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Tatemada española a causa de nuestra lengua
F

ue en San Juan de Puerto Rico, donde SM Felipe de España –me ahorro por pudor el calificativo frecuente que le atribuyen muchos españoles– exhibió una vez más su verdadera condición. Lo hizo acompañado del director del Instituto Cervantes, Víctor García de la Concha, cuya gestión profranquista habitualmente suele servir más bien para degradar la memoria del famoso Manco de Lepanto.

El motivo era una causa noble: el séptimo Congreso Internacional de la Lengua Española que, sin duda, constituiría una actividad de gran valor, en la medida de lo que significa el idioma que hablamos y hemos enriquecido muchos millones de latinoamericanos y unos cuantos de españoles.

Por cierto que sigo sin entender por qué en España me regañan cuando digo que hablo español y no castellano si ellos mismos tienen una academia de la lengua española que rige la publicación de un respetable Diccionario de la lengua española.

Dejemos aparte, aunque debe considerarse también, que en todo el mundo le dicen así a nuestro idioma y en México lo reconocemos como el español que hablamos o es usual entre nosotros.

Primero se lució De la Concha con afirmaciones tales como que era la primera vez que la reunión se hacía fuera de Hispanoamérica, lo cual provocó la indignación de los puertorriqueños de verdad. Todo ello, según reportó molesto en el prestigiado periódico Nuevo Día el laureado novelista Eduardo Lalo, quien indicó que De la Concha se arropó en un largo y complaciente discurso.

Sin más, en un par de frases, De la Concha sacó a los puertorriqueños de su ámbito natural y cultural al que se han aferrado heroicamente con uñas y dientes, derramando sangre, inclusive, o pagando con años de cárcel la osadía.

Con dolor justificado, Lalo proclamó que Puerto Rico no es parte de Estados Unidos, sino un territorio invadido por esta nación en la Guerra Hispanoamericana de 1898. Entonces España [ignominiosamente] cedió esta tierra en el Tratado de París como botín de guerra, sin defender ni considerar en lo más mínimo la suerte de sus habitantes.

Felipe VI tuvo a bien declararse satisfecho por visitar Estados Unidos, junto con nuestra conocida reina Letizia, y descubrir un lugar donde el español mestizo alterna con el inglés.

¡Fue una manera elegante de agradecer la hospitalidad! Y de manifestarse en contra de la voluntad de un pueblo que lucha denodadamente por seguir siendo lo que es.

“Una vez más –señaló el insigne escritor Lalo– comprobamos la mojigatería [fascismo] de España y de otros pueblos americanos que, ante la tragedia colonial de Puerto Rico, actúan como si ésta no existiera y nada tuviera que ver con ellos.”

En efecto, parece justificada la molestia que le provoca la pasividad de muchos asistentes, aunque hubo, por fortuna, quienes se manifestaron en desacuerdo con la actitud del señor De la Concha y de ese rey que carece de personalidad propia y está sometido al gobierno del Partido Popular o, lo que es peor, comulga cabalmente con él.

A la memoria de mi admirado amigo Juan Mari Bras