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Enfermería y prescripción
E

n el marco del convenio de colaboración Ssa-IMSS-Issste –para que los mexicanos reciban servicios en cualquier unidad médica sin importar si tienen o no seguridad social, signado el 3 de marzo 2017– y mientras el IMSS implementa 40 estándares de la Comisión Nacional de Arbitraje Médico (Conamed) para mejorar los registros clínicos de enfermería –donde se sugiere que la hoja de la enfermera plasme si el paciente se quejó de la atención del turno anterior–, la Ssa presentó ( DOF, 8/3/17) el acuerdo que emite lineamientos a que deben sujetarse las(os) licenciados en enfermería, así como pasantes de las carreras de medicina, homeopatía, cirujanos dentistas, veterinarios, enfermeros y responsables sanitarios de los establecimientos de atención primaria de la salud, para la prescripción de medicamentos del cuadro básico.

Mientras el peñismo ignoró las estructurales carencias que atraviesan transversalmente al sector y durante su administración se instituyó un nivel de corrupción e impunidad –nunca visto– en el manejo de los acotados recursos programáticos, en el acuerdo se contienen el procedimiento y criterios a los que deberán sujetarse esos profesionales de la salud.

Para la rama de enfermería, ese acuerdo fortalece su lugar y presencia –crucial para el equipo íntegro de salud– en la atención primaria o de primer nivel de los servicios de salud. Su presencia en el sector es elocuente. Según el Sistema de Información Administrativa de Recursos Humanos en Enfermería de la Ssa (2017, Siarhe, Recursos. Registro nacional por plazas ocupadas) el total nacional suma 288 mil 379, distribuidas así: Ssa: 115,386; Ssgdf: 8 mil 78; institutos y hospitales de alta especialidad: 12 mil 571; servicios médicos estatales: 4 mil 742; IMSS: 99 mil 330; IMSS-Oportunidades: 7 mil 858; Issste: 23 mil 565; Pemex: 2 mil 788; DIF: 595; privados: 8 mil 677; Cruz Roja: 40; hospitales universitarios: 542, y centros educativos: 4 mil 207.

Con el aire del debate que se cursa sobre la experiencia reciente de España en la materia (2015), el acuerdo condiciona la prescripción de fármacos por parte de los profesionales de enfermería a la ausencia del médico, homeópata o cirujano dentista. De ello resulta que, en consecuencia, hoy, más que nunca, ellos están obligados a conocer la farmacología de todos los medicamentos que ministran y, en particular, aquellos que el acuerdo les permite prescribir. Y ¿para qué universo de pasantes? Según el Siarhe –en 2011–, había 27 mil 300 plazas autorizadas.

Además, como en España, es la propia larga profesionalización de la rama de enfermería la que ha facilitado el avance que plasma el acuerdo, en beneficio de los usuarios de la amplia red sanitaria. Aunque también conlleva ciertos riesgos. Sin duda, y ante la total complacencia gubernamental-patronal para preservar, a toda costa, el abatido nivel de los salarios, el acuerdo implica la tácita aceptación de que las nuevas facultades se recarguen sobre una profesión, de por sí, ya recargada. Los salarios del trabajo enfermero son ostensiblemente menores que los de las otras ramas que integran el equipo de salud, salvo los responsables de las tareas estrictamente administrativas. Según el tabulador de salarios de la Ssa (mayo 2016), la enfermera general titulada C, percibe 24 mil 992 pesos (mensuales brutos, zona económica II, sin descuentos al ISR), frente a los 36 mil 623 del médico general C.

Ello se traduce en que –con el mismo presupuesto y ante la ostensible carencia de médicos generales de base en centros de salud y unidades de medicina familiar– la ampliación de la prescripción correrá, sin duda, al cargo de la enfermería. De ahí también la urgencia de revisar, primero, y universalizar, inmediatamente después, los salarios base de los profesionales de la enfermería con título y cédula de licenciatura.

Ante el claro aumento de sus responsabilidades, co­rrespondería, ahora, un nivel salarial ajustado a sus nuevas actividades y que, tentativamente, podría derivar en sanciones médico-legales más severas.

Los procedimientos y lineamientos contenidos en el acuerdo abren paso a nuevas responsabilidades de la en­fermería en beneficio de la población atendida. Sigue que, toda la rama en su conjunto, ejerza esas nuevas facultades en un marco de simultánea comunicación para que las comunidades atendidas reconozcan las grandes ventajas de que, la labor de estos profesionales de la salud, estén otorgando, tanto, continuidad al tratamiento médico, como, cuidado integral: el complemento indispensable para preservar o recuperar el estado de salud.

Ello detonaría, a su vez, lo que ya es una norma de facto: la capacidad de la rama para la consultoría privada: no para competir, ni para disputarse a los pacientes entre médicos y enfermeras. Sí para hacer doblemente visible el papel de los profesionales de la enfermería en el cuidado del individuo sano y enfermo.

Finalmente, el énfasis en la naturaleza única de estos cuidados, facilitaría distinguir entre mejores y mucho mejores escuelas. Toda vez que estás últimas tendrían la oportunidad de seguir actualizando sus planes de estudios, brindando un enfoque dinámico a las materias vinculadas a la farmacología y, con ello, formando futuros profesionales de la enfermería conscientes de que su función no suplanta al médico tratante, ni mucho menos, inicia tratamientos sin el previo diagnóstico médico. Así, la formación actualizada emergente capacitaría en la continuidad del tratamiento médico previamente establecido, sin suplantar las tareas, actividades y responsabilidades del médico general.

En el marco de las carencias sectoriales del peñismo, el acuerdo vertebra desafíos para la enfermería.

PD: La Jornada. ¡Enhorabuena: 33 años de libertad de expresión!

*Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco