Opinión
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Las vueltas del camino
L

a ambigüedad y confusión que caracterizó a muchas reacciones ante la propuesta del Congreso Nacional Indígena y los zapatistas, en octubre de 2016, reapareció al terminar la fase de recolección de firmas para el registro de la vocera del Concejo Indígena de Gobierno.

En estos días han estado llegando a mi escritorio expresiones de desaliento y frustración: se acabó la oportunidad de organizar a los de abajo; nada retembló; el número de firmas obtenidas fue una demostración aparatosa de debilidad; es la hora de reconocer con sentido crítico la magnitud del fracaso… Y así por el estilo. Quienes me escribieron pretenden estar de nuestro lado y acompañaron de alguna manera el proceso. Quieren ahora hacer una crítica útil a lo que se hizo.

En algunos círculos, que empezaron a discutir lo que sigue, se propuso esperar los acuerdos que se tomen en la asamblea del Concejo Indígena de Gobierno, para que concejalas y concejales indiquen qué hacer.

Pude ver también sonrisas de satisfacción en ciertos morenos, personas políticamente comprometidas que no quisieron participar en la propuesta, por considerar que crearía confusión en los pueblos y reduciría la votación por AMLO, pero no la boicotearon. No celebraban lo ocurrido, pero sentían que justificaba su posición: habría ratificado que la opción Marichuy no era realista, porque en julio tendremos nuevo presidente y cualesquiera sean los defectos y ambigüedades de Morena es la opción menos mala. En eso ponen ahora su energía, en vez de desperdiciarla en algo que sienten ilusorio.

Todas estas reacciones ilustran bien la radicalidad de la propuesta, que no logra traspasar la costra de la mentalidad dominante.

El propósito de la campaña fue enteramente explícito… y se cumplió ampliamente, de modo bastante espectacular. Se trataba de dar visibilidad a la situación y conflictos de los pueblos indígenas. No es exagerado decir que en estos tres meses tuvieron mayor presencia en la atención pública que en los 10 años anteriores.Se trataba también de exhibir la naturaleza del circo electoral, su carácter racista, sexista y discriminatorio, sus porquerías y trampas… y su irrelevancia ante la oleada de despojo, violencia y destrucción que impone el régimen dominante. Todo eso se hizo enteramente evidente y contribuye a explicar lo de las firmas.

El 11 de febrero, en la explanada del Palacio de Bellas Artes, en la Ciudad de México, Marichuy señaló con claridad: “Se completen o no las firmas, ya cumplimos un objetivo: dar a conocer los problemas que tiene el pueblo… Esa es la propuesta, no hay otra: solamente la organización desde abajo es como vamos a salir adelante, hermanos. Si están de acuerdo, caminemos juntos, a sus formas, a sus tiempos, diseñando cada quien desde el lugar donde estamos cómo lo vamos a construir, cómo vamos a caminar. No queda de otra. No traemos, como dicen por ahí, cachuchas, playeras, traemos trabajo y es una invitación a que juntos vayamos construyendo nuestras formas, porque solamente así vamos a lograr lo que tanto anhelamos, un México diferente, un México desde abajo”.

¿Esperar a lo que decida la asamblea del CIG? Eso sería convertirlo en un aparato vertical de poder y negar la propuesta misma. El qué hacer ahora ha de trabajarse en cada lugar y contexto… escuchando en su momento lo que decida el CIG.

Se vuelve polémica religiosa tratar de demostrar que lo ilusorio está en poner la esperanza en los aparatos o en ya sabes quién. Quienes siguen ese camino tienen fe ciega en la capacidad de unos y otro de controlar los daños más graves de la tormenta o al menos de ofrecer ciertas oportunidades para guarecerse de ella. Con ellos habría menos represión, despojo, corrupción, violencia… aunque no resolvieran ningún problema de fondo. Hay analogías. Ante el horror Trump, se critica ahora a quienes se negaron a votar por la Hillary, a pesar de que muchos la sigan viendo como una halcón neoliberal mentirosa.

No se logra ver el significado de la propuesta del CNI o de Marichuy porque hay resistencia a asumir la gravedad de la situación, el momento de peligro. Se resiste aún más la convicción realista, basada en la experiencia, de que sólo desde abajo puede resistirse con eficacia el horror actual y construir otra opción. No se quiere ver que, como dice Durito, las opciones múltiples que el poder ofrece esconden una trampa. Donde hay muchos caminos y se nos presenta la oportunidad de elegir, todos esos caminos llevan a lo mismo. Sólo tenemos la libertad de elegir quién caminará en nuestra representación.

El camino es largo. Está lleno de obstáculos y peligros, como los del infortunado accidente en Baja California en que una compañera perdió la vida y otros más, incluyendo a Marichuy, quedaron heridos. Nada de eso debe arredrarnos. Un examen atento y crítico de lo que pasó con las firmas dará mayor lucidez y empeño para lo que sigue, pero sin el desaliento y frustración de quienes no consiguen aquilatar la magnitud del desafío actual y de las exigencias de una opción que nunca estuvo colgada del registro.

Si uno es rebelde, dice Durito, se trata de construir un camino nuevo.