Opinión
Ver día anteriorSábado 3 de febrero de 2018Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La democracia neofranquista de los españoles
E

n el corre-ve-y-dile de las llamadas redes sociales se habla de un joven cantante español, Pablo Hasel, que ya ha sido condenado a dos años de cárcel y le espera un juicio en esa cueva peninsular denominada Audiencia Nacional, que le puede endilgar hasta seis o siete años.

El muchacho, con la frescura y la transparencia de la juventud, cometió unos crímenes horrendos. Fíjense ustedes que ha osado componer canciones en contra de la sacrosanta monarquía y mandar trinos de denuncia de la brutalidad y los embustes policiacos y una cauda de agresiones de palabra y obra de diversos elementos gubernamentales en contra de quienes se atreven a levantar la voz al protestar por el creciente fascinazismo español, cada vez más parecido al que prevaleció durante la longeva dictadura de el caudillo de España por la gracia de Dios.

Parece resultar cierto que el franquismo es endémico en España, como dicen no pocos analistas políticos y antropológicos.

No es un caso aislado ni solamente en Cataluña, donde se intensifica a diario la represión institucional, y también bajo el agua, a resultas de la creciente exigencia popular y mayoritaria de que se respete el derecho a decidir su futuro y la cerrazón oficial a ejercitar mecanismos, aunque usted no lo crea, establecidos en la propia y tan cacareada Constitución, poco leída por los propios gobernantes (artículo 20).

Jurisconsultos propios y extraños de calidad (a diferencia de los cejicerrados y coñodicientes de la capital Gachupítlan) han mostrado hasta el hartazgo la ilegalidad e ilegitimidad del encarcelamiento de políticos pacíficos, pero de nada vale, pues el poder judicial español es el más abyecto servidor de esta nueva generación de franquistas –con padres y abuelos de la misma calaña– que se ha instaurado en el gobierno.

Bien claro dejan que el ejercicio de la razón no es su fuerte. Cualquier argumento legal perfectamente bien sustentado se enfrenta a un acuerdo o decreto real de última hora que lo invalida.

Los problemas de la Generalitat de Catalunya y del Parlamento de este país resultan sumamente parecidos a los que enfrentó en 1808 el Ayuntamiento, por igual, legalmente constituido de Ciudad de México, y también regidores como Primo de Verdad, de enorme categoría y prestigio, fueron salvajemente reprimidos con base en acusaciones similares de sedición y cosas peores, tal como las que jueces serviles les han endilgado a Carles Puigdemont, a Oriol Junqueras y demás. El resultado lo conocemos, pero vale subrayar que tal tozudez irracional dio lugar a que la otrora España derivara en un imperio de opereta.

El gobierno europeo actual también tiene cola que le pisen en cuanto a estar coludido con la corrupción española encabezada por Mariano Rajoy, pero no todos los europeos son así. ¡Pronto las cosas cambiarán!

Lo que en verdad da pena es que un país con los dignísimos y admirables antecedentes que tiene México se haya convertido, so pretexto de que España es nuestro segundo socio comercial, en cómplice abierto del franquismo que heroicamente combatimos antaño. ¿Será por convencimiento de nuestras autoridades diplomáticas o por qué éstas ya acatan órdenes de Madrid, tal como hace dos siglos?

Tal vez en este momento don José María Morelos y Pavón ya se retuerce de indignación en su tumba.