Opinión
Ver día anteriorMartes 5 de diciembre de 2017Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Ciudad Perdida

El PRI y el maquillaje del muerto

Manido discurso electoral

Violencia en la ciudad

D

icen que en la guerra electoral, pese a los organismos vigilantes de la legalidad, se vale casi de todo... bueno, hay que quitarle el casi porque frente a lo que ha sucedido en el PRI no hay explicación certera. Y es que sólo en ese partido se puede y se vale maquillar al muerto.

Sí, eso es lo que resultó ser Meade para los tricolores: el maquillaje que diera a ese partido un color ajeno al de la muerte de la que todos fueron testigos. Pero, a fin de cuentas, ¿bastará con el colorcito en las mejillas y en los labios para que se levante y gane?

Pese a la operación cicatriz que emprendieron los impulsores de Meade, que busca hacer creer que los priístas aceptan al funcionario de origen panista como uno de los suyos, hay una militancia que no quiere saber de los enredos de la cúpula y advierte que de ninguna manera acompañarán a Meade en la carrera hacia la Presidencia de la República.

La sorpresa será grande cuando algunos anuncien que, sin abandonar a su partido, apoyarán los afanes de Andrés Manuel López Obrador porque lo consideran más cercano al PRI que ellos respetan y protegen, que a Meade. Y dicen que aunque no lo anuncien, las urnas serán las que señalen su disgusto ante la opción que hallaron sus dirigentes.

Aunque se niegan a ofrecer sus nombres para evitar presiones y chantajes, explican que el cambio que requiere México no puede provenir de Meade, porque no está formado –en caso de ganar– para gestar la transformación que urge, porque es parte de una forma de pensamiento que seguirá por el camino que hasta ahora ha llevado al país a un situación de violencia y pobreza desesperantes.

Combatir la pobreza con las mismas armas que se han usado hasta hoy sería seguir aumentándola; atacar la corrupción con impunidad, como se ha hecho durante las tres décadas pasadas, cuando menos, sería provocar su incremento. En fin, ¿qué candidato podría decir que no irá en contra de la corrupción, la pobreza y la injusticia? Quien no se declarara en contra de esos flagelos desde la candidatura a la Presidencia de la República estaría fuera de la competencia, pero si la promesa proviene de los mismos que la impulsaron, será mera demagogia.

Y no se trata de no creerles, es que no pueden ejecutar un cambio porque no conocen, ni aceptan, ninguna otra forma que no sea la que debilita cada vez más a la instituciones y permite que las agencias privadas tomen en las manos el destino del país.

Y entonces las preguntas son válidas: ¿basta el maquillaje para hacer que el cadáver cobre vida? Y si gana: ¿quién nos gobernará?

De pasadita

A tontas y locas se ha respondido a la provocación que este fin de semana lanzó Andrés Manuel López Obrador desde Guerrero. La cosa es sencilla: ¿qué preferimos?, ¿una paz pactada o continuar con las muertes, cada vez con mayor saña, cada vez con más odio, cada vez en mayor número?

De muchas maneras eso podría ser la diferencia entre las propuestas de gobierno que se conocen hasta ahora. Es duro y difícil hablar de perdón y amnistía, pero es desastroso, duro y difícil hablar de que las muertes continuarán y que la violencia un día u otro tocará a nuestras puertas.

Hoy la Ciudad de México, que parecía blindada en contra de esa violencia, vuelve a vivir como en su peores días. Los asaltos –pese a las cámaras, pese a la vigilancia– y las muertes se suceden día con día. Puede ser culpa de las nuevas formas que impone la ley para castigar a los delincuentes, puede ser la enorme pobreza, puede ser lo que sea, el caso es que la violencia ya toca a las puertas de la capital del país. No lo decimos nosotros, lo aseguran los datos de las corporaciones policiacas. Es un hecho.