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No Sólo de Pan...

De las esperanzas y miedos alimentarios

A

limentarse es una necesidad biológica, compartida por todas las especies vivas a través de sistemas que, en principio, tienen las mismas funciones: integrar materias exógenas, aprovechables por las células para su propia reproducción y la de todo el organismo conservando su equilibrio vital. Mientras que comer implica la acción de una parte de dichos sistemas, en el que participa una boca y otros órganos, propios a los seres del reino animal. En cuanto a lo alimenticio, define las propiedades nutricionales de los alimentos, y alimentario es un adjetivo que sólo califica lo que es comestible sin que sea necesariamente alimenticio.

Desde que se tiene memoria en la historia de la humanidad han existido tabúes alimentarios generados por razones religiosas, simbólicas, sanitarias, sicológicas e incluso afectivas; tabúes que practican unos pueblos, pero que no lo son para otros, como en el reconocido ejemplo de la carne de cerdo, prohibida su ingestión entre practicantes de las religiones judía y musulmana, sin contar a gran parte de brahamanes y budistas, pero cuya carne es ampliamente difundida y muy apreciada en el mundo cristiano y en el Extremo Oriente. Del mismo modo, la carne de bovino, que ningún hinduista histórico y presente probaría, fue proscrita en Occidente durante varios años recientes, a raíz de la enfermedad de la vaca loca (Bovine spongiform encephalopathy) incitando al vegetarianismo o veganismo definitivos a un importante sector de la población mundial. Por su parte, los hongos, aparentados a lo siniestro a lo largo de la historia, por el medio oscuro y húmedo donde se desarrollan y por sus extrañas formas y matices, se les atribuyen propiedades amenazantes (muerte, locura), sin por ello dejar de ser materia prima medicinal y gastronómica en muchas tradiciones.

Hoy día, la alimentación toca más que nunca los extremos de la saciedad y el hambre, de su fabricación masiva obedeciendo a fórmulas químicas con base en productos sintetizados, y el de su cada vez más reducida oferta en productos frescos del campo, de la elección forzada por la omnipresencia mediática de ciertos productos en la vida cotidiana y del conocimiento informado, pero cuantitativamente escaso y limitado a ciertos sectores de la población. En suma, la alimentación se encuentra entre las esperanzas y los miedos alimentarios. Porque las llamadas redes sociales vehiculan tanta información como puntos de vista opuestos, y el consumidor, cualquiera sea su categoría de ingresos y nivel de estudios, se confunde o se halla francamente perdido en cuanto a la relación real entre lo que come y lo que padece, entre sus enfermedades y sus posibilidades de curación a través de los alimentos.

Recientemente leí varios artículos sobre la curación del cáncer a través de ciertos alimentos, tan bien fundamentados que no dudé en adoptar sus métodos si llegara a padecer la terrible enfermedad. Pues, sucede que días después, caí sobre una información diametralmente opuesta, donde se explica, y ejemplifica con casos reales, que quienes se sumaron a la medicina alternativa no sobrevivieron como otros personajes conocidos que también tuvieron cáncer y siguen entre nosotros. Las acusaciones mutuas, de un lado contra la industria farmacéutica que desautorizaría la medicina alternativa, incluida la homeopatía, para no perder su mercado multimillonario y, del otro, de médicos especializados contra los charlatanes de las curaciones milagro que con sus técnicas sólo roban y matan a sus seguidores, no ayudan al público inocente.

Una campaña, que no se realizará en este sexenio, por fortuna cuasi extinto, donde autoridades de la salud, la química de alimentos, la farmacopea, la producción agropecuaria y la alimentación en todas sus ramas, promueva la investigación sin a priori, los debates públicos e informe sin el peso de intereses personales, comparando los datos de nuestro país con los de otras naciones, debería darnos, a todos y cada uno de los habitantes de México las opciones válidas para escoger las dietas adecuadas a nuestros males y vivir sin miedo. Porque del modo como hoy están las cosas vamos a tientas por la telaraña virtual, entre los miedos y las esperanzas en los alimentos, pero colaborando a saber con qué perversos intereses.