Opinión
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México SA

TLCAN: propaganda

Inversión en el sótano

Venezuela = Panamá

S

iempre es sano estar informado por las declaraciones de importantes diplomáticos de México y Canadá que, sin ser ni lejanamente identificados por la agencia de noticias que da la buena nueva (en este caso Reuters), expresan su optimismo por la futura renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, aunque advierten que una generalizada incertidumbre sobre el futuro del pacto de tres miembros ha desacelerado la inversión de las empresas.

Imposible una información más nítida y exacta, sobre todo cuando es más que conocido que la inversión en México –tanto la gubernamental como la privada– se mantiene –con o sin TLCAN– en niveles similares a los de la década de los 80, de tal suerte que sería más que apreciable que agencias de noticias como la citada dejaran en claro quiénes son los importantes diplomáticos que presuntamente declararon sobre el tema citado, con el fin de exigir su salida del servicio exterior por cualquiera de dos razones: a) el profundo desconocimiento del tema por ellos supuestamente abordado, o b) por la perversa desinformación que generan.

Pero, según la agencia, no sólo los mexicanos y los canadienses, porque en el cuerpo de su nota sostiene que funcionarios estadunidenses aseguran que hay una creciente preocupación dentro del gobierno, la comunidad empresarial y entre los legisladores del país de que las políticas del presidente Donald Trump pudieran alentar al líder izquierdista mexicano Andrés Manuel López Obrador.

¿Cuántos importantes diplomáticos tendrán México y Canadá? ¿Cuántos funcionarios estadunidenses? Quién sabe, pero todo indica que los suficientes para que la agencia de noticias escoja y les otorgue credibilidad a la hora de mandar mensajes propagandísticos en el ámbito político-económico.

En vía de mientras, nada mal está contextualizar aquello que afirman los importantes diplomáticos citados en la nota de Reuters, fechada en Ottawa, de que la incertidumbre por el TLCAN desacelera la inversión empresarial.

En días pasados el Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico (IDIC) documentó que “entre 1980 y 1989 la inversión pública disminuyó a la mitad en términos reales; de 1993 a 2015 –la información es del Inegi– registró una tasa promedio negativa de -0.1 por ciento, y hoy se invierte no sólo menos que en 1993, sino la mitad de lo que se realizaba en 1980. Sin inversión no hay crecimiento, y es claro que durante los pasados 35 años la parte pública dejó de cumplir su parte”.

Es menester recordar que en 1980 no existía el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (de hecho ni prospecto, porque México ni siquiera había ingresado a la OMC y mantenía cerrada su economía), y mucho menos una negociación trilateral que generara incertidumbre y desacelerara la inversión. Sin embargo, lo cierto es que a estas alturas –con todo y tratado– la inversión pública resulta menor que la registrada casi cuatro décadas atrás. ¿Los importantes diplomáticos no se enteraron?

El IDIC documenta que sin inversión no hay crecimiento, y es claro que durante los pasados 35 años la inversión pública dejó de cumplir su parte. Ello dejó la responsabilidad en el sector privado, el cual, tampoco llenó el espacio pero sí incumplió la expectativa.

El problema, anota el citado instituto, es que “el entorno macroeconómico no ha sido propicio (se supone que el TLCAN lo haría). Entre 1980 y 1989 la inversión privada no creció en términos reales, fruto de la década perdida. Si bien existió una recuperación durante los años 90 (aumento de 10 por ciento en promedio anual), la primera década del nuevo milenio mostró que ello no era sustentable, porque fueron flujos extraordinarios generados por la privatización, la apertura económica y la adopción de un modelo de exportaciones basado fuertemente en la maquila”.

Entre 2000 y 2009 el crecimiento de la inversión privada fue solamente de 2.6 por ciento como promedio anual. “La crisis de 2009 (la del catarrito de Agustín Carstens), la competencia china y el agotamiento del modelo maquilador provocaron que la inversión perdiera fuerza.Si bien existió recuperación entre 2010 y 2012, cuando el promedio de incremento de la inversión privada se elevó a 7 por ciento, también debe recordarse que ello ocurrió al mismo tiempo que la parte pública disminuía 5.7 por ciento. Entonces, se requiere una nueva estrategia de política económica, pues la aplicada en los pasados 35 años no es suficiente”.

El IDIC puntualiza que la evolución del producto interno bruto (mexicano) se mantiene en niveles inferiores a los requeridos tanto para elevar el bienestar de la población como para mejorar la capacidad productiva del país en el ámbito global. Y la causa fundamental es la falta de inversión, y las reformas estructurales aplicadas de los años 80 del siglo pasado (a la fecha) no han logrado generar un cambio en la dinámica de inversión.

Todo apunta a que los (supuestos) importantes diplomáticos citados por Reuters de plano no se han enterado de la realidad mexicana en materia de inversión y que el desplome de tal indicador acumula décadas, con o sin tratado comercial, de tal suerte que deberían replantear aquello de que la incertidumbre por el TLCAN desacelera la inversión empresarial.

He allí el punto: si la parte mexicana, con mucha propaganda, pero famélico conocimiento o reconocimiento de la realidad nacional, renegociará el TLCAN, entonces mejor que lo deje así o, de plano se abstenga de hacer (supuestas) declaraciones a ciertas agencias de noticias, porque en todo caso la incertidumbre por el tratado ni lejanamente es la causa de la desaceleración (eufemismo por desplome) de la inversión pública y privada a lo largo de los años.

Las rebanadas del pastel

Más allá de los notorios errores y excesos gubernamentales, lo de Venezuela apesta a la estrategia gringa utilizada por George Bush padre casi treinta años atrás en contra de Panamá, cuando en primera instancia (1988) desestabilizó a la nación istmeña, utilizó a la cúpula empresarial como punta delanza, formó y financió la denominada Cruzada Civilista, desabasteció al país, fracturó su de por sí frágil economía y cerró el sistema bancario. Pero fracasó la jugada político-económica, y por lo mismo ordenó la invasión en diciembre de 1989. ¿Qué tanto falta para que el salvaje de la Casa Blanca dé el siguiente paso?

Twitter: @cafevega