Opinión
Ver día anteriorMiércoles 9 de agosto de 2017Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Prolegómenos
L

os tiempos políticos se saturan con toda clase de especulaciones y desplantes partidistas. El priísmo cupular reúne huestes dispuestas a cumplir, no sin retobos, pero con puntualidad, los ya tradicionales rituales de su vida interna. Usando cuanto medio difusivo tiene a mano –que son muy vastos–, intenta descargar sus tribulaciones en el resto de la sociedad. La claridad, sin embargo, no es una de sus virtudes. Las temáticas que le preocupan discurren, como de costumbre, entre los trascendidos y los acuerdos en restringidos cenáculos.

La disciplina partidista, al parecer, llevará a los convencionistas a someter las posturas de una pluralidad creciente al férreo y tradicional privilegio presidencial. No se descartan uno que otro altercado, pero al final saldrán con sus cuentas saldadas en favor de los intereses y demás urgencias del grupo de mando. Lo que con posterioridad suceda entre sus decrecientes votantes conformará escenarios de corto futuro que, hasta hoy, son tambaleantes y contrarios a sus deseos. Los priístas congregados en su asamblea tratarán de presentar panoramas donde simulen diálogo y apertura aunque la famosa línea, sin duda, se acentuará. En el fondo, saben que sus posibilidades de mantenerse en el poder federal son cada vez más estrechas y escabrosas. Si se apegan a las estadísticas, reflejo cercano a las tribulaciones ciudadanas, verán cómo su entusiasmo se encogerá.

Sin menoscabo de sus pretensiones, tanto individuales como de grupo, mantienen cierto espíritu de cuerpo. Todavía confían en la magia que, en otros tiempos les garantizó la sobrevivencia muy a pesar de las adversidades. Las cuentas que llevan a sus disputas las basan en lo sucedido en el estado de México. Allí prevalecieron, aunque en cerrada contienda, el uso y desuso de variados recursos públicos. Durante la campaña tapizaron la entidad con propaganda y apabullaron a los votantes con todo tipo de ofertas. Repetir el numerito a escala nacional lo esperan dentro de lo posible. No será, ni remotamente, similar, tanto comparándose con esa desmesurada maniobra estatal y, menos, aún, con la pasada contienda presidencial de 2012. Los solos números de las gubernaturas bajo mandos priístas hoy presagian serias incapacidades. Además, la suerte que han corrido los gobernadores que apostaron fuerte al triunfo del PRI desanima a cualquiera. Nuevo León, Coahuila, Veracruz, Tamaulipas, Chihuahua y Quintana Roo pudieron duplicar sus deudas estatales permitiendo dispendios, apoyos electorales masivos y latrocinios al por mayor. Todos sus titulares ahora padecen procesos legales serios y fundamentados. Aún así, no faltarán quienes arriesguen de nueva cuenta las tesorerías de sus entidades: estatales, federales o municipales.

En final examen, puede verse, con la claridad fotográfica a una dirigencia priísta avejentada, aferrada a los cargos públicos de segundo nivel. Todos han sido desplazados por la tecnocracia hacendaria en el cuarto de las decisiones y sólo les queda permanecer como figuras de relleno nacional o estatal. Han sacado, no obstante, buenas propinas en este proceso de impúdica subordinación. No podrán concitar los reglamentos para favorecer a uno de los suyos. Su tarea básica, en los meses siguientes, consistirá en llevar a cabo maniobras distractivas para asegurar negocios, alebrestados ataques a Morena y su adelantado (Andrés Manuel López Obrador) o por demás mapachosas maniobras en las casillas de regiones remotas, no más que eso.

Por más alegatos que intentan dar al PRI oportunidades de triunfo la realidad se encarga de poner en tela de franca duda tales presagios. Al igual que en el estado de México, la votación alcanzada apenas dio para acercarse a su rival de Morena. Y eso que, en ese estado, finca sus orígenes, negocios y desarrollo el mero núcleo del actual poder político.

Enfrente de los llamados priístas a cerrar filas y recuperar lo que llaman visión de futuro, pulula otra tentativa organizativa de poca monta: el llamado frente amplio opositor. Es este un engendro que, en su centro, lleva adherida una doble intención grupal. Una, la de algunos perredistas maniobreros, para, al tiempo que aseguren posiciones, impidan el triunfo de su odiado López Obrador y, la segunda, corre a cargo de ciertos dirigentes panistas para retardar su proceso interno de selección. De lograrlo, se posibilitará, a su actual líder, de encaramarse en la candidatura presidencial. Ricardo Anaya no puede, por ahora al menos, desprenderse de la pareja Calderón-Margarita y sus desatadas ambiciones de ganarle la partida. En cuanto a sus posibilidades de triunfar en la venidera contienda nacional el asunto será, por completo, distinto. Y azaroso. Mientras se precisan mejor las definiciones, un grupúsculo de proponentes de alianzas, dobles vueltas, candidaturas independientes y ahora coaliciones amplias, ensayan lo que saben hacer: mesas redondas y discusiones mediáticas para trasmitir sus pronósticos, machacar ideas de pretendido avance democratizador y continuar girando en el constreñido ámbito público.