Opinión
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Los de Abajo

Marichy en la UNAM

L

a generación de temblor, la misma que salió a las calles a remover los escombros durante el sismo del pasado 19 de septiembre, los hombres y mujeres jóvenes que gritaron su aquí estamos y se autorganizaron para llevar comida y salvar vidas, dieron la bienvenida en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) a Marichiuy, la única precandidata a la Presidencia de México que está fuera de la clase política tradicional y de los partidos políticos que se disputan el país como si fuera un pastel.

Sin duda habrá un antes y un después del martes 28 de noviembre para el movimiento que encabeza el Concejo Indígena de Gobierno (CIG) y su vocera María de Jesús Patricio, la sanadora nahua que durante los meses recientes ha recorrido buena parte del territorio mexicano tan devastado por gobiernos y empresas trasnacionales. Marichuy ahora carga el dolor y la resistencia de los pueblos que ponen el cuerpo para salvar lo poco que queda de este país llamado México.

Su presencia en la UNAM colmó la histórica explanada de rectoría e hizo resurgir a una comunidad que bailó al ritmo de Botellita de Jerez y Café Tacvba. Marichuy es la primera aspirante a la Presidencia de México que visita el espacio universitario, foro que representa un parteaguas para quien lo pisa: o los entierra o los apuntala y, en este caso, sin duda ocurrió lo segundo.

Las historias de resistencia y el llamado a la organización de abajo es el horizonte que se despliega en cada acto, pero las firmas requeridas para registrar su candidatura siguen siendo un obstáculo a salvar. Por eso se multiplican los auxiliares dispuestos a recoger el apoyo ciudadano, no obstante la campaña de desprestigio dirigida por los sectores de la izquierda institucional que esgrimen en redes sociales un argumento imposible de sostener: el que la vincula a Carlos Salinas de Gortari que la puso para dividir el voto. A ella, que representa a los pueblos que han sido los únicos en resistir al neoliberalismo salvaje.

Es importante advertir que el CGI no cuenta con los recursos de ninguna estructura para solventar los gastos del recorrido de Marichuy y las actividades en cada localidad. Absolutamente todo proviene de la gente que organiza comidas colectivas, rifas, kermeses y proyecciones para abonar a un movimiento que se plantea hablar de cosas imposibles, porque de lo posible se ha dicho demasiado.

La visita a la UNAM, el primer espacio fuera de comunidades indígenas y del medio rural que recibe al CIG, marca un nuevo momento en la búsqueda de la conciencia colectiva de abajo. Falta lo que falta.

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