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Mr. First
L

os dos lemas fundamentales de la campaña de Donald Trump: Make America Great Again y America First se han convertido en un boomerang y amenazan con decapitarle la cabeza.

En cuanto a hacer América grande otra vez, no parece haber logrado su propósito. Si bien la economía marcha bien y esto fue una de las principales herencias de su predecesor (quien no pudo decir lo mismo de Mr. Bush), todo lo demás está patas para arriba.

Ya lo dijeron en dos discursos paralelos y sin siquiera nombrarlo, los ex presidentes Bush y Obama que pusieron los puntos sobre las íes y dejaron en evidencia el desastre de la administración Trump en sus primeros 10 meses de mandato. Volver al tono, al profesionalismo y presidencialismo de las administraciones anteriores, es precisamente devolverle a Estados Unidos el mucho o mediano lustre y decencia que pudo tener en épocas anteriores.

Hay que reconocer, que incluso una frase sesuda y bien pensada del discurso de George W. Bush opacó la espontaneidad de la oratoria de Barack Obama, por su profundidad y pertinencia: Hemos visto el nacionalismo distorsionarse en nativismo y hemos olvidado el dinamismo que siempre trajo la inmigración a Estados Unidos.

Pero donde Trump ha dado el ejemplo, una y otra vez y hay que reconocerlo es en su marcada tendencia narcisista y supremacista, de ser él primero, el mejor.

La última impertinencia tiene que ver con Puerto Rico y su desastrosa intervención, ante un territorio devastado por el huracán María, que no por ser colonial libre y asociado, deja de tener derechos y de ser estadunidenses sus ciudadanos. Ante la exigencia pública de ayuda, calificó de exageradas las peticiones, denostó a sus autoridades calificándolas de tener un pobre liderazgo, simplemente por que le hicieron un reclamo y luego humilló al pueblo de Puerto Rico calificándolo de pedigüeño. Finalmente, fue a la isla a tirar tollas de papel, como gran obra y consuelo. Lástima que ninguno de los asistentes, se la hubiera devuelto de la misma forma. Esos son los modales de Trump.

Y ahora, semanas después y frente al humillado gobernador de Puerto Rico Ricardo Roselló, califica su intervención con respecto a la respuesta a los devastadores huracanes de Texas, Florida y Puerto Rico, afirmando que fue 10 sobre 10. Se trata de una autoevaluación obviamente y en este campo no admite otras opiniones.

La penúltima, se refiere a su peculiar carisma, conmiseración y simpatía que lo indujo a afirmar, que el enviaba cartas y hablaba por teléfono personalmente, con los familiares de soldados caídos en el cumplimiento de su deber. Y como él es primero y mejor que todos sus antecesores, tuvo que echarle tierra a Obama, Bush y demás ex presidentes. Él había demostrado ser más compasivo y respetuoso que los demás. Hasta que la esposa de uno de los soldados caídos y los que la acompañaban, manifestaron públicamente la manera tan informal e inadecuada en la que se había dirigido a los deudos, recordándoles que ellos sabían sabían en lo que se había metido.

También fue el primero en defender a la bandera y al himno nacional, frente a la protesta de algunos jugadores de la NFL que se arrodillaban en actitud respetuosa, pero contestataria, ante un símbolo, un país y unas autoridades, que no reconocen que la vida de las personas negras también importan. Su afectada indignación ante la protesta, lo llevó a sugerir el despido inmediato de los deportistas que se sumaron a la protesta, como si estuviera en su programa televisivo de El Aprendiz y no en la Presidencia de un país.

America First, se ha convertido en Trump First, que a empujones se abre paso para salir en primera fila para la foto y dejar atrás, en segundo plano, a los demás dignatarios en una reunión de pares.

Hay que reconocer que sus asesores, le advirtieron oportunamente, que en las Naciones Unidas, no podía esgrimir su lema de America First con la total naturalidad e impunidad con la que suele hacerlo. Y tuvo que admitir, que así como el defendía en primer lugar los intereses de Estados Unidos, los demás países también tenían el derecho de decir, afirmar y exigir que sus intereses son primero.

Sin duda un buen punto, para tomarse en cuenta, en la negociaciones del TLC. La pretensiones de EU, son tan legítimas como las nuestras. Y si los vecinos son proactivos y explícitos en manifestarlas hay que proceder del mismo modo.

Make America Great Again, también fue parafraseado de manera socarrona como Make America White Again, que responde de manera más directa con los electores de Trump y con sus propios intereses y pensamientos. Lo dejó muy claro cuando tuvo la oportunidad única de deslindarse, de borrar las sospechas de racismo que rondan su cabeza, sus propuestas y actitudes y marcar una línea de separación con los supremacista blancos, nativistas, xenófobos y neonazis que se manifestaron en Charlottesville, Virginia. Pero no pudo, siendo el un narcisista por excelencia, no podía pegarse un tiro en el pie y negar su propia realidad de marcado supremacismo.

Las cosas han llegado a tal grado que varios senadores republicanos se han deslindado de las bajezas y extravagancias del inquilino de la Casa Blanca y han dicho textualmente que Trump será recordado por el nivel de degradación que ha llevado a la nación.

Es ahí, donde cobra un nuevo sentido el lema de volver al pasado de grandeza, sobriedad y prudencia que tuvo la Presidencia y no la payasada en la que se ha convertido.