Opinión
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19/S: El dolor y la esperanza
La vie en rose
E

l hecho irrebatible, terrible, del terremoto del martes 19, que tan severamente nos zarandeó, causó daños y atemorizó; en unos pocos segundos sacó, echó fuera de la escena pública lo que se anunciaba como toda una campaña para publicitar (neologismo de la mercadotecnia) no la marca CDMX, sino la otra, la marca Mancera.

El domingo 17, casi domingo 7, el jefe de Gobierno presentó a la Asamblea y a los invitados de lujo que lo acompañaron, a jefes de partido, gobernadores de varios estados y al secretario de Gobernación, un informe que pintó a la Ciudad de México como un modelo de urbe bien gobernada, con ciudadanos felices, ordenada, segura, en la que los habitantes disfrutan de una vida casi idílica. Estuve presente en el pequeño palco reservado para los invitados de los diputados del grupo parlamentario de Morena y escuchar al doctor Mancera impecable en su aspecto, hablar sin titubeos de éxitos, logros y cifras alegres. Me transportó por segundos a la extraordinaria Edith Piaf entonando La vie en rose.

El informe fue presentado al viejo estilo del priísmo más tradicional: afuera, calles repletas de acarreados, banderas al aire, porras, consignas y vivas al jefe de Gobierno, batucada y carteles con el sonriente rostro del informante; adentro, la plana mayor del Pacto por México y aliados menores, el sistema en pleno. Abrazos, palmadas, manos que se estrechan y besos tronados en las mejillas; trajes impecables y corbatas de seda.

La parte parlamentaria de la ceremonia también fue un retroceso al siglo pasado; seis representantes de seis partidos elogiaron hasta el cansancio el informe que iban a escuchar; todo les parecía bien, la descripción color de rosa coincide, para ellos, con la realidad citadina. Quienes vivimos aquí y diputadas y diputados de Morena sabemos que esos elogios y aplausos no corresponden al día a día capitalino.

Sólo hubo una voz disidente, la del coordinador de los diputados de Morena, partido más votado por los capitalinos. El diputado César Cravioto, en un discurso sobrio, pero sustentado en cifras y datos duros, rechazó con claridad las cuentas alegres, reclamó la privatización del espacio público, recordó que dos años antes advirtieron que debía de rectificarse el camino, pero esto no sucedió y el gobierno continuó por un rumbo marcado por las ambiciones y la corrupción, atropellando derechos y conquistas sociales. Precisó con datos de la organización Semáforo Delictivo que de enero a julio de este año han habido 3 mil robos a casa habitación, 10 mil a negocios y 621 asesinatos; homicidios dolosos se comenten en promedio tres por día, un incremento de 100 por ciento respecto de hace 10 años. Que permanecen desaparecidas 622 personas en la Ciudad de México y que prevalece el temor a los asaltos en transportes, negocios y casas, mientras se regalan patrullas a municipios de estados lejanos. No lo dijo así, pero se trata de recordar el dicho popular: candil de la calle y oscuridad en la casa.

El mensaje de César Cravioto fue interrumpido a los 16 minutos, apagando el micrófono por orden del presidente; el desequilibrio es notorio; por un lado, un informe de cerca de dos horas de autoelogios, seis panegíricos de los representantes partidistas de Mancera y otro no menos empalagoso del presidente de la mesa, frente a 15 minutos de crítica.

El manotazo de la naturaleza frenó la campaña preparada de antemano, opacó al estudiado retrato reproducido en paradores de autobuses, espectaculares y carteles que invade nuestra enlutada ciudad; también produjo un fenómeno ya conocido aquí, algo mucho más digno de atención; hoy, como hace 32 años, volvió a surgir la solidaridad, el valor y la compasión de los capitalinos; otra vez el pueblo demostró que tiene temple y que está muy por encima de quienes habiendo recibido un voto mayoritario no supieron hacer honor a ese mandato.