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Paseo de la Reforma y la Zona Rosa ofrecían espectáculos para todos los bolsillos

Vasta e imparable, la vida nocturna capitalina en los años 70 y 80

Camilo Sesto, El Pirulí y Olga Breeskin, entre otros, actuaron en El Capri, El Belvedere o El Quid

México fue uno de los principales centros del espectáculo, señala el periodista Javier García

Foto
El Tenampa, sobreviviente de los sitios nocturnos de aquellas décadasFoto Notimex
 
Periódico La Jornada
Domingo 27 de agosto de 2017, p. 7

En la década de los 70 y 80, la vida nocturna iluminaba intensamente la Ciudad de México y las marquesinas de centros nocturnos y cabarets como El Capri, El Patio, El Tenampa, El Belvedere, El Quid, Los Candiles y El Conjunto Marraquesh, entre muchos más, anunciaban a las más renombradas estrellas del espectáculo nacional e internacional así como a exóticas bailarinas.

Javier García, reportero de espectáculos de la llamada vieja guardia hurga en su memoria y en charla con Notimex relata la amplia cartelera con que el capitalino y los turistas nacionales y extranjeros podían seleccionar la variedad de su preferencia.

Así como para ver espectáculos de vedetes como Lyn May y Olga Breeskin o de grandes cantantes nacionales, como Marco Antonio Muñiz, José José y Juan Gabriel, o internacionales, como Julio Iglesias o Sammy Davis Jr., hasta comediantes como Polo Polo, en el Keops, de la Zona Rosa.

El lengendario María Isabel

El recorrido era una especie de serpiente que se enroscaba y desenroscaba a su arbitrio, desde El Ángel de la Independencia, para mayor precisión en el hotel María Isabel, donde el bar El Jorongo recibía cada noche a los apasionados del bolero, con figuras como Cuco Sánchez, además del tradicional mariachi, que embelesaba al turismo estadunidense y europeo, principalmente, relató García.

Con nostalgia, recordó que en esos años sobraban espectáculos para todos los bolsillos y gustos, había shows casi diario; la mayoría sólo descansaba los lunes.

“Roberto Carlos, Rocío Dúrcal, Raphael, Camilo Sesto, Nelson Ned, Julio Iglesias y Sandro, venían a hacer grandes temporadas a aquellos centros nocturnos que ofrecían cenas-show y se agotaban, en El Patio, el Fiesta Palace o El Marrakesh.

“También Olga Breeskin marcó una gran época en la vida nocturna de la ciudad; varios años ofreció espectáculos de gran producción en el Belvedere, del hotel Continental Hilton, en Reforma casi equina con Insurgentes centro. Su escultural figura y su show musicalizado con su inseparable violín era la atracción principal para el disfrute de la socialité de la época. Ahí también se presentaron showmen como Luis Vivi Hernández.

“Fue la época en que llegaron también los grandes espectáculos como el erótico-musical del Crazy Horse de París, inicialmente en el Belvedere, donde la audiencia era de postín, y luego en El Señorial, de la Zona Rosa, donde la clase media podía disfrutar esa inusual presentación.

“Era un ramillete de bellezas topless, con pelucas de colores, quienes, bañadas por el juego de luces, hicieron de esta especie de concert-hall una atracción imborrable.

“Un atractivo de primer mundo, en el que las luces y la música se convertían en cómplices del show que llevó a México a colocarse entre las principales capitales del mundo en el entretenimiento nocturno”.

En aquel crisol destacaba El Catrín, otro bar que estaba en el hotel Reforma, que albergaba presentaciones con figuras menores, aunque no menos atractivas para los que, con unas copas encima, aplaudían a rabiar las rutinas de cantantes, humoristas y otros.

Uno de los infaltables centros de entretenimiento de los años 70 y 80 era sin duda el entonces llamado hotel Fiesta Palace, que tiempo después cambió su razón social a Crowne Plaza y finalmente a Fiesta Americana.

Era el emblemático corazón de la diversión nocturna con sus salones: Terraza Jardín (en el tercer piso), el Stelaris (en el 25) y el bar Barbarella (en el segundo), así como el bar Las Sillas.

En el Terraza Jardín, comentó Javier García, se presentó una sola vez Vicente Fernández. Ese mismo escenario fue testigo de las actuaciones de Roberto Carlos, Nelson Ned, Rocío Dúrcal, Valeria Lynch y Gilberto Gil.

Al piso 25 del Stelaris llegaron la magia de David Copperfield, el humor de Julio Sabala y Raúl Vale, quien lo hizo su nicho durante varias temporadas.

En el Barbarella, decenas de personas tuvieron la oportunidad de gozar de las actuaciones de Enrique Guzmán, Manolo Muñoz, Víctor Yturbe El Pirulí, Vittorino y sus 150 kilos de rock, así como de las rutinas de Luis de Alba, Polo Polo y otros.

En el bar Las Sillas estaban Alejandro Suárez y Cuco Sánchez para un público más reducido. Era tanta la gente que atraían el hotel y su cartelera, que se daban el lujo de acondicionar el salón Reforma para incluir otras variedades emergentes, dijo el periodista.

A unas cuadras de ese complejo hotelero estaba el tradicional santuario del espectáculo: El Patio, en la calle de Atenas, en la colonia Juárez, donde se reunía la crema y nata de la sociedad mexicana: políticos, empresarios, intelectuales y deportistas que gustaban de los elencos internacionales.

Por ese escenario desfilaron en grandes temporadas Sammy Davis Jr., Juan Gabriel, Raphael, Rocío Jurado, Rocío Dúrcal, José José y Emmanuel, entre muchos más.

Hacia el interior de la Zona Rosa estaba La Pulquería, con algunos espectáculos de mediana calidad y cantantes venidos a menos.