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Desnudos, retratos y esculturas del artista italiano ofrecen un viaje vertiginoso

Dedica Londres magna retrospectiva a Modigliani; se aloja en la Tate Modern
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Desnudo reclinado, 1919, óleo sobre lienzo, 764 x mil 165 mm, perteneciente al Museo de Arte Moderno de Nueva YorkFoto © Tate Modern
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Martes 2 de enero de 2018, p. 6

Londres.

La más grande retrospectiva de Amedeo Modigliani (1884-1920) se exhibe en Londres, en el Tate Modern, donde se reúnen desnudos, retratos y esculturas del artista italiano, quien en su corta pero intensa vida logró desarrollar su estilo fácilmente reconocible, que genera agradable familiaridad en el espectador.

Una obra única recibe al visitante en la primera sala, el autorretrato de Modigliani, como Pierrot, realizado cuando el pintor rondaba la corte de su acomodada amante Beatrice Hastings. Es una clara advertencia con la finalidad de que el espectador se prepare para un viaje vertiginoso. El triste bufón, símbolo de la lucha trágica para asegurar un lugar en un mundo burgués, anticipa la pobreza, el sufrimiento y la vida bohemia del artista, imposible de dejar a un lado al admirar su obra.

El espectador, cautivo voyerista

Modigliani, quien comenzó a formarse como artista desde muy pequeño, supo de inmediato adónde debía dirigirse cuando decidió dejar a los 21 años su nativa Italia. Llegó a París en 1906, con la ventaja de hablar francés y la desventaja de ser judío sefardita en una época de gran antisemitismo. Ahí el artista comenzó a asimilar y a sintetizar a sus contemporáneos y predecesores modernistas, empezando con Paul Cézzane, de quien aprendió a utilizar el espacio en sus retratos.

Protectores, amigos, modelos profesionales y gente de la calle posaron para el artista. Pintores como Pablo Picasso, Juan Gris y Diego Rivera, quien vivió con Modigliani por espacio de dos años antes de regresar a México, aparecen en los cuadros de la sección dedicada a su red creativa de amigos de Montmartre y Montparnase, que incluye también a los poetas Max Jacob y Jean Cocteau.

Sus coqueteos con el cubismo y su lealtad a la representación figurativa se recogen en la obra que da fe de su admiración a Picasso, cuya influencia se ve en alguna de sus obras como el retrato de La Judía o Estudio de desnudo, que pintó en 1908. Modigliani consideraba que Picasso estaba 10 años delante de todos, por lo que inscribió la palabra savoir en su retrato haciendo con su experimentación referencia a la sabiduría del pintor español.

En una época en que el retrato no estaba muy de moda, Amadeo Modigliani, a quien precedía una tradición de retratistas judeo-italianos del siglo XIX, captó también a su círculo de figuras femeninas ahora inolvidables con sus alargados cuellos, sus facciones refinadas y ojos de almendritas rellenos de color.

Su hermana Margarita y Beatrice Hastings, la escritora inglesa con la que tuvo un tórrido y tortuoso romance entre 1914 y 1915, aparecen en sus óleos donde la modelo más recurrente es Jeanne Hébuterne, quien fue su mujer hasta sus últimos días y con quien tuvo una hija. Muchas facetas de la pintora son captadas por Modigliani, quien da prueba de su continua experimentación en la transformación de los rasgos de Hébuterne, quien se suicidó poco después de la muerte del artista y del nacimiento de su segundo hijo.

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Autorretrato como Pierrot, 1915, óleo sobre cartón, 430 x 270 mm del acervo del Museo del Estado de Kunst, en Copenhague, obras incluidas en la exposición de la londinense Tate Modern, que concluirá el 2 de abril de 2018Foto © Tate Modern

Lo más espectacular de la exposición a un lado del Támesis, que concluirá en el inicio de la primavera, es la muestra de 12 de sus famosos desnudos femeninos. Estas obras fueron pintadas con el apoyo de su corredor de arte, Leopoldo Zborowski, quien las comisionó para la única exposición individual que tuvo el genio del desnudo moderno.

Modigliani se sirvió generosamente de la tradición italiana renacentista imprimiendo su marca contemporánea con la sensualidad de las pronunciadas curvas, los rostros maquillados y la presencia del vello corporal, para romper con la idea prístina del cuerpo puro. La extraordinaria carnalidad de los cuerpos y su posición en el lienzo crean una proximidad y una intimidad que convierten al espectador en un cautivo voyerista.

Los pocos pero intensos años en los que el artista se dedicó de lleno a la escultura están presentes en la muestra de sus cabezas femeninas con cuellos de cisne que encontraron de inmediato una audiencia en El Salón de Otoño en París, en 1912.

Su obra escultórica que guarda gran influencia africana tuvo que ser abandonada porque el polvo agravaba su salud delicada por los efectos de la tuberculosis que sufrió en su infancia. Las restricciones monetarias fueron también otro obstáculo que llevaron a Modigliani a volver a los lienzos.

Los bombardeos sobre París al final de la Primera Guerra Mundial y su deteriorada salud lo llevaron a la riviera francesa, donde el artista produjo una de sus obras de más impacto. En ausencia de modelos profesionales, Modigliani invito a posar a personas de la localidad, como a un pequeño campesino o una gitana con su bebé.

En estos cuadros los personajes muestran más carácter y están mejor plantados en su espacio en un efecto logrado gracias a un paciente trabajo tonal. Estas nuevas rutas de experimentación se vieron abruptamente cortadas por su muerte a la edad de 35 años, poco después de regresar a París.

Un viaje virtual al Taller Ocre, que fue el último en el que trabajó Modigliani, y una proyección de París en los inicios del siglo pasado convierten esta exposición en un verdadero espectáculo que se espera atraerá una cifra récord de visitantes.