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El estante de lo insólito

The Rat Pack. Sólo a su manera

La suerte está bien, y debes tenerla para tener una oportunidad. Pero después de eso, debes tener talento y saber cómo usarlo.

Frank Sinatra.

Guarida Bohemia

S

iempre hay una figura entre las celebridades cuyo recinto se convierte en guarida cómplice de bohemia, juego, canto, carta y fiesta. En Nueva York, a mediados de los años 50, un sólido grupo de estrellas del espectáculo se reunía donde dos legendarios hacían el amor: Humphrey Bogart y Lauren Bacall. Entre cristales colmados y viandas de difícil traducción, mientras alguien repetía el parlamento de su próxima película y otro más interpretaba los versos de un próximo clásico de la música, Bogart, anfitrión de quijada irrompible, el rudo, el encantador, el antihéroe, el de los sombreros de costado y el cigarro como custodio, recibía a amigos como David Niven, Elizabeth Taylor, Robert Mitchum, Katherine Hepburn, Spencer Tracy, John Huston y un joven sensación que heredaría el liderazgo del medio: Frank Sinatra; el encantador Blue Eyes, quien sería conocido como La Voz. El chico se quedó así mismo con el nombre de la pandilla: The Rat Pack.

La Voz y el trío de cinco

Frank Sinatra devora los escenarios en los años 50, se convierte en estrella mayor de la pantalla y hasta gana el Óscar por De aquí a la eternidad (Buddy Adler, 1953), que es como si Al Pacino ganara el Grammy por grabar un disco, es decir, lo hace dueño absoluto del entretenimiento. Aunque ciertamente su trabajo más celebrado como actor fue El hombre del brazo de oro (Otto Preminger, 1954), donde interpreta a un adicto a la heroína. Dean Martin afirmó: Es el mundo de Frank, y nosotros sólo vivimos en él.

Como en los equipos deportivos, los créditos quedan en las grandes figuras, si bien es un conjunto de esfuerzos lo que permite mantener una torre de pie en las arenas movedizas del estrellato y el glamour, normalmente efímero. Sinatra triunfa y triunfa, pero lo hace empujando, acompañando, reconociendo a sus dos grandes amigos y estrellas por su cuenta y mérito, Dean Martin y Sammy Davis Jr. Con ellos estaban también los muy talentosos Peter Lawford y Joe Bishop, que con el tiempo han salido de muchas crónicas, aunque fueron fundamentales en un periodo crucial de la pandilla y participaron de su película cumbre en conjunto: Ocean’s eleven (Lewis Milestone, 1960).

Es curioso que los cinco miembros del Rat Pack hicieron aparición especial uno por uno en la súper producción Pepe (George Sidney, 1960), que pretendió instalar definitivamente en Hollywood a Cantinflas, de reconocimiento mundial por su interpretación de Paspartú –Passepartout– en La vuelta al mundo en 80 días (Michael Anderson, 1956). Se asegura que Sinatra pidió a la compañía productora que se le incluyera entre las estrellas invitadas, aunque quizá hasta pagó por ello, como hizo para asegurar actuación y dueto con Elvis Presley por presentarse en su programa especial de televisión el 12 de mayo de 1960. La leyenda dice que Sinatra extendió cheque al Rey del Rock por cien mil dólares.

La sonrisa de roca de Dean Martin

Hijo de italianos, boxeador incipiente, croopier sin trayectoria, baterista como distracción por el asedio de compañeros escolares que despreciaban su acento mediterráneo, Dino Paul Crocetti se transformó en Dean Martin para encantar a las chicas. Con una sonrisa perfecta que los excesos alcohólicos tardaron mucho en derruir (quizá como destino impensado su primer nombre artístico fue Dino Martini), Dean tenía un humor inquebrantable que encontró en Jerry Lewis a su pareja perfecta. Ambos pulverizaron taquillas con presentaciones en vivo, llegaron al cine y la televisión, y se pelearon como matrimonio adolescente para no dirigirse la palabra en un par de décadas. Sinatra, siempre el líder, los reconcilió para siempre. Lewis afirmó que Martin tenía un sentido impecable para el ritmo de comedia.

Dean Martin tuvo un éxito impresionante, y resultó mejor actor de lo esperado sin pisar la comedia, como en el western de Howard Hawks Río Bravo (1959), donde voz y escena lo mantienen en el papel de Dude frente al monstruo histriónico de John Wayne. Hizo decenas de películas y también triunfó en la televisión en distintas emisiones, como el programa The Dean Martin Celebrity Roast, que fue el que inauguró esa vitrina del escarnio satírico, para descomponer y bajar del podio a las más importantes celebridades del momento.

Everybody loves somebody fue su canción emblema. Ideal para la cúspide de cada concierto y tema obligado en sus presentaciones en televisión,

El temple de un gigante: Sammy Davis Jr.

Sammy Davir Jr. bailó y cantó desde niño, muy joven hizo un trío con su padre y su tío Will (Will Mastin Trio) y en solitario se consolidó como un cantante de primera línea, llamando la atención de las principales compañías del espectáculo. Un día conoció a Sinatra y lo que ya era ensueño se convirtió en otra clase de miel, la del propio Rat Pack.

Foto
Foto Ilustración Manjarrez

Sammy se permitió muchas apariciones especiales que lo mantuvieron como gran personaje amigo de todos, como cuando hizo de vecino asomado en ventana de edificio para el serial de Batman y Robin en un episodio de 1964, o aquel espléndido baile de tap (una de sus herramientas más importantes en escena) junto a Gregory Hines en el largometraje Tap (Nick Castle, 1989), quizá una de las imágenes más entrañables de Sammy, filmada un año antes de su muerte.

Su gran manifiesto contra la segregación racial lo tuvo con un pasaje crucial en su vida al casarse con una mujer blanca, la bellísima actriz sueca May Britt, en lo que se consideró un franco desafío al segregacionismo de la época. Las protestas fueron mayúsculas. Ella tuvo que dejar su carrera y los grupos radicales boicotearon continuamente presentaciones, discos y programas de Sammy. Nunca se rindió.

El apoyo de sus amigos lo sostuvo en la batalla por modificar la escena para la comunidad negra. Sinatra se negó a actuar en sitios que prohibieran la actuación de Sammy Davis Jr. por ser un cantante de raza negra. Muchos de los grandes casinos y teatros de Las Vegas y el resto de Estados Unidos se vieron forzados a cambiar sus políticas racistas para no perderse los dólares que las estrellas dejaban en los negocios. La historia lo reconoce en todo su talento, gran bailarín con una voz excepcional (de él es la mejor versión de Who can I turn to (When nobody needs me); en What kind of fool am I? despegaba de todo, y I Dreamed a Dream pone siempre en otra órbita), con sitio de privilegio que le reconoció hasta Michael Jackson con su canción You were there). La letra dice “If I’m here, is because you were there”. Ciertamente a Sammy, como a Harry Belafonte o Sidney Poitier, le tocó desbrozar la brecha para los que vinieron detrás.

Under my skin

En el espectáculo de cada uno podía haber aparición especial de alguno más, las marquesinas solían escribir anuncios como: Tonight Dean Martin. Maybe Frank, Maybe Sammy. Los seguidores pueden verlos o escucharlos por separado, pero siempre los piensas juntos, como los aliados que se encuentran una sola vez en la vida. Trataron de volver con todo en 1987, pero la muerte del hijo de Dean Martin frustró el momento y la vida de Dean, quien nunca pudo recomponer el ánimo. Se puede escuchar a Sinatra cantando Under my skin, My Way, New York, New York, o Strangers in the night, pero, de algún modo, imaginamos a Sammy y Dean a su lado o detrás, observándolo junto al piano.

En el delicioso Live & Swinginn’. The Ultimate Rat Pack Collection, presentación en vivo con disco (grabado en The Villa Venice Night Club, de Chicago, el 2 de diciembre de 1962) y concierto (grabado en The Kial Opera House, de St. Louis, el 20 de junio de 1965), se rescatan sus jugosas acciones en escena, con un humor desenfrenado, interrumpiéndose a media canción o provocando al compañero para perder el compás. Lo hicieron todo, mejor que nadie y permanecerán como la generación de los que convirtieron la vida en un festejo permanente. Entre crónicas y noctívagos, se dice que ellos besaron a todas, cantaron como nadie y se bebieron todo. Antes que cualquier cosa, se divirtieron con su éxito, fueron a leales a su gente y no dudaron en ser los mejores.

Tony Bennett, otro fantástico crooner a quien Sinatra recomendó alejarse de las canciones baratas, simples, escribió en el prólogo del libro Remembering Sinatra (compilación gráfica con importantes apuntes biográficos editado por Time Life en 1998): Cuando pienso en Sinatra, pienso en Laurence Olivier representando Hamlet. Él fue cualquier hombre. Corrió toda la gama de emociones. Sinatra conquistó cada aspecto de su mundo, el mundo del entretenimiento. Él fue las dos máscaras del teatro, la comedia, la tragedia. Debajo de todo, él fue una persona muy, muy sensible. El texto de Bennett, se acompaña con un par de sus pinturas, una especialmente interesante con Sinatra de costado en una mesa, mientras su silueta y entorno parecen disolverse entre el humo del cigarro, como en la última faceta de su carrera, aguardando el llamado para pisar el escenario sin la liviandad de su juventud, con la apostura de cargar su leyenda frente a la gran orquesta. Le tocó despedir a Dean y a Sammy, dicen que nunca pudo superar extrañarlos.

Twitter: @nes