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Otra vez sobre las elecciones
C

omo se preveía en buena medida, las elecciones del presente año no sólo serían disputadas, sino que sacarían a la luz buena parte del mar de fondo que ensucia la política mexicana. Desde luego, los intensos ataques contra Ricardo Anaya, candidato de la coalición México al Frente, implican ya una sospecha de irregularidades que no le hacen nada bien a las elecciones. Al parecer, por el tono de las acusaciones, el PRI tendría la intención de desbancar a Anaya como candidato y de eliminar a quien en las encuestas, hasta el momento, alcanza sistemáticamente el segundo lugar.

No obstante que este objetivo del tricolor parece muy remoto, la de tener éxito en la remoción de Anaya como aspirante de la coalición, la gente se pregunta qué haría entonces respecto de Morena, cuyo candidato, Andrés Manuel López Obrador, se apunta consistentemente en el primer lugar como preferencia ciudadana en estas elecciones. ¿Tendrá preparada una bomba que hará explotar oportunamente, para perjudicar esta candidatura? Todo esto parece muy remoto y demasiado retorcido para ser verdad. Esto no significa que no lo intente el PRI, hasta ese punto parecen dominar la desesperación, los resentimientos y los odios. Es posible, pero así como resulta muy difícil desbancar a Anaya, la misma intención en el caso de López Obrador parece punto menos que imposible. Y no sólo eso, sino que, como apuntamos en un ar­tículo anterior, pudiera ser entonces el PRI quien lance la chispa que encienda la pradera. 

En mi opinión, no se llegará a tales extremos en el tiempo de las candidaturas y de las campañas oficiales. Lo más probable es que sí continúen los ataques, las ofensas y el propósito de desprestigiar a unos y otros, pero pienso que está ya diseñado básicamente el mapa de las preferencias y que no habrá grandes variaciones, salvo que se configure en torno a la candidatura de López Obrador una cargada o al menos una afluencia mayor de votos que la prevista hasta ahora. Y entonces que su triunfo sea más contundente aún de lo anunciado. 

En el fondo, no se trata de un alegato en favor o en contra de las encuestas y de otros medios para registrar y ponerle un número a las preferencias electorales de los mexicanos. Tal cosa sería lo de menos. El punto es que hay muchos indicadores que ahora señalan a López Obrador como triunfador y no parece haber suficientes datos o síntomas de que tal cosa no se cumpla.

Incluso si el PRI lograra movilizar en su favor el voto duro con que cuenta (que algunos calculan en 10 millones de sufragios), no sería suficiente para ganarle la elección a López Obrador, que según las últimas encuestas de Consulta Mitofsky sería una cifra sensiblemente superior a la que se atribuye a Ricardo Anaya o a José Antonio Meade.

Desde el principio buen número de observadores descalificaron la candidatura de Meade diciendo que estaba muy lejos del ambiente político, del lenguaje y la presencia de los políticos en nuestro país, y por esa razón lo eliminaban de una candidatura que pudiera ser ganadora, a pesar de que muchos de esos observadores reconocían sus méritos y personalidad intelectual y como funcionario (fue secretario de Estado con el PAN). Resultaba un magnífico tecnócrata, pero lo condenaban desde el inicio a un lejano tercer lugar, después del segundo que atribuían a Anaya. La pregunta ahora es: ¿después de los recios ataques a Anaya y al propio Meade (como secretario de Hacienda no pudo observar los desmanes económicos que cometía su hoy contrincante Anaya, y entonces no tendría responsabilidad por tal distracción en el manejo de los fondos públicos) en que quedará el proceso electoral para elegir presidente de la República? Nuevamente en mi opinión no habrá demasiadas variantes, ya que estaba previsto de antemano que la lucha electoral traería consigo este tipo de situaciones. Pienso que no se modificarán drásticamente los hechos, a menos que ya vivamos en un país desconocido. En este caso, y a pesar de los fracasos recientes de las encuestas ( Brexit, Colombia, elección de Donald Trump) pienso que México será la excepción y que continuaremos con lo previsto.

Por supuesto, los voceros de México al Frente predican también que cada día están más cercanos, según las encuestas, a López Obrador, y que sólo es cuestión de tiempo para darle alcance y superarlo. Veamos qué ocurre, pero en el mundo real, no en el de las fantasías, esa posibilidad parece francamente remota.

En tanto, López Obrador se percibe más calmado que en otras circunstancias, lo cual ha abonado a su personalidad, que es la de un ganador indudable. Me supongo que ese pequeño detalle le ha proporcionado seguridad y equilibrio evidentes, que no tendría que perder cuando menos hasta el próximo primero de julio, y más allá. Por lo demás, parece bastante inmune ante el tema de la corrupción, que parece ser el crucial en estas elecciones. Todo indicaría que se le ha buscado por todas partes, sin éxito. Es decir, López Obrador estaría a la cabeza de las encuestas por dos razones principales.

Primera: llena la figura primordial de un político probo. Segunda: en sus campañas electorales (esta sería la tercera) ha tenido como objetivo principal disminuir los abismos entre riqueza y pobreza en México, y por su reiteración de enfocar en primer lugar, como objetivos de su gobierno, a los pobres y a los jóvenes, sin descuidar naturalmente las principales variables de la economía mexicana (la macro), y el equilibrio en el comercio exterior.

Sus últimos planteamientos no dejan lugar a dudas, y tan es así además que ya se suman a su campaña un número importante de empresarios, que coinciden en afirmar que AMLO ha dejado de ser un peligro para México. Al contrario, que piensan que Morena es la esperanza para el país.