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19/S: El dolor y la esperanza

Gente de todas partes ha ayudado a mitigar la tragedia de este golpeado municipio

En Jojutla se resisten a perder todo: no veo mi casa tan inclinada
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En la colonia Zapata, de Jojutla, una de las más golpeadas por el sismo, la ayuda de la gente no cesaFoto Víctor Camacho
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Periódico La Jornada
Domingo 24 de septiembre de 2017, p. 3

Jojutla, Mor.

Entre los escombros de muchas de las casas colapsadas en la colonia Zapata –una de las más golpeadas por el sismo– la febril actividad de los voluntarios no se detiene. Por fin se asoma en algunas viviendas la presencia de las autoridades de Protección Civil, que han comenzado sus recorridos para concretar los veredictos sobre los inmuebles para prever una aún lejana segunda etapa de la emergencia.

Entre la aglomeración de damnificados hay quienes tienen la suerte de despejar su incertidumbre, pues ya conocen el destino de su patrimonio: en su mayoría, en esta parte de Jojutla, un llamativo y siniestro círculo rojo marcado en paredes, advierte que los daños al inmueble son irremediables y está condenado a la demolición.

El amarillo confiere una cierta esperanza para algunas viviendas: inhabitable por ahora, pero en un futuro incierto se reconstruirá. Otras, a las que el sismo se apiadó de ellas, han sido marcadas con un instintivo verde: por sí mismo no presenta daños y es habitable, sólo falta que, en algunos casos, mantengan su suerte y la casa contigua no se le venga encima.

En el caso de las marcas rojas, se trata de un inapelable veredicto ante el daño estructural. A la gente a la que le han desahuciado su casa, parece resistirse a la realidad. Yo no la veo tan inclinada, juzga más esperanzada que realista Lidia Rojas, en referencia a su vivienda, ostensiblemente ladeada.

María Isabel Avelino ha conseguido un albañil para que le coloque un par de polines en el centro de su sala. Piensa que con ellos –en abierto desafío a toda lógica–, aunque se le caiga la muy deteriorada pared, el techo no se vendrá abajo.

A paso lento

Quienes tienen menos suerte, desesperados, han decidido exhibir llamativos carteles advirtiendo a los técnicos de Protección Civil de su necesidad: Casa con daño estructural. Urge revisión. Petición que, a juzgar por la proliferación de daños en Jojutla, habrá de dilatar.

Hasta hace un par de días, abandonados a su propia suerte, los vecinos de esta colonia ahora aprecian cómo la ayuda civil llega como un torrente para enfrentar la tragedia. Hay voluntarios llegados casi de todo el país en apoyo a los jojutlenses. Pululan por todos lados, en un esfuerzo, un tanto caótico, para que cada brigada cumplpa su misión específica.

Sobre la avenida principal de la colonia, entre la saturación de escombros, se distribuyen en forma desorganizada las labores.

Improvisados comedores comunitarios han comenzado a complementar las funciones de los abarrotados albergues, que por ahora dotan de alimentos a damnificados y brigadistas.

Las calles de la colonia Zapata parecen una romería en medio de tanto polvo y tanto escombro. Jóvenes con casco, pico y pala venidos de todos lados se acomiden a apoyar los esfuerzos de los jojutlenses; camionetas repletas de víveres, que se descargan a la velocidad de la desesperación de los damnificados o la proliferación de quienes han traído ropa usada.

Tome la que quiera, ofrece Elizabeth Meza, quien desde ayer colocó un puesto con la ropa que alcanzó a juntar entre sus conocidos para donarla entre esta pobre gente. Sólo lamenta una cosa: la que más me piden es la de bebé, y de esa casi no tengo.

Cuadras adelante, Julián Román, coordinador de Los brujos de Xico –una brigada veracruzana de voluntarios–, realiza inútiles esfuerzos para que la distribución de los víveres y medicinas que han traído tenga un poco de orden, aunque la gente casi arrebata las donaciones. Y al mismo tiempo, desesperado, a través de su radio intenta de nuevo confirmar su encarecida petición: Veracruz, confírmame si ya llegó la ambulancia, clama a otro de sus brujos ubicado en el lugar en que se requiere desde hace dos horas

–Negativo.

–Este es un desmadre –concluye al condenar la ineptitud gubernamental.

Ciertamente, a los vecinos de esta colonia tan castigada por el terremoto les ha llegado gran cantidad de ayuda, pero civil.

Hay numerosos puestos de atención médica y suministro de medicinas, atendidas por voluntarios, mayormente estudiantes que aspiran a ser doctores. La principal demanda: hipertensivos e hipergliseneantes, para mitigar casos de convulsiones, explica Tomás Palafox, quien detalla que las dosis se han restringido para atender la demanda sin llegar al desabasto.

En medio del desastroso paisaje urbano de esa zona de Jojutla, el Ejército es el que busca darle coherencia y eficacia a los esfuerzos: el responsable castrense de las operaciones en la cuadra más castigada coordina los esfuerzos de las brigadas llegadas de Tamaulipas, Coahuila, Jalisco o el estado de México… hay representación prácticamente de todo el país y, por supuesto, de los jóvenes de Jojutla.

A la espera de la instrucción militar para remover los restos de lo que fue la iglesia de la Santa Cruz e inmuebles aledaños, José Luis, un joven millenial aprovecha para explicar lo que a su entender pasó: “fue un sismo que pegó en diagonal desde Puente de Apatlaco y atravesó las colonias Reforma, Centro, Zapata….”

Su intento por abundar en tecnicismos se interrumpe ante el llamado militar: su turno para remover escombros ha llegado.

Entre el interminable golpe de mazos, picos, palas, la polvareda se levanta. Alberto Peralta hace un alto en la operación de su trascavo –prestado por una constructora–, en lo que los brigadistas recobran fuerza para extraer lo que ha desenterrado con su máquina.

Han sido muchas horas de trabajo, el Sol inclemente y de escasa preparación de los voluntarios.

Y entre tan titánica actividad para retirar los escombros, quienes padecieron la muerte cercana de un familiar continúan los rituales religiosos para procesar su duelo: “Rosario de Chayo, al fondo”.