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Anri Sala muestra seis videoinstalaciones para detonar la subjetividad del espectador

Artista albanés expande sus antihimnos en el museo Tamayo

Explora las rupturas entre sonido e imagen para superponer los sentidos

La música es más importante en mi trabajo, en contraste con el lenguaje verbal, que cada vez está menos, afirma

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El delicado sonido producido en el piano, con una mano, de una partitura de Maurice Ravel, propicia el asombro de una espectadoraFoto Alondra Flores
 
Periódico La Jornada
Viernes 8 de septiembre de 2017, p. 2

Antihimnos, transformados por el tiempo y la historia, se confrontan en la exposición del artista albanés Anri Sala, montada en el Museo Tamayo Arte Contemporáneo.

No toda la música presente en mi trabajo es un himno, dijo durante su visita a ese recinto. Sin embargo, todas las canciones presentes aquí se convirtieron en antihimnos. El momento de esa evolución, los factores políticos y sociales que lo explican, son el interés en la exploración sonora y visual. Además de la acción, reacción y subjetividad del espectador.

La música se expande y traspasa los muros de dos salas, incluso más allá de los cristales, y toma el patio trasero del museo en el Bosque de Chapultepec.

Se escucha estruendosa música orquestal, el delicado sonido de una sola mano sobre el piano con partitura de Ravel y el punk irreverente de la banda británica The Clash interpretada en organillo en medio de la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco.

Juegos sonoros

Entre la oscuridad se proyectan de manera simultánea en dos pantallas los juegos de música. Son seis videoinstalaciones, que pueden ser entendidas como una sola pieza, integrada por tres pares de temas y un coda o puente, como expuso en conferencia de prensa el artista, antes de la inauguración de su primera exposición a gran escala en México, abierta al público el pasado miércoles y que concluirá el 7 de enero de 2018. A las imágenes se suman las instalaciones Them Apples y Bridges in the Doldrums.

Un organillo suena, al fondo relucen edificios de la modernidad, podría ser Berlín del este, o la Plaza de las Tres Culturas en Ciudad de México, donde Sala filmó la pieza Tlatelolco Clash en 2011.

Should stay or should I go, es el estribillo de la famosa canción, que igual dulce y ligera emana desde una cajita de música. ¿Debería quedarme o debería irme?, inquiere el himno punk de 1982.

La finalidad, dijo Anri Sala a la prensa, era trabajar con la deconstrucción de la canción y dar lugar a un sentido de ruptura de la continuidad del espacio y el tiempo. Dividida en 34 partes, las notas fueron tocadas por igual número de personas, a quienes encontró alrededor de la plaza. Cada fragmento fue grabado de manera aleatoria, pudo ser al mediodía o en plena noche. Luego fueron unidos hasta formar la pieza.

En la imaginación del artista, al momento de elegir esa plaza como locación, también pensó en la continuidad arquitectónica, en referencia al contexto histórico y la ruptura entre las ruinas prehispánicas, la Iglesia católica y los edificios modernistas de Mario Pani; una migración de las piedras, consideró Sala.

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Anri Sala (Tirana, 1974), quien inaugura su primera gran exposición en México, que se puede visitar en el recinto de Paseo de la Reforma y Gandhi, Bosque de ChapultepecFoto Alondra Flores

Es el lado de la pérdida y la devastación, pero también la construcción de la identidad, dijo sobre la Plaza de las Tres Culturas, que siente como un lugar muy musical porque está hecha de presencias y ausencias, así como las notas y los huecos que son los silencios en la música. No sólo en un sentido arquitectónico, sino por el contexto histórico y político, por lo ocurrido a los estudiantes en 1968.

Esa obra filmada en Ciudad de México surgió un año después de la pieza Le Clash, con tomas en Burdeos, urbe francesa. Acompasados en algún momento, comparten espacio en la sala del Tamayo. Ambas tenían la idea de que fueran un himno punk, con viejos instrumentos anteriores a la canción, detalló.

El espectador no sabe si reír, bailar o mirar solemne y atrapado entre dos pantallas, con los brazos cruzados, así como Anri Sala observó al fondo del salón durante un recorrido.

Transformación de La Marsellesa

Nacido en Tirana, Albania, en 1974, Anri Sala ha explorado con video, fotografía y performance las rupturas entre el sonido y la imagen para crear momentos de superposición en los sentidos. La música cada vez es más importante en mi trabajo, y contrario al lenguaje, que cada vez está menos, ha explicado sobre la comunicación que no necesariamente implica el uso verbal.

Con formación en su país y en París, ha participado en exposiciones en Londres, en la Bienal de Venecia y en Nueva York. También presente en la nota del corazón, por su relación con la ex nuera del rey de Bulgaria y curadora de arte, ha sido calificado como cotizadísimo artista albanés.

Evocación de la Primera Guerra Mundial y el gran número de mutilados que dejó, una melodía del compositor Maurice Ravel es interpretada por una sola mano sobre las ocho escalas del teclado. Así lucen en la pantalla las piezas Unravel y Ravel Ravel, ambas realizadas en 2013.

La Marsellesa, el himno nacional francés, es parte de estos ejemplos musicales transformados por el tiempo y por la historia. Surgió con los ideales de la Revolución Francesa, pero también representó al opresor colonialista.

Después fue retomada en La Internacional, himno de utopías socialistas, para luego evocar al gobierno soviético. Ambas tonadas se vuelven una en la propuesta de Anri Sala, donde el que escucha es quien al final define de qué lado de la pieza se encuentra.