Opinión
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Los de Abajo

El chilango chido

E

n las calles de México se gesta, junto a la tragedia, una fuerza civil cuyos frutos no son sólo inmediatos, en la atención del rescate de vidas y el apoyo a damnificados, sino de mediano y largo aliento. Sí, como en 1985, pero ahora con celular y redes sociales. La organización es espontánea y eficaz y visibiliza a una sociedad indignada que desde hace mucho tiempo no confía en sus autoridades. Son miles de hombres y mujeres, muchísimos jóvenes, los que protagonizan el apoyo en las calles. Una generación de valientes apoya los traba-jos de rescate, prepara y traslada comida en bicicletas y motocicletas; cuida mascotas abandonadas, jalan carretillas llenas de escombro, organizan en minutos cadenas humanas para resguardar inmuebles o para llenar un tráiler con acopio.

La autoridad se mete a fuerzas y limita el apoyo solidario. Nosotros llegamos primero, le gritan a contingentes del Ejército que, en efecto, llegaron después a intentar organizar el rescate de víctimas debajo de los escombros. Fue la gente también la primera en organizar centros de acopio, consultorios médicos ambulantes, brigadas de arquitectos e ingenieros para revisar las casas y edificios dañados; también la preparación y el traslado de comida preparada para los rescatistas, los botiquines médicos, apoyo psicológico y hasta guarderías autónomas para niños que estos días no tuvieron clases y sus padres tenían que ir a trabajar.

La desconfianza en el Estado es la constante. En el día tres la indignación lleva a la confrontación con las fuerzas del orden. Mujeres se enfrentan a granaderos que les impiden el paso a la fábrica textil de la colonia Obrera en la que se presume aún hay costureras con vida. No nos vamos a ir, advierten.

La juventud chilanga viaja en bicicleta y motocicleta. Tres días después del sismo de 7.1 y sus 39 réplicas, la Ciudad de México sigue tomada por contingentes civiles que hasta ayer no estaban dispuestos a meterse a sus casas.

El México profundo se asoma. Y de abajo para abajo surgen los apoyos. Los pueblos indígenas organizan sus centros de acopio y su fondo para la recuperación de comunidades afectadas, mientras unen sus manos a los trabajos de rescate y ceden el producto de sus milpas a los más necesitados. Pueblos de Oaxaca, Chiapas, Puebla, Morelos y estado de México se enlazan para la resistencia.

El destino de este músculo social está por verse. El chilango chido ha despertado.