Opinión
Ver día anteriorSábado 10 de febrero de 2018Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Del Grammy, lo clásico
D

ada su orientación fundamentalmente comercial, los premios Grammy (latinos o de los otros) nunca me han interesado mayormente; sólo les he puesto atención, por ejemplo, cuando ha estado involucrado el Cuarteto Latinoamericano, que ya ha obtenido dos gramofonitos. Este año me ganó la curiosidad y me asomé a los resultados, que no a la soporífera ceremonia, y encontré cosas que no por esperadas son menos preocupantes. De entrada, que el gran ganador de la noche, etiqueta convencional si las hay, haya sido un músico tan mediocre, del montón y ajeno a la creatividad como Bruno Mars. Escuché de cabo a rabo su disco ganador, con especial atención a la canción titular (24K Magic) y a la canción triunfadora, That’s what I like, y encontré sólo basura prescindible, tanto en la música como en las letras y, muy importante en estos tiempos, en los infumables videos con los que esos materiales han sido promovidos hasta el hartazgo. No hay más que hablar.

Interesante también, por otras razones, el hecho de que al revisar numerosas fuentes periodísticas (en papel y en la red) y mediáticas de México, Estados Unidos y algunas naciones europeas, descubrí que, casi sin excepción, todos ignoraron cabalmente a los nominados y triunfadores en el ámbito de la música clásica. Botón de muestra de las prioridades mercantiles de los Grammy: de las 84 categorías del evento, sólo 10 se refieren a la música de concierto… y están casi al final de la lista. ¿Recuerda usted, lector, a alguno de los nominados o ganadores en estas categorías? ¿No? Le dejo entonces de tarea una rápida reflexión al respecto. Mientras, he aquí algunos datos duros sobre los ganadores de los Grammy clásicos:

Una Quinta de Shostakovich dirigida por Manfred Honeck con la Sinfónica de Pittsburgh, la ópera Wozzeck de Berg dirigida por Hans Graf, una obra coral de Gavin Bryars, La muerte y la doncella con Patricia Kopatchinskaja y la Orquesta de Cámara de Saint Paul, el disco Transcendental del notable pianista ruso Daniil Trifonov, la gran Barbara Hannigan cantando a Gershwin, Berg y Berio (¡qué combinación irresistible!), un CD monográfico con tres obras de la compositora estadunidense Jennifer Higdon, y como mejor composición clásica contemporánea, su Concierto para viola, de ese mismo disco. Más datos duros, ciertamente interesantes para el análisis: el mencionado CD fue producido por el famoso sello Naxos, rey de los sellos llamados “‘de línea media”, eufemismo para decir que sus discos son bastante más baratos que los de las grandes etiquetas, pero de calidad más que aceptable; la orquesta participante es la Sinfónica de Nashville, que no está ni mucho menos en el primer nivel orquestal del mundo; el director, el costarricense Giancarlo Guerrero, tampoco es una superestrella de la batuta. Todo ello no me impide afirmar que se trata, en efecto, de un muy bien producido panorama de la música de Jennifer Higdon (Brooklyn, 1962), compositora de obra abundante, sólida y de alta calidad. (El CD incluye además su Concierto para oboe y la obra orquestal All Things Majestic). Escuché su premiado Concierto para viola, precisamente en la grabación galardonada, y me parece que se trata de una composición que tiene muchos méritos, y que vale la pena ser escuchada.

Lo mejor del asunto, para aquellos de ustedes a los que les ha interesado esta perorata mía sobre los Grammy clásicos: los días primero y 3 de junio, la Orquesta Sinfónica Nacional, con la dirección de Carlos Miguel Prieto, interpretará el Concierto para viola de Higdon, llevando como solista a Roberto Díaz, violista chileno-estadunidense quien es, precisamente, el protagonista de la multimencionada y multipremiada grabación. Para aquellos que supongan que se trata de un truco oportunista, va el dato de que la OSN y su director artístico programaron el Concierto para viola de Jennifer Higdon mucho antes de que resultara premiado en los Grammy. Hay que ir, hay que escuchar; se trata de una obra valiosa, que tiene mucho que decir y en la que hay pasión, elemento lamentablemente ausente de tantísima música contemporánea.