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19/S: El dolor y la esperanza
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ace unos días se desplomó parte de la cúpula de la parroquia de Nuestra Señora de los Ángeles, que mostraba seve-ros daños como consecuencia de los sismos que sufrió la ciudad en semanas recientes.

El tesoro del santuario que se levanta frente a una plaza en el barrio de los Ángeles, en el corazón de la colonia Gue-rrero, es la imagen de la santa titular. Pintada en un muro de adobe que se venera en este lugar desde hace alrededor de 400 años, tiene una añeja leyenda. Cuenta que después de la terrible inundación que azoló la capital en 1580, apareció entre las aguas un lienzo con una hermosa imagen de María Santísima rodeada de ángeles.

Fue recogido por Izayoque, noble indígena, quien le cons-truyó una sencilla capilla de adobe para venerarla, misma que fue varias veces reconstruida por sufrir temblores e inundaciones sin que la Virgen sufriera ningún daño. Esto le creó gran fama y atrajo multitudes a visitarla.

Cuentan las crónicas que era tanta su gloria, que en el siglo XIX se edificó en el mismo lugar una enorme iglesia, cuyo interior se atribuye a Manuel Tolsá. Por estar en una zona pantanosa padeció frecuentes inundaciones, que hicieron necesario repararla múltiples veces, hasta que a finales del siglo XIX, con el apoyo del arquitecto Emilio Dondé y la colaboración vecinal, se reconstruyó totalmente. El resultado fue un enorme templo con 12 altas columnas de cantera con elaborados capiteles y una gran cúpula coronada con una linternilla de cuatro metros.

Ante el profundo desazón de la comunidad, a los pocos años la estructura se cuarteó y los muros se hundieron desigualmente, con peligro de derrumbarse. Nuevamente se iniciaron las gestiones para su reparación y en esta ocasión, de 1907 a 1912, se llevó a cabo una obra mayor, compactando el subsuelo fangoso con inyecciones de piedra triturada y agrandando la base de sustentación mediante trabes de cemento armado.

Sin embargo, los temblores y el suelo fangoso volvieron a afectarla, por lo que en 1950, el arquitecto Francisco Mariscal, según menciona una inscripción en la fachada, realizó una profunda intervención que cambió el aspecto exterior. Fotos antiguas nos muestran la iglesia en el siglo XIX con una sobria fachada, con las torres de los campanarios sostenidas por gruesas pilastras almohadilladas.

Ahora ostenta una gigantesca escultura de la santa patrona medio colgante, totalmente desproporcionada y dos extrañas columnas con elaborados capiteles, adosadas a los costados.

Del templo del siglo XIX permanecía la enorme cúpula que semejaba una corona, recubierta de azulejos, que es la que ahora se desplomó.

Como siempre lo ha hecho, igual que nuestra amada ciudad, dentro de un tiempo se volverá a levantar; lo que es imperativo es proteger la hermosa imagen plasmada en el muro de adobe. Hace unos años inspiró un bello cuadro que realizó la pintora Carmen Parra.

El gran escritor y periodista decimonónico Manuel Altamirano escribió: La virgen de los Ángeles es rigurosamente la madona de los pobres de México; después de la Guadalupana, es a la que se rinde más culto y devoción.

En siglos pasados era de gran fama la fiesta conocida como Las luces de los Ángeles, que duraba ocho días consecutivos y a la cual acudían personas de todos los rumbos de la ciudad. Actualmente, el 2 de agosto de cada año los vecinos continúan festejando a su Señora de los Ángeles con alegre romería.

En la época prehispánica el barrio pertenecía a Tlaltelolco, actualmente, además de su santuario, tiene fama por el Salón los Ángeles, el cual se encuentra a unos pasos del templo que lo bautiza.

En la cercana calle de Moctezuma 12, se degusta el mejor pozole guerrerense de la ciudad. En un departamento de un modesto edificio, la familia Álvarez Garduño lo prepara desde hace tres generaciones. Los martes, jueves y sábado ofrecen además del pozole blanco, el verde, que es la especialidad. Se acompaña con aguacate, chicharrón y ¡sardinas!, al estilo guerrero. Aunque le suene extraño es sabrosísimo.