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El despertar

Guadalupe y la política

E

s obvia la vinculación del culto guadalupano con el de la diosa Tonantzin, Nuestra madre, en el mismo Tepeyac. Es cierto que la veneración de la virgen de Guadalupe contiene algunos importantes elementos extremeños, pero la verdad es que el culto tiene su origen en la cultura y creencias prehispánicas. Guadalupe es Tonantzin, Tonantzin es Guadalupe. Y desde ese punto de vista es interesante pensar cómo se vincula este mito central y sus prácticas con el poder, con la política.

Los historiadores han podido penetrar en la importancia de Tonantzin Guadalupe en la lucha por el poder dentro de la triple alianza (R. Martínez Baracs, Artes de México, 125, coordinada por Mónica del Villar, ¡espléndida!). El culto tuvo un elemento político después de la conquista, se convirtió en un elemento de resistencia que no floreció en plenitud sino hasta el siglo XVII, cuando las inundaciones en la Ciudad de México convirtieron a Guadalupe en la deidad más poderosa del firmamento espiritual de la época colonial.

Todos sabemos que el símbolo de Guadalupe fue utilizado por los Insurgentes desde el momento inicial de su rebeldía y también que llegó a presentarse una reyerta entre las deidades españolas y Guadalupe. La imagen es elemento de la política para crear una identidad, es parte de la invención de nuestra nación. Hay signos de que los conservadores usaron a Guadalupe para enfrentar el laicismo liberal.

Entre 1910 y 1920 resulta espectacular la utilización del símbolo guadalupano para encabezar al ejército zapatista. Más adelante la virgen se convierte en un instrumento político del sindicalismo oficial, del apaciguamiento de la clase obrera. Pero Guadalupe vuelve a ser bandera de los rebeldes: los neo zapatistas en el albor de nuestra época vuelven a utilizarla.

Y la virgen está presente en los partidos conservadores y en los progresistas contemporáneos. Se trata de un símbolo que expresa la mexicanidad como ningún otro. Yo, en una época de mi vida tuve que visitar números talleres y fábricas, nunca encontré uno que no tuviera en su pared, como algo relevante, la imagen guadalupana. Yo mismo, que soy liberal, sin vínculo con el catolicismo, tengo en mi despacho una de sus imágenes, bordada por mi abuela Margarita. Si quieren conocer al pueblo de México en todo su esplendor, bien organizado, en forma fluida como un río, vayan la noche de Guadalupe a la Basílica. Para percibir el profundo amor que los mexicanos tienen por esta deidad les convido a leer el poema de Carlos Pellicer Ansia de las rosas.

Twitter: @ortizpinchetti