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19/S: El dolor y la esperanza
La involución española
¡M

uchos ingenuos se la creyeron! Cuando se promulgó la actual Constitución en España, en 1978, no fueron pocos los que pensaron que el franquismo iría quedando atrás y ese país evolucionaría a un nivel en verdad civilizado y respetuoso de la voluntad popular. Incluso parecía que se establecía con solidez aquel principio de que la democracia, además de considerar la opinión de las mayorías, implica el respeto de las minorías. Se llegó a suponer que el régimen de autonomías se iría puliendo y consolidando y que las diferentes naciones que forman parte del Estado español podrían llegar a entenderse en torno a objetivos comunes, pero considerando la singularidad de cada una.

¡Fue un grave error! Tal parece que el franquismo constituye, salvo excepciones que respetamos, un elemento esencial en la naturaleza de los españoles.

Paulatinamente, con las riendas en la mano, después de una oleada seudosocialista encabezada por personajes que –a las pruebas me remito– resultaron más falsos que un billete de quince pesetas, paso a paso, la tan cacareada Carta Magna, que se celebra en España a la par de la Purísima, fue siendo podada por todos lados con el sustento de un Tribunal Constitucional establecido a modo de la herencia de Franco.

El caso de Cataluña, que ahora está en el candelero, no es otro que el de un país moderno, con grandes posibilidades de desarrollo equilibrado y armónico, que se ha ido hartando de las crecientes limitaciones, en todos los sentidos, impuestas por un gobierno cada vez más centralizador que, además, la ha expoliado sistemáticamente.

Justamente ahora, entre tantas amenazas y acciones concretas represivas, el ministro Montoro, de finanzas español, anuncia que si Cataluña se separa dejará de cobrar los 10 billones de euros que se les tienen retenidos. A cada catalán le cuesta anualmente mil 373 euros, que no le retribuyen nada, el privilegio de ser español…

A la sombra de vituperios, agresiones y represiones, España deja claro que concibe a Cataluña como una colonia y los catalanes ya han cobrado conciencia plena de ello.

Por eso tienen pánico de dejarlos votar, pues prevén el resultado, a pesar de las desvirtuaciones y encuestas dolosas que se han hecho públicas. Los supuestos demócratas españoles que, cada vez enseñan más el cobre franquista, le tienen pánico a la libre expresión de la gente. El miedo no anda en burro y sus respuestas a los avances del proceso de secesión se tornan más represivas. ¿Para qué queremos votos –decía Franco–, si tenemos la fuerza?

No cabe duda: en un sentido o en otro, el primero de octubre Cataluña dará su Grito de Dolores ¿Cuánto tardará en dejar de ser colonia española? Sólo quiero recordar que hace 200 años hubo muchos catalanes que, como Joan Aragó y los Mártires de Perote pelearon junto con nosotros para lograrlo.