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Buscando la aguja en el pajar
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estructurar al Sistema de Seguridad. Inexplicablemente el llamado Sistema de Seguridad Pública, si de algo carece es de ordenación, establecimiento de prioridades, programas integrales, compartimiento de inteligencia, formación académica suficiente, supervisión y controles. Ya son 20 años de improvisaciones ante un creciente problema, abundan las reacciones circunstanciales, innovaciones sin sustento, sin evaluaciones auténticas y menos correcciones. Todo es plausible según su Consejo Nacional.

Una revisión del desarreglo sorprenderá, y en parte explicará el porqué de la violencia que sufrimos: hay fallas estructurales intocadas. México vive el riesgo de extraviar su rumbo, de perder su gran acuerdo para vivir y progresar, está en el filo de cambiar involuntariamente su destino.

De existir una voluntad reformatoria, esta debe asumir que una de las decisiones debe ser reformar la Ley General de Seguridad Pública, reglamentaria del artículo 21 constitucional, que creó al Sistema Nacional de Seguridad Pública con su principal integrante, el Consejo Nacional y sus conferencias de Procuración de Justicia, de Seguridad Pública, del Sistema Penitenciario, de Seguridad Pública Municipal y al Secretariado Ejecutivo del Sistema, burocracia pesadísima que ha demostrado ser sólo una instancia de uso político. En los ya largos nueve años de existencia poco puede acreditar que no sea solamente cosmético. Urge de manera inaplazable una recomposición del sistema.

Simultáneamente está la urgencia de restructurar los recursos de la inteligencia en apoyo a la seguridad pública, haciendo real el concepto de Inteligencia Criminal, hoy sin presencia. La forma en que operan hoy esos recursos, (SG, SRE, Sedena, Semar, SHCP y PGR) sin interconexión son dispendiosos en proporción a su potencial. La prueba está en que las grandes aprehensiones o abatimientos de que presume el gobierno, son resultado de información entregada por agencias estadunidenses o por los viejos recursos de la delación y el soplo.

Nunca se aprehenden cargamentos de armas de fuego de alta tecnología, de las que emplea el gran crimen, ¿por qué, no tenemos inteligencia al respecto, falta colaboración de EU o no se quiere molestar a los dealers o desde adentro alguien sopla? En tal razón debe preocupar que el delicadísimo rubro de la Contrainteligencia Criminal está olvidado, sigue siendo una amarga verdad que el hampa sabe más de la policía que la policía del hampa.

Dentro del mismo esfuerzo de difíciles decisiones está la ubicación y futuro de los contingentes de la Policía Federal y funciones similares, como la penitenciaria. La Policía Federal es una pieza fundamental para dar la respuesta relativamente pronta que la sociedad espera. Influyen mucho su dimensión (40 mil efectivos), cohesión de cuerpo, cierta profesionalización y amplios recursos a pesar de ser insuficientes. La Policía Federal influye y es influida en su existencia y funciones por ese otro producto del abandono oficial que son las policías estatales y municipales.

Su errática integración dio al traste al proyecto original de 1999, que como base esencial tenía a la sencillez. Creció a golpes de inspiración o complacencia de los titulares de las secretarías de Seguridad Pública y Gobernación. Nunca hubo un proyecto director de mediano y largo plazo.

Otro problema son las empresas de seguridad privada, incluidas las escoltas personales, que han crecido a voluntad de sus dueños sin comprometerse con el interés general en una concepción de integración que no existe. No se sabe el papel de beneficio común que debieran jugar en el complejo mundo de la seguridad pública. Qué hacer con ellas es otro enigma.

Finalmente, los dos temas de mayor conflictividad política serán: 1. La definición de cuál será la actuación de las fuerzas armadas en su conjunto respecto del crimen. El mayor reto a la creatividad, responsabilidad y respeto a la ley, será sin elusión posible decidir lo que convenga para terminar con ese falso y penoso binomio de fuerzas armadas/policía, penoso porque muestra la incapacidad en 20 años de crear una policía confiable.

2. La definición de esferas de actividad entre Sedena y Semar que frecuentemente genera duplicación de esfuerzos, fricciones y cada vez más evidente, una peligrosa rivalidad. ¿Por qué la rama militar se encuentra segmentada en dos: ejército y armada y en franca competencia que es tolerada y hasta auspiciada por su mando supremo y no existe un mando común?

Una solución definitiva a todas estas omisiones y contradicciones del Sistema Nacional de Seguridad Pública es imperiosa. Se impone una solución global, ninguna de los componentes del sistema puede alterarse sin riesgo de un mayor desarreglo general. Para no potenciar al crimen, la definición que se dé en este espinoso asunto debe hacer compatibles y garantizar una mayor eficiencia en tareas de seguridad pública, respeto a los derechos humanos y preservar la dignidad de las fuerzas armadas. Continuar con todos estos desatinos, vacíos y ambigüedades es ya un peligro para la estabilidad y propulsión de nuestros grandes propósitos nacionales. ¡Alguien deberá responder!