, sin discriminación, con respeto, con honradez y en el contexto de una legalidad de igualdad de derechos.

En democracia no se gobierna para los ganadores, se gobierna para todos. Flaca esperanza podemos abrigar si desde los días previos a la elección se difunde la desconfianza en las reglas y en los operadores institucionales, si se prejuician los resultados y si se ataca a las instituciones y a las autoridades electorales que organizan, arbitran y garantizan legalidad y legitimidad.

La democracia requiere compartir las reglas, la responsabilidad y los principios universales que rigen para todas las partes interesadas en un mecanismo de elección ordenada, abierta y pacífica.

La democracia es, también, un pacto histórico de cancelación de la violencia. Es el acuerdo de reglas de la competencia que garantizan la transmisión pacífica y ordenada del poder. Establecer prejuicio sobre los resultados, destruir la confianza en la legalidad del proceso, incitar al odio, atacar sin bases y condicionar el reconocimiento de la legitimidad a que los resultados favorezcan a quienes se adelantan denostando, no es una definición democrática.

Por todas esas razones considero, con vehemencia, que partidos y candidatos deben corregir –unos mucho más que otros– los excesos retóricos, el uso de técnicas de propaganda negativa y la promoción anónima de calumnias y noticias falsas en las redes sociales.

Se debe competir con civilidad, ventilar diferencias en el debate público, y ganar el voto ciudadano con propuestas viables y operativas.

Invito a contener a los militantes fanatizados que polarizan el ambiente en dirección del odio y de los contextos de violencia política y atentados físicos.

Una elección gigantesca, concurrente y renovadora de casi todos los titulares del poder público está a la vista en nuestro país. Demostremos al mundo que México está preparado para que triunfe la racionalidad y la democracia; y expresemos que las y los mexicanos rechazamos, enfáticamente, los errores electorales del país vecino, que francamente asustan, y que no deseamos que ocurran en nuestra patria.