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Economía en Estados Unidos: cuarta desde acá
B

oston, Massachusetts. La polémica sobre el Obama Health Care continúa. Tres senadoras republicanas debaten al interior de su partido los términos definitivos de lo que será una radical regresión en el sistema de salud en este país. A la creciente precariedad del empleo se sumará una dramática pérdida del bienestar social. Primordialmente de los más pobres y empobrecidos de este país. Se estima que no menos de 32 millones de personas se verán afectadas por los cambios. Y que un porcentaje mayor del ingreso familiar deberá destinarse al gasto en salud.

Así, disminuirá el gasto en otros rubros esenciales de la vida cotidiana. Y puede esperarse que parte de los afectados que tienen empleo, busquen otro de mayor remuneración. Y afectados que no lo tienen y no lo buscan, ahora lo busquen. El indicador que –a decir de los especialistas en empleo– expresará esta nueva situación es el de la tasa de presión. Además de los desempleados que buscan trabajo, incorpora a personas que no tienen empleo y no lo buscan (lo buscaron en algún momento de los pasados 12 meses) pero están disponibles para ocuparse. El nivel máximo histórico de esta tasa alternativa de análisis de la ocupación es de 17.1 por ciento. A finales de 2009 e inicios de 2010. Representó poco más de 26 millones de personas. De una fuerza laboral de 154 millones. El registro de junio pasado fue de cerca de 14 millones de personas. De una fuerza laboral de 160 millones. Se espera, entonces, que el cambio al sistema de salud incremente este número de personas que presionan por un empleo nuevo.

Estaremos pendientes de ello. También habrá que estar pendiente de los efectos de la creciente oposición de este gobierno hacia las políticas internacionales para frenar los acuerdos de París en torno al Cambio Climático. Esta semana se profundizó la discusión nacional sobre el renovado aliento gubernamental a la industria del carbón. El mismísimo secretario de Energía, Rick Perry – ex precandidato republicano a la Presidencia y exgobernador de Texas–, aseguró a los mineros del carbón que en la industria eléctrica retomará su peso el carbón. Según la Agencia de Información del Departamento de Energía, justamente en 2016, el gas natural proporcionó un tercio de la generación neta de electricidad (34 por ciento). Y superó al carbón (30 por ciento). Así, se convierte en la principal fuente de generación de electricidad. Un país en el que –recordemos– a finales de los noventa y en los primeros años de este siglo la generación a carbón representaba poco más de la mitad de un total de 3 mil 800 teravatios hora (Twh).

En México, por cierto, nuestra generación eléctrica neta total es del orden de 310 Twh. Y atrás de ello una fuerte industria del carbón, que hoy espera su revancha, con apoyo del gobierno actual. Ya en abril de 2015, el gas natural había superado la generación a carbón. Con ello –sin duda– nuestros vecinos son más eficientes y menos contaminantes. Son responsables de 15 por ciento de las emisiones mundiales de CO2 (segundo lugar después de China, responsable de 30 por ciento).

Una planta a gas natural de alta eficiencia (58 por ciento con un récord mundial de 62 por ciento) produce poco menos de la mitad de CO2 que una planta a carbón también de alta eficiencia (48 por ciento). La otra novedad es que la generación renovable –hidroeléctrica tradicional, geotérmica, biomas, solar y eólica– ya superó a la generación nuclear en abril de este 2017 (65 Twh vs 55 Twh). Primera vez desde julio de 1984. Oficialmente se asegura –con razón– que es expresión del crecimiento estacional y tendencial de la generación renovable. Y de los trabajos de mantenimiento y recarga de combustibles nucleares.

Lo cierto es que esas dos fuentes de generación ya se tocan, como también lo hace la generación a gas natural y a carbón. Pero con graves problemas. Fracking en shale gas. Y altas emisiones en carbón. Pero el carbón espera incorporar las tecnologías de secuestro y captura de CO2. Pues el secretario de Energía (que por cierto vino a México recientemente) fue a la central Longview Power en West Virgina –dicen que es una de las más eficientes y limpias– a lanzar la revancha del carbón en la matriz energética estadunidense.

Su cruzada llegó al extremo –aseguran los medios más críticos de la actual administración, reseñados en comentario reciente del articulista Jeff Jacoby en el Boston Globe– de lanzar una nueva versión de la vieja propuesta de Say, según la cual la oferta crea su propia demanda. Y es que a pregunta expresa sobre el futuro del carbón, Perry contestó: pongan la oferta por delante y la demanda la seguirá. Según Jacoby sólo expresaba su confianza en el relanzamiento de la generación eléctrica a carbón, con nuevos mecanismos de control de emisiones. Más allá de los pormenores de este hecho y del debate general en Estados Unidos, es indudable la relevancia de estas preguntas y sus respuestas para la industria eléctrica en México, siempre tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos. Sin duda.