17 de septiembre de 2017     Número 120

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Coyotes, serpientes y transgresiones

Pablo Sánchez Pichardo Proyecto de Etnografía de las Regiones Indígenas de México en el Nuevo Milenio, INAH.


La Bocana, Etchojoa, lugar donde reside la enorme culebra en el río Mayo, en Sonora
FOTO: Pablo Sánchez

El noroeste de México alberga diversos ecosistemas que abarcan franjas costeras, planicies fértiles y desérticas, cerros y montañas que alcanzan una buena parte de la Sierra Madre Occidental. Las variaciones del clima influyen de manera óptima para que, en estas regiones, habite un buen número de especies animales y vegetales.

La gran variedad de flora y fauna de Sonora además de ser utilizada para fines medicinales o culinarios posee una significativa presencia en los ámbitos religioso, mitológico y ritual. El caso más emblemático es el venado, que, aparte de ser la insignia del escudo del estado, está presente en varios contextos, por ejemplo, el dancístico y musical dentro de las festividades religiosas en la conocida Danza del Venado, celebrada entre los yoeme (yaquis) y yoreme (mayos); estos últimos de Sinaloa y Sonora.

Otros animales con gran carga simbólica ocupan un lugar fundamental en la cosmovisión de estos pueblos, como el coyote y la serpiente. Estos dos animales están vinculados de manera explícita a las transgresiones sexuales, especialmente al incesto. El yoremgo’i y la yoremba’akot: las“personas-coyote” y las “personas-serpiente”

Al fallecer, el alma de aquellos individuos que mantuvieron relaciones incestuosas, es decir que tuvieron relaciones sexuales o maritales con parientes consanguíneos (padres–hijos, primos, hermanos) o parientes rituales (compadres, padrinos–ahijados), se transforma en mitad animal y mitad humano.


A consecuencia de su condición animal, el alma del individuo transformado en coyote va penando y llorando por el monte o por los cementerios como un fantasma o jousi.


Estos individuos son nombrados entre los mayos como yoremgo’i (de yoreme: gente o persona, y wuo’i: coyote) o yoremba’akot (de yoreme: gente o persona, y ba’akot: culebra o serpiente). El yoremgo’i, de acuerdo con varios testimonios, es un ser horripilante con rostro de gente. A consecuencia de su condición animal, el alma del individuo transformado en coyote va penando y llorando por el monte o por los cementerios como un fantasma o jousi. Acostumbra rondar por las tumbas para excavarlas y desenterrar a los niños difuntos recién nacidos denominados chúbakte; infantes que fallecieron antes de los ocho días y que no pudieron ser bautizados. El hecho de devorar los cadáveres es una cualidad del coyote que lo identifica como animal hambriento.

La calidad anímica del yoremgo’i se puede desdoblar tanto en vida como en la muerte, es decir, que la persona pecadora en vida también puede ser vista como un coyote: cuando está en cierto lugar como humano, al mismo tiempo aparece llorando en forma de yoremgo’i en otro sitio cercano, tal y como lo atestiguó una interlocutora al ver a su suegra sollozando como coyote cerca de la iglesia, y al mismo tiempo, agonizando en su cama.

La serpiente, según una especialista ritual, “tiene muchas cabezas, pero la cabeza del centro tiene cara de gente”. Su organización social está basada en el modelo de los humanos:

“Pues mi papá así nos platicaba esa historia. Un hombre cayó al mar, cuando andaba pescando, se lo iban a comer los animales que hay en el mar…, y en eso llegó un animal grande con muchas cabezas. Dice que ese animal le habló, pues se asustó mucho el hombre. “No me tengas miedo yo soy gente como tú, pero yo me convertí en esto porque… al rato te voy a platicar allá en mi casa”, que le dijo el animal. “Súbete aquí y agárrate bien de los cuernos”. Y un pedacito nomás caminó y todos esos animales les pegó con la cola, y aquellas olas grandotas que lejos los aventó con la cola aquél animal grande. Y ya que se fue, “cierra los ojos un rato” que le dijo al hombre, ese, el animal pues, la culebra. Y que sí cerró los ojos, “ahora sí ábrelos” que le dijo, y ya estaba abajo, por allá sabe dónde, y ahí había muchos cascarones de culebras, y estaban como unas paredes y había mujeres también, tenían su casa yo creo como nosotros. Había mucha comida, puro pescado. “Vas a comer”, que le dijo el animal al hombre… Y que le sirvieron unas cazuelas pero grandotas de pescado, aquéllas mujeres, pero muy… sabe cómo las mujeres, que cargaban escamas así; pues eran animales pero haciendo comida. ¡El animal aconsejó al hombre, le dijo: “¡nunca andes haciendo lo que yo hice!”, que le dijo. “¿Y qué hiciste?”, “pues yo me metí con mi hermana y con una comadre, por eso yo así me convertí en lo que soy ahora… yo ahora… no sé hasta cuándo iré a andar así… hasta que ya otra vez me vuelvan a matar… entonces me voy a ir hasta que pague todo”. Así que le dijo aquél animal, la culebra al hombre. Y así, por eso dicen que es malo”.


Animales como el coyote y la serpiente tienen una gran carga simbólica y ocupan un lugar fundamental en la cosmovisión de estos pueblos FOTO: Josh More

Esta correspondencia entre humano–animal se establece con la transformación de los cuerpos a partir de un vínculo prohibido en las relaciones incestuosas. Un cantavenado afirmaba, refiriéndose a las enormes serpientes yoremba’akot, que “allá arriba [en el cielo] te ponen un cuero de culebra y unos cuernos grandotes a martillazos, pero sigues siendo gente”. Lo que cambia es el cuerpo, no el alma; es por decirlo de alguna manera, “un cambio de ropa”.

La relación manifiesta entre las transgresiones sexuales como el incesto y los animales del monte dan pie para pensar desde el ámbito de la antropología, en los conceptos locales de persona, cuerpo, animalidad y humanidad. ¿Quiénes son humanos o animales?, ¿por qué la transformación del alma y del cuerpo precisamente en coyotes o serpientes?, ¿la categoría de persona es exclusiva de los humanos?


El coyote y la serpiente están vinculados de manera explícita a las transgresiones sexuales, especialmente al incesto.


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