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Esa música folclórica tiene infinitos rostros, dijo el acordeonista Chango Spasiuk

El chamamé argentino tomó la ex Hacienda de San Gabriel en la capital cervantina de América
Enviada
Periódico La Jornada
Viernes 20 de octubre de 2017, p. 4

Guanajuato, Gto.

Las sonoridades del chamamé argentino tomaron la ex Hacienda de San Gabriel de Barrera, gracias a la calidad y carisma del acordeonista Chango Spasiuk (Apóstoles, 1968) y su quinteto. Horacio Eugenio, su nombre de pila, dijo en entrevista que le dicen Chango, que significa niño, desde antes de empezar a tocar acordeón a los 10 años. Su apellido es de origen ucranio, pues sus padres emigraron a Argentina.

En cuatro décadas de trayectoria Spasiuk ha pasado por un montón de momentos musicales, desde tocar en un cumpleaños, un casamiento, ser un mal músico de baile y de concierto hasta aprender muchas cosas en el camino y tratar de encontrar mi sonido. En ese lapso también han aparecido muchas personas y músicos con los que Chango ha desarrollado diferentes proyectos.

Actualmente su música se expresa mediante los instrumentos vistos en el concierto: violín, violonchelo, percusión, guitarra y acordeón, que ofreció en la edición 45 del Festival Internacional Cervantino, cuya sonoridad es el centro de gravedad de mi música.

¿Cómo es esa sonoridad? Es mi manera de entender la tradición del chamamé, música folclórica muy poderosa del noroeste de Argentina, que tiene infinitos rostros y muchas maneras de tocar en sus formas tradicionales y su modalidad más contemporánea. He nacido en ella y he buscado mi modo de entender y expresarla. Ni esfusión ni mezcla; es un simple desarrollo personal de una tradición en la cual nací.

Una manera de ser, de vivir

Spasiuk precisó que el chamamé se toca en seis provincias: Misiones, Corrientes, Entre Ríos, Chaco, Santa Fe y Formosa, a la vez que incluye al gran Buenos Aires por la cantidad de provincianos que allí viven. Esta música folclórica también moviliza parte de Paraguay y Uruguay, así como del sur de Brasil. Entonces, es como el Mercosur antes del Mercosur, dice con humor.

El chamamé, prosigue, no es sólo un ritmo mestizo y criollo, muy parecido al huapango de México en seis por ocho, sino una manera de ser, de pararse, de vivir en esa región del país. Tiene mucho que ver la inmigración en la provincia. Misiones, de donde vengo, región fronteriza con el sur de Brasil y Paraguay, ha recibido muchos inmigrantes. No sólo se toca el chamamé, sino polkas, chotis, valses y otros elementos con sonoridad más europea, aunque forman parte de la música folclórica del lugar.

Explicó que la palabra chamamé viene del guaraní. Sin embargo, después vinieron los jesuitas que tocaron música barroca en la selva, también llegó la música mestiza y criolla, y las poblaciones africanas que influenciaron todo el folclor de Sudamérica. Luego arribó el inmigrante con el acordeón.

No obstante todas esas capas superpuestas, “muchas simpatizan con la idea de que chamamé significa ‘doy sombra menudo’. Es una imagen metafórica y alegórica de un mundo sonoro en el que se siente protegido”.

La mayoría de las piezas del concierto son de la autoría de Spasiuk. Sin embargo, quien ha nacido de esta tradición no puede dejar de tocar a los compositores arquetípicos del chamamé, como Mario del Tránsito Cocomarola.