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El poder de servir
S

i buscamos en el diccionario la palabra poder, encontraremos que proviene del latín vulgar posere y ésta a su vez de posse, que en términos generales implica la idea de capacidad, posibilidad, e incluso potestad. En cuanto a su significado hallaremos cuando menos dos acepciones: Primeramente como verbo es vista como capacidad, facultad, habilidad o autorización para hacer algo. Por otro lado, también se le define como la posibilidad de imponer la voluntad propia sobre otras personas, esta última acepción la podemos identificar como poderío, que se relaciona con la noción de imperio, dominio o capacidad de imponer un mandato para diferenciarla de la primera.

Trasladando el concepto del poder al ámbito del Estado, vemos que éste se formaliza en lo que se ha dado en llamar soberanía, la cual puede ser definida en términos generales como la capacidad que tiene la sociedad o el pueblo de tomar sus propias decisiones sobre su forma de organización sin la intervención de agentes externos, dicho de otra manera, no hay un poder por encima del pueblo. Cuando hablamos del ejercicio de funciones públicas, independientemente de la materia, atribución o actividad que se lleve a cabo, tradicionalmente se utiliza el concepto ejercicio del poder.

La idea de ejercer el poder admite que lleva implícita la idea de ejecutar el poder, es decir, materializarlo como una tarea, función o atribución del estado; no así la idea errónea de un poderío personal de los individuos que son contratados para realizar funciones públicas, que como hemos visto, da la impresión de dominio e imperio.

Recuerdo una caricatura de mi niñez en la década de los 80 que se llama He Man y los Amos del Universo. El héroe en esta historia tomaba su espada, la cual era su fuente de poder y se transformaba bajo el grito de ya tengo el poder. Cuando recuerdo ese segmento de la caricatura, necesariamente y sin que pueda evitarlo, vienen a mi mente ciertos servidores públicos, que bajo el modelo He Man, se transforman desde el momento de tomar un cargo público y sienten ese poder bajo el grito de ya tengo el poder. Dicho de otra manera, y en términos muy mexicanos, surge de su pensamiento la idea de ya chingué, ahora puedo hacer lo que yo quiera.

Ocupar el poder público y verlo como un medio para lograr un poderío personal (entendida como la preminencia sobre otros sujetos de un grupo social) es una terrible distorsión por parte de nuestros servidores públicos y lamentablemente como sociedad sin querer la toleramos al permitir el ejercicio del poder para satisfacer intereses propios.

Por esa razón, considero que es pertinente y adecuado hablar del ejercicio de funciones públicas, y no así de ejercicio de poder. El único poder que un servidor público debe ejercer, es el poder de servir a la sociedad. El poder de servir a nuestros semejantes nos hace diferentes a las personas, nos hace ser mejores, es una oportunidad que tenemos de ser más humanos. Por otro lado, si la idea central de sentirse poderoso, es distinguirse o sentirse superior a los demás, podemos considerar que un ser excepcional o superior es el que hace lo que las otras personas no. Desafortunadamente llegar a ejercer un cargo público y ocuparlo para beneficio personal es por desgracia una conducta común en nuestros días, una conducta que como sociedad hemos normalizado. Por ello, un individuo que aspire a ser poderoso o más chingón que los demás, debería hacer exactamente lo que los otros no hacen, es decir, utilizar el cargo público para lo que originariamente es para servir a los demás.

Los cargos públicos deben ser vistos como una oportunidad de desarrollo personal y profesional invaluable. El ejercicio de un cargo público además permite demostrar la capacidad que como seres humanos tenemos para ayudar a nuestros semejantes. El poder en sí mismo no corrompe, más bien las personas se corrompen al ejercer el poder de manera indebida. El verdadero poder se debe ejercer con virtud, con honestidad, con espíritu de servir. Los servidores públicos tenemos la obligación de ejercer el verdadero poder del Estado, como un poder para servir, y no buscar aprovechar los cargos para fomentar un poderío personal, ilegítimo y efímero.

Flor de Loto: El servicio público requiere vocación de servicio y no la ambición de ejercer el poder.

*Magistrado presidente del Tribunal Electoral de la Ciudad de México