Opinión
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La Muestra

Good Time: viviendo al límite

M

ira los hombres caer. El territorio urbano que recorren y exploran los hermanos Josh y Benny Safdie en su cinta más reciente, el estupendo thriller Good time: viviendo al límite, es un Nueva York fantasmagórico, casi irreal, con una larga noche envuelta en luces de neón, donde no hay posibilidad de que el espectador aventure un juicio seguro y definitivo sobre la conducta de los protagonistas de una de sus muchas tramas delirantes.

En colaboración con Ronald Bronstein, Josh Safdie ofrece un guion perfectamente controlado y a la vez absurdo. Constantine Nikas Connie, (Robert Pattinson), delincuente de poca monta, secuestra de un consultorio médico a Nick, su hermano mentalmente discapacitado, para que lo acompañe (con todas las torpezas previsibles) en un asalto bancario. Cuando la operación falla y el cómplice es atrapado por la policía, Connie hará lo imposible por rescatarlo del hospital donde permanece confinado, sólo para secuestrar esta vez a un paciente equivocado, que resulta ser un ex presidiario.

A partir de esta propuesta de cine de suspenso que muy pronto se vuelve una comedia de enredos en cadena, los también realizadores de Ni el cielo sabe qué (Heaven knows what, 2014), estiran hasta el absurdo más jocoso toda una noche de tribulaciones en el barrio neoyorquino de Queens que guarda cierto eco con Después de hora (After hours, 1985), de Martin Scorsese, con la enorme diferencia de que el lunático Pattinson de mirada vidriosa es todo lo contrario de aquel Griffin Dunne sobre quien se abatían las desventuras de una larga noche trepidante. El vampiro seductor de Crepúsculo (Twilight, Cullen, 2008) es aquí el propiciador involuntario, aunque siempre cínico, del caos apabullante que muy pronto lo desborda.

Hay incorrección política en prácticamente cada escena de la cinta, desde la ambigüedad moral –empatía total y total falta de respeto– con que el asaltabancos Connie trata a su hermano discapacitado, o a su novia (Jennifer Jason Leigh), pasiva y complaciente, o a los afroamericanos, de cuya fisionomía se sirve, en máscara de hule, para cometer sus fechorías, o a quienes puede seducir para facilitar su fuga (el caso de la adolescente Crystal, literalmente pasmada por su apostura) o a los que puede someter con un mínimo de resistencia (como el guardián de Adventureland, parque de diversiones que resguarda un botín preciado). Nada de esto les quita por supuesto el sueño a los hermanos Safdie, quienes en materia de irreverencias parecen ser ya grandes expertos. Lo notable es el retrato complejo y fascinante que logran de Connie, pillo amoral por excelencia, tan seductor y turbio como los mismos territorios que por un tiempo él hace suyos y que finalmente lo avasallan. Esta cínica parábola en clave de neo-noir es hasta el momento el logro más redondo de esta dupla de realizadores independientes. Se exhibe en la sala 10 de la Cineteca Nacional, a las 15 y 21 horas.

Twitter: @CarlosBonfil1