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Pobreza y crecimiento
E

n septiembre de 2015 el gobierno mexicano, junto con muchos otros del mundo, acordaron los Objetivos de Desarrollo Sustentable (ODS), que daban continuidad al importante esfuerzo acordado en 2000: los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) 2000-2015. Desde que se anunciaron los ODM China ha logrado que cerca de 400 millones de personas hayan salido de la pobreza. El Banco Mundial en su página sobre China reconoce que desde que se iniciaron las reformas de mercado en 1978, China ha sacado de la pobreza a más de 800 millones de personas. El presidente Xi Jinping ha declarado que China ha logrado sacar de la pobreza a más de 700 millones de personas y ha mejorado el nivel de vida de mil 300 millones de chinos. Más alla de las impresionantes y diferentes cifras, el dato relevante es que ha habido un significativo aprovechamiento de un vigoroso proceso de crecimiento económico para mejorar las condiciones de vida de millones.

En México también se dieron reformas de mercado y ocurrieron en tiempos cercanos a las de los chinos. Por supuesto México no ha vivido un proceso vigoroso de crecimiento, sino lo contrario: un crecimiento cuya mediocridad es su característica. Los datos sobre mexicanos viviendo con ingresos superiores a la línea de bienestar se han mantenido alrededor del 50 por ciento de la población, aunque en años recientes han disminuido a niveles de 45 por ciento. En la más reciente medición Coneval ha señalado que 53.4 millones de personas, equivalentes al 43.6 por ciento de la población nacional, están en situación de pobreza.

Los ODS plantean que el mundo debe eliminarla pobreza para 2030. Para ello se requiere un crecimiento económico inclusivo, con empleos sostenibles y que se promueva decididamente la igualdad. Esta pobreza se define a partir de una línea de ingresos de 1.25 dólares diarios. El presidente chino ha planteado que para 2020 debe erradicarse la pobreza rural, en la que actuamente están 43 millones de personas. Según el planteo de Xi esta meta es prioritaria en las líneas de acción acordadas en el congreso del partido gobernante.

En México, a punto de iniciarse el proceso de renovación del mandato presidencial, al momento de resolver las candidaturas del PRI y del Frente formado por Acción Nacional, PRD y MC, y teniendo candidato decidido en Morena, el tema de la erradicación de la pobreza no aparece. El gobierno de Peña Nieto al firmar los ODS se comprometió a que en 2030 se erradicara la pobreza extrema y se redujera a la mitad la proporción de personas que viven en condiciones de pobreza. La meta firmada implica reducir la proporción de pobres a 23 por ciento. El esfuerzo debe encaminarse a que por lo menos 25 millones de personas lograran salir de la pobreza.

En los propios ODS se advierte que para lograr esta meta es menester garantizar una movilización de recursos suficiente para poner en práctica programas y políticas encaminadas a resolver la pobreza en todas sus dimensiones. Los próximos seis años serán decisivos en la posibilidad de que logremos erradicar la pobreza en los términos descritos. Se requerirán esfuerzos decididos que posibiliten que el Estado sea capaz de ordenar los trabajos que diversos sectores de la sociedad deberán llevar a cabo. Para ello deberá contar con la capacidad financiera necesaria para instrumentar programas relevantes, controlados verdaderamente por la sociedad, de modo que puedan conseguir las metas que se proponga y que, además, no puedan ser usados con fines clientelares, como ocurre con los programas sociales que actualmente se realizan.

Por supuesto que declarar no significa resolver. La meta acordada por los chinos no es fácilmente conseguible. Implica que la politica china llegue a las pequeñísimas aldeas lejanas, que carecen de las condiciones básicas para una vida con niveles de bienestar adecuados. Pero habrá programas específicos que se lo propongan y se revisarán periódicamente los resultados. En México lo que se requiere es plantearse explícitamente la urgente necesidad de erradicar la pobreza. Para ello es precisa una modificación significativa de la política social, que altere sus formas de funcionamiento para garantizar que no se corrompa, ni partidice. Pero no sólo esto. Hace falta que logremos un vigoroso proceso de crecimiento que ponga en el centro la lucha contra la pobreza y la desigualdad. De eso debiera tratarse la discusión política electoral.