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Evolucionó de arquetipo a estereotipo, sostiene Ana V. Clavel

Hurga autora en la conversión de Lolita, personaje de Nabokov

Las nínfulas, niñas a las que se define como malvadas seductoras, vienen bien para los apetitos sexuales y comerciales, explica a La Jornada

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Cartel de la película Lolita, de Stanley Kubrick; James Mason y Sue Lyon en un fotograma; imagen tomada de Internet
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Ana V. Clavel con su obra, publicada por Alfaguara, en la librería Rosario Castellanos, durante la entrevista con La JornadaFoto María Luisa Severiano
 
Periódico La Jornada
Jueves 7 de septiembre de 2017, p. 4

Las nínfulas, niñas instauradas como personajes por Vladimir Nabokov, son un estereotipo muy conveniente en nuestras sociedades moralinas, porque al ser tipificadas de malvadas seductoras vienen bien para los apetitos sexuales y comerciales, afirma Ana V. Clavel, a propósito de su libro de ensayos Territorio Lolita.

Publicado recientemente por Alfaguara, va reflejando una mirada sobre la nínfula, del arquetipo al estereotipo. Lo que nunca se pone a explorar es su interioridad, explica la autora en entrevista con La Jornada.

“No hay un desarrollo de la voz de la lolita, porque casi no se ha dado en la literatura. A lo que nos hemos enfrentando es a la mirada deseante de Humbert Humbert (narrador protagonista de Lolita) y de los muchísimos autores y creadores que retoman el arquetipo y lo transforman en estereotipo que vende mucho.

“En algunos casos –añade Clavel– es musa; en otros, una especie de objeto del deseo donde se descarga la mirada del deseante, que va desde el elogio y la adoración hasta el extremo opuesto: denostarla, maldecirla y satanizarla, sobre todo cuando no obedece a las leyes de su deseo.”

Dice que cuando Nabokov publicó Lolita (1955), ese mito cobra fuerza, basado en la pasión de hombres adultos por personajes menores, entonces se fija el arquetipo y, como señala Naief Yehya, se constituye en uno de los últimos tabúes. Además, “se le responsabiliza de la pasión que desata. Por eso este término in cruce de enfant fatale, mezclando el estereotipo de la femme fatale, la mujer manipuladora y que sexualmente usa sus artes para lograr sus fines, llevado al punto de una prepúber que tiene sus artilugios y toda una capacidad de seducción arrolladora”.

Pocos textos, dice la también autora de Las violetas son flores del deseo, se acercan a la visión de la nínfulas, como El amante, de Marguerite Duras, que tiene la particularidad de hablar de una chica que al comienzo de la novela tiene 14 años y “se está abriendo a la conciencia de una voluntad artística.

“Otro ejemplo, más tamizado, que no va ni del estereotipo ni del arquetipo sería el caso de Las vírgenes suicidas, de Jeffrey Eugenides, donde tenemos a cinco hermanas en diferentes grados de ‘ninfulidad’, por edades e intereses, ante la mirada de un grupo de muchachos. Eso es importante porque no hay un punto de vista adulto, no las juzgan del mismo modo y nos las presentan con un halo de misterio, recovecos y singularidades.”

En América Latina, sobresalen Juan García Ponce y el argentino Julio Cortázar con sus cuentos Ninfeta y Silvia, respectivamente. “En ellos se desarrolla el arquetipo y el estereotipo, con poca exploración de la nínfula. García Ponce presenta una lolita tradicional, ingenua pero a la vez perversa; y Cortázar explora el opuesto: un personaje idealizado de una jovencita imaginaria”.

Clavel contrasta con lo consignado en la novela de Nabokov, donde a pesar del adulto que cuenta la historia, por momentos “él es consciente de que no tiene tanto que ver con Lolita cuanto con su propio deseo; relativiza el punto de vista del narrador, pero en versiones cinematográficas como la de Stanley Kubrick, en una primera imagen pone en una síntesis increíblemente muy atractiva el poder de la nínfula sobre el viejo fauno, que incluso le pinta las uñitas a la pequeña”.

Territorio Lolita será presentado el 17 de octubre, en el foro El Tejedor de la librería El Péndulo (Álvaro Obregón 86, colonia Roma Norte), a las 19:30 horas.