17 de febrero de 2018     Número 125

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Conocimientos y saberes en
la producción de maíz nativo

Josefina Munguía-Aldama, Eleuterio Campos-Hernánde e Ivonne Vizcarra-Bordi   [email protected]


Las maravillas de la industria o descripción de las principales industrias modernas, por Louis Figuier.- Paris Furne, Jouvet, [1873-1877]. Fondo Antiguo de la Biblioteca de la Universidad de Sevilla

Cuando se habla sobre el conocimiento campesino o tradicional, generalmente se hace de forma despectiva; se hace referencia a un conocimiento atrasado o con limitada utilidad, no se le reconoce como producto de la experiencia obtenida de un proceso de observación concienzuda que se comprueba por ensayo-error-corrección, que contrasta o confronta sus resultados con sus supuestos, y con el tiempo se incrementa, mejora o corrige, a la luz de las vivencias de cada individuo. El conocer implica la experiencia personal; en cambio, el saber es enciclopédico e involucra la comprensión u explicación aceptada por otros.

En las sociedades campesinas la adquisición o generación de los saberes y conocimientos tiene correspondencia con el lugar que ocupan los hombres y las mujeres en ellas. Por ejemplo, existen evidencias humanas de cómo la utilización de plantas y animales para cultivo y cría estuvo a cargo de las mujeres, mientras que los hombres se dedicaban a la caza y la pesca. Fueron las mujeres quienes clasificaron las plantas en curativas, alimenticias, ornamentales y para construcción.

Al revisar parte del proceso que implica la producción actual del maíz en Ahuihuiyuco, pueblo ubicado en el municipio de Chilapa de Álvarez, Guerrero, constatamos que la generación de conocimientos y saberes tiene que ver con el individuo, su edad, género y ocupación. En este lugar el maíz sigue siendo el principal sustento de la familia, además de que rige las actividades familiares, sociales y religiosas. Este acercamiento se dio a la luz de las implicaciones que trae el cambio climático en su producción.

La existencia de un sólido conocimiento sobre el temporal, colectivo y compartido entre hombres y mujeres de la comunidad, reconoce cambios de clima, perceptibles para algunos desde hace 30 y 50 años atrás, cuando el período era estable y predecible, con lluvias más prolongadas y de suave caída. Ahora los meses de lluvia se han acortado y se presentan con tormentas torrenciales y con vientos fuertes que ya no inician antes del 15 de mayo. El día de siembra tiene que ver con el conocimiento de tipo de suelo y terreno que posee cada campesino, la semilla y su valoración sobre la cantidad de agua en las primeras lluvias; por tanto, no siembran el mismo día. Generalmente la siembra ocurre durante el mes de junio y hasta el 8 de julio.


Maices criollos producidos en la Comunidad de Santo Domingo del Estado

El conocimiento sobre el tipo de “tierra” también es importante: algunas necesitan mucha agua para que la planta crezca; así mismo, se sabe qué tipo de maíz u otro producto es más eficiente para cada tierra; en el texcal “el frijol no falla”, en tlaltizates, frijol y calabaza es lo recomendable. Para la tierra-suelo negra tezoquite, maíz blanco de preferencia.

El propósito de hombres y mujeres es cosechar maíz temporal tras temporal, a pesar de las condiciones cambiantes de las lluvias. Usan herramientas y prácticas agronómicas que según sus experiencias son las más adecuadas para reblandecer la tierra, controlar las plagas, disminuir “el acame” y evitar erosión. Por ejemplo, el descanso y rotación del cultivo es vital.

En Ahuihuiyuco la agricultura es una actividad de dominio masculino, al igual que el conocimiento en el cultivo del maíz; sin embargo, las mujeres son poseedoras de amplio saber y generadoras de conocimiento: desde niñas aprenden a sembrar, a seleccionar las semillas y conservarlas, están familiarizadas con el proceso completo, y en ausencia de los hombres por razones de migración, abandono o viudez, ellas se hacen cargo del cultivo -exceptuando el arado de la tierra- donde requieren contratar a otros hombres para realizarlo. Son resultados satisfactorios, sin negar que esto implica una sobrecarga de trabajo, pues se suma a la de por sí larga jornada derivada del tejido de palma y trabajo doméstico cotidiano.

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