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Philip Glass con músicos wixárikas
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Los músicos wixárikas Erasmo Medina Medina y Daniel Medina de la Rosa con el estadunidense Philip Glass, durante un ensayo realizado el pasado 17 de julio en territorio wixárika, con el antropólogo Víctor SánchezFoto cortesía Víctor Sánchez
 
Periódico La Jornada
Sábado 2 de diciembre de 2017, p. a16

Hoy recomendamos un disco que suena a esto:

Emprender peregrinaje, atravesar desiertos, ascender la montaña sagrada, aspirar la fragancia de las flores del venado azul; ganar la cima y plantear preguntas al gobernador del mundo: el Sol, y descender con respuestas y compromisos que debemos cumplir. Plegarias respondidas.

El disco se titula Concert of the Sixth Sun, de Philip Glass con los músicos wixárikas Daniel Medina de la Rosa y Roberto Carrillo Cocío. Se consigue en iTunes.

Fue grabado el día en que terminó la cuenta larga, Baktun 13, del calendario maya, el 21 de diciembre de 2014 en Real de Catorce.

Es lo que escucharemos, en vivo, esta tarde, a las 17 horas en el auditorio El divino Narciso del Claustro de Sor Juana (José María Izazaga 92, Centro Histórico de la Ciudad de México).

Daniel Medina de la Rosa estará de nuevo (en voz y violín wixárica) y ahora será Erasmo Medina Medina quien active la guitarra wixárica, mientras el maestro Philip Glass participará desde el piano, en un acto ritual de profundo contenido espiritual.

Daniel Medina de la Rosa y Roberto Carrillo Cocío, quienes grabaron este disco con Philip Glass, son jicareros de su comunidad, Santa Catarina Cuexcomatitlán, Jalisco, que en su lengua llaman tapurie y es, nos indica el antropólogo Víctor Sánchez, el centro geográfico y espiritual de todo el territorio wixárika.

Su labor como jicareros consiste en visitar cada año los lugares sagrados en representación de la comunidad entera.

En las notas del cuadernillo de este disco, apunta Víctor Sánchez: la música para ellos es la voz de las fuerzas espirituales con quienes se relacionan en esos peregrinajes, pero también es la expresión de los sentimientos que experimentan en esas profundas conexiones.

Silba el viento, cantan las flores desde los cactos; los músicos wixárikas dialogan con las divinidades. Hacen sonar sus instrumentos: la leve guitarra, el minúsculo violín, la poderosa, profunda voz. Y Philip Glass los observa, con reverencia. Y hace nacer del piano sonidos géiser.

Es una música mágica, de estructuras repetitivas. Curiosamente, Philip Glass suele referirse así a su música, para negar su filiación como músico minimalista:

En su libro Palabras sin música, que fue presentado el jueves en el Museo Nacional de Antropología, Philip Glass deja en claro: “en mi caso, cuando el proceso remplaza a la narrativa, la técnica de repetición se convierte en la base del lenguaje.

Esto significa una sicología de la audición. Uno de los malentendidos más comunes respecto a mi música es que simplemente se repite de manera constante, pero, de hecho, nunca se repite, porque, si así fuera, resultaría insoportable. Lo que la hace agradable al sonido son precisamente los cambios.

Se trata de mecanismos de percepción y atención.

Explica Philip Glass: cuando alcanzamos ese nivel de atención, suceden dos cosas: una, la estructura (la forma) y el contenido se vuelven idénticos, y dos, el oyente experimenta una especie de levedad emocional. Una vez liberados de la narrativa y abandonados al flujo de la música, la leveddad que experimentamos es tan adictiva como atractiva y alcanza un alto nivel emocional.

Emocional y ético. La música de Philip Glass entraña un elevado nivel ético, un compromiso con el escucha, y por tanto, con uno mismo.

La música wixárika tiene estructuras repetitivas también, y no por eso deberían llamarla minimalista, al igual que la mayoría de las músicas rituales, o los mismos rituales místicos o de meditación, como es el caso de la recitación de mantras en las prácticas budistas.

Hemos dicho ya que Philip Glass practica, desde hace 40 años, el budismo, el taichí, el yoga y la tradición tolteca.

Desde hace 16 años viaja constantemente a territorio wixárika y asciende la montaña sagrada y camina meditando en el desierto. La música que hace con esos músicos oriundos es parte de esa práctica, y es la que tenemos ahora en este disco.

Real de Catorce, donde fue grabado este álbum, está a medio camino de la cima de la montaña sagrada que el pueblo wixárika llama La Unarre o El Palacio del Gobernador, siendo el Sol el Gobernador del Mundo. La punta de la montaña es el sitio elegido del peregrinaje que realiza el pueblo cada año hacia los lugares sagrados desde los desiertos aledaños hasta la punta de la montaña donde, a decir de los wixárikas, los elementos del mundo se ordenan.

Nos guía Víctor Sánchez: llegan con ofrendas y preguntas al gobernador y regresan con respuestas y compromisos que habrán de cumplir.

Las cuatro partes que componen este Concierto para el Sexto Sol narran la gesta completa: 1) Deer Flowers, el ascenso favorecido por la fragancia de las flores; 2) Wise Man, el encuentro con el espíritu de los ancestros; 3) Hikuri, 4) Falling Rocks, el descenso y el encuentro con el Sol.

Suena el piano como un arpa ubicada en otra dimensión, a través de un umbral metafísico, suenan sonidos que parecen a los de campanas místicas, suena el canto, suena la lluvia de luces como hilos de notas del violín y el punteo de la pequeña pero poderosa guitarra wixárika. Suena la música de Philip Glass. Suena la música wixárika. Suena la magia.

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