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Sinestesia en el Cenart
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El compositor francés Olivier Messiaen (1908-1992)
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Steven Osborne, pianista escocés, interpretará Veinte miradas al Niño Jesús, obra de Olivier Messiaen, el jueves 2 de noviembre a las 20 horas en la sala Blas Galindo del Centro Nacional de las Artes (Cenart), como parte del Festival Internacional de Piano En Blanco y Negro
 
Periódico La Jornada
Sábado 28 de octubre de 2017, p. a16

Hay una música callada, quieta, leve y al mismo tiempo grita, asciende, se curva, da un rodeo, susurra y vuelve a estar callada y quieta. Se contonea. Su devenir sinuoso contiene el poder curativo del mantra, la magia rítmica de la antigua India, la gracia y ternura de un bebé por igual que el poder del trueno, el estallido mudo del relámpago, el trinar de un ave y, a decir de su autor, la dorada majestad de “la parole toute-puissante”. La palabra todopoderosa.

Hay una música que se puede ver, mirar percibir claramente en sus contornos, brillos, contoneos. Se palpa.

Es la música de Olivier Mes-siaen (1908-1992), un compositor sinestésico.

La noticia formidable es que esa música increíble podrá escucharse ¡en vivo! la noche del jueves 2 de noviembre en el auditorio Blas Galindo (el Blasga) del Centro Nacional de las Artes (el Cenart).

Se celebrará así como se debe a Olivier Messiaen, al cumplirse un cuarto de siglo de cuando dejó el cuerpo físico.

Steven Osborne, escocés, será quien haga historia, pues la partitura que interpretará esa noche es un monumento sonoro de 132 minutos de duración, alta complejidad interpretativa, tan difícil de ejecutar como exigente ante el escucha porque en esta obra Messiaen lo pide todo: abrir el corazón, no solamente los oídos.

Quien escucha esta música resulta bendecido, literalmente, porque se trata de una experiencia mística y al mismo tiempo muy sencilla. Viene a mi mente una página de Paul Auster (Poloster) donde el protagonista toca el límite del clímax, el aura de la divinidad, cuando experimenta ese acto ritualístico y simple que consiste en manejar, estar al volante dentro de un auto, de noche, y escuchar música. Meditación de atención consciente, le llaman los budistas. El mantra del alma.

La obra que Steven Osborne interpretará la noche del 2 de noviembre en el Blasga del Cenart, tiene un título no solamente hermoso sino ilustrativo, en el más amplio sentido de esa palabra: Vingt Regards sur l’Enfant-Jésus.

Veinte miradas al Niño Jesús.

Dije título ilustrativo porque si escuchamos como pide el autor, Messiaen, a corazón abierto, observaremos, veremos, miraremos los sonidos.

Recordemos que Olivier Messiaen desarrolló la capacidad que todos tenemos, pero sólo unos cuantos cultivan: la sinestesia, que consiste en la puesta en acción de dos o más sentidos, en este caso el oído y la vista.

Es decir: si escuchamos con atención la música de Messiaen, si dejamos fluir, escucharemos colores, que están en la partitura escritos con esa intención, así como lo hizo en su momento el compositor húngaro György Ligeti, sinestésico también.

Existen varias excelentes grabaciones discográficas de esta obra de más de dos horas de duración, generalmente en álbumes de dos o de tres discos, de manera semejante a la otra obra maestra de Messiaen: Catalogue d’Oiseaux (Catálogo de aves), resultante de su profesión de ornitólogo: cada madrugada caminaba hacia las afueras de París con su esposa, Yvonne Loriod, para observar, escuchar y disfrutar el canto de las aves, a las que Messiaen nombró toda su vida como los mejores músicos del mundo y anotaba en papel pautado esos cantos para re-elaborarlos en sus partituras.

Además de los discos compactos en las tiendas, en Spotify tenemos también opciones para asombrarnos con el efecto mágico que rinde la escucha de esta obra: Vingt Regards sur l’Enfant-Jésus y entonces vemos los dedos del pianista hundirse entre las teclas y vemos salpicar colores. Vemos a una hermosa sirena que sonríe, se lanza al agua y nos salpica la camisa con gotas de agua de colores. Rojo, rosa, azul tenue, violeta. Dorado. Un hermoso géiser dorado que sonríe.

Dije título ilustrativo, Veinte miradas al Niño Jesús, porque vemos al Niño Dios rodeado de su padre, su madre, los ángeles, las estrellas. El Misterio, que así le llaman a ese conjunto escultórico en los Nacimientos que desde niño escenifican, es decir realizan un montaje escultórico mi madre y mis hermanas en mi casa cada Navidad en Córdoba, Veracruz: un teatro con música silente, que suena en el alma, y figuritas de cerámica, barro y cartonpiedra en miniatura. Con su heno, su musgo, sus ríos de papel plateado, sus pastores, gallos, borreguitos…

El misterio. La música de Messiaen es un misterio.

Si escuchamos como pide el autor, a corazón abierto, observaremos que el título describe un juego de perspectivas: vemos colores, vemos la música desde distintos ángulos, espacios, perspectivas. Cada una de estas Veinte Miradas es una perspectiva distinta, un punto de observación diferente. Transposiciones. Vemos desde posiciones cambiantes. Como un cuadro de Escher sonante.

Messiaen nos da la guía, con los subtítulos que da a cada uno de los 20 fragmentos que forman (en semejanza voltaica a las Variaciones Goldberg de Bach): La mirada del padre, de las estrellas, del silencio, la mirada de las alturas, la mirada de los ángeles, la mirada de la palabra todopoderosa, como dicen algunos de esos subtítulos gloriosos.

Olivier Messiaen es autor de música religiosa, aserto que suele encasillar, reducir o lanzar a la incomprensión a un autor. Baste decir que el poder de la música de Messiaen es tan grande, que alcanza la dimensión de un místico. Sus Veinte miradas al Niño Jesús resultan así una meditación profunda, de la que salimos enriquecidos espiritualmente. Miramos sonidos. Miramos miríadas. Paraísos. Escuchamos colores. Sinestesia.

Messiaen define, contundente: he intentado ser un músico cristiano y proclamar mi fe a través de los sonidos, sin lograrlo. Lo que puedo decir es que prefiero la música que es iridiscente, sutil, incluso voluptuosa. Una música que cante. Que sea sangre nueva, un gesto distintivo, un perfume desconocido. Una música que exprese el final de los tiempos, la ubicuidad, los cuerpos gloriosos y los misterios divinos y sobrenaturales. Un arcoíris teológico.

Lo dicho: colores.

La gran oportunidad de escuchar colores y de disfrutar de un acontecimiento musical de esos que pocas veces ocurren en la vida: la interpretación completa de la obra monumental de Olivier Messiaen titulada Vingt Regards sur l’Enfant Jésus, ocurrirá la noche de este 2 de noviembre en el auditorio Blas Galindo del Cenart, con el pianista escocés Steven Osborne, como parte del excelente Festival Internacional de Piano En Blanco y Negro, que se pintará, entonces, de colores.

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