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Ruta Sonora

U2 en México: un respiro de luz tras la tormenta

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El concierto de U2 fue una velada que devino una galaxia de esperanzaFoto Chino Lemus-Ocesa
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inguna canción puede sanar o resarcir las pérdidas que han sufrido en las últimas semanas; pero lo más que tenemos son estas canciones. Trataremos de alegrarlos aunque sea un poco... trataremos. Ésta va por todos los que fallecieron en Chiapas, Oaxaca, estado de México, Puebla, Morelos, Ciudad de México…”, dijo notoriamente conmovido, la noche del miércoles, a punto de terminar su segundo concierto en México (quinta visita del monumental grupo irlandés U2 a nuestro país), dentro de la gira por los 30 años de su emblemático álbum The Joshua Tree, el cantante Paul Hewson, Bono, poco antes de entonar la canción One, del Achtung Baby! (1991), que habla de unidad: Tenemos que apoyarnos los unos a los otros; no hay mal que por bien no venga, agregó en español, ante el despliegue de una gran bandera mexicana en pantallas, antes de que las lágrimas derritieran los 60 mil corazones que atiborraban el Foro Sol, entre luces de encendedores y celulares: la velada devino, durante dos horas, una continua galaxia de esperanza. Ya al inicio habría cantado, sobre ese portento de canción que es Bad (de The Unforgettable Fire, 1984), la frase: We can be heroes, just for one day, de David Bowie: ¡Ustedes son héroes!, agregó.

Las expectativas ante una banda cuyos momentos de gloria creativa quedaron atrás, van bajando, mientras no ofrezca música tan buena como la que les endiosó. Sin embargo, en esta gira, a pesar de ser de revival, el grupo volvió a conectar espiritualmente con la gente, de forma atemporal, como hace mucho no hacía. Bono y amigos denotaron una nueva reflexión, ya bajados de la maquinaria espectacular.

A diferencia del circo escénico que solían manejar desde los años 90 hasta 2011, ahora traen una escenografía austera, donde sólo destaca una gran pantalla de alta resolución (a la usanza de Roger Waters) con fotografías minimalistas, poéticas, híper-realistas, de paisajes y personas comunes, vulnerables, hermosas, y los músicos turnándose del escenario principal a uno pequeño en medio del público, ya tradicional en ellos. U2 se vuelve a mostrar crudo y desnudo, como lo hacía desde 1976 hasta el magnífico Rattle and Hum (1988), para que el poder de sólo cuatro instrumentos y de la emoción expuesta, sea lo que destaque, sin parafernalia.

Cuando Bono habla de los temas que nos preocupan en México, luce sincero; realmente se lo compras. El grupo está enterado de lo que pasa, sabe dónde está parado. El cantante se mueve mucho menos que antes, ya no alcanza sus viejos agudos, pero a cambio ofrece un lenguaje corporal que inspira calma e introspección, lo cual se torna más poderoso, que si se agitara a lo Mick Jagger. Así, se burló de Donald Trump: “Dreamers: sus sueños son reales, más fuertes que cualquier muro”; hizo votos por que en México haya lugar para la paz y la compasión, y homenajeó con Ultraviolet a las mujeres del mundo: la casa descansa en los hombros de una mujer; en pantallas desfilaron desde la Comandante Ramona hasta Carmen Aristegui y el movimiento anti-feminicidios #NiUnaMenos, pasando por Salma Hayek, Rosario Castellanos, María Félix, entre muchas otras del orbe.

Musicalmente, en vivo los sonidos vaqueros, originales, sin género, derivados del blues sin serlo, del Joshua Tree, renacen con fastuosa dignidad, sin sonar anquilosados, sino llenos de gran fuerza, sobre todo en su lado B, muy por encima de sus choteadas When the streets have no name, I still haven’t found what I’m looking for, o la odiosa With or without you. En Bullet the blue sky, una de las mejores canciones en toda su historia, y en Exit, el manejo de la tensión y el misterio atmosférico, al lado del personaje teatral de Bono sin gafas con sombrero forajido, trajo de vuelta al grupo de voz feroz y corazón abierto que le encumbrara a fines de los años 80, materializado por el golpeteo preciso y marcial de Larry Müllen Jr, el bajeo post-punk del más roquero de los cuatro, Adam Clayton, y la guitarra vertiginosa, mántrica, de Dave Evans The Edge, también en coros que le hacen el paro machín a Bono. En Mothers of the Dissapeared, tras arengar: “¡el pueblo venceráaaa!” en español, ante una fila de mujeres en pantalla con veladoras, Bono se hincó a modo de rezo, quitándose el sombrero. Al inicio del show, habían ya arrojado sus clásicos Sunday Bloody Sunday (tristemente ad hoc con la masacre de Las Vegas), New Year’s Day (ambas del War, 1983), la citada Bad y Pride (del Unforgettable...). Cerrarían ligeros tras tanta densidad, con sus recientes Beautiful Day, Elevation (ambas del 2000), Vertigo (2004) y The sweetest thing (lado B del Joshua...).

Es conmovedor ver resurgir con humildad a una banda histórica que, a sabiendas de que quizá no vuelva a crear música como la previa, tenga al menos el auto-respeto de recrear sus mejores piezas, ejecutándolas mucho mejor que antes, con la sabiduría que dan los años, cuando queda claro que menos siempre será más. Felicidad y alivio: un respiro de luz para estos días tan grises (conciertos: www.patipenaloza.blogspot.com).

Twitter: patipenaloza