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En Passaic, a 19 km de Manhattan, está una de las mayores comunidades de poblanos

Se instalan los olores y sabores de México en el corazón de Nueva Jersey

Hay taquerías y tiendas de artesanías, vestidos de XV años e ingredientes típicos, entre otros productos

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Imagen de un altar dedicado a la virgen de Guadalupe, en calles de Passaic, Nueva JerseyFoto Ap
 
Periódico La Jornada
Sábado 22 de julio de 2017, p. 8

Passaic, NJ.

Aromas de chiles y canela llenan el almacén de Lino Cruz, quien llegó a Estados Unidos proveniente de Puebla hace 30 años en busca de una vida mejor.

La entrada a su distribuidora de hojas de tamal, maíz y semillas de calabaza pasa casi desapercibida en la calle 1 de Passaic, en Nueva Jersey, donde otras tres empresas de mayoreo con dueños poblanos distribuyen alimentos de su país por todo el noreste de Estados Unidos.

Vine porque la mayoría de la comunidad mexicana estaba aquí, muchos tenían familia acá y por eso nos establecimos, explica Cruz, de 49 años, quien pasa sus días hablando con proveedores y respondiendo a pedidos para las tiendas y supermercados a los que vende.

En Passaic, a unos 19 kilómetros de Manhattan, hay una de las mayores concentraciones de mexicanos oriundos de Puebla de todo Estados Unidos. Taquerías, panaderías y tiendas de vestidos para quinceañeras se esparcen por el centro del municipio, que cuenta con una oficina local del gobierno poblano, un vicealcalde mexicano y algunas de las principales distribuidoras de comida mexicana del noreste del país norteamericano.

En muchas calles te sientes que estás en México. No extraño Puebla porque aquí uno se siente como si estuviera allá, asegura Ana Flores, directora de la oficina que el gobierno del estado mexicano estableció en Passaic hace cinco años para asistir a poblanos con documentos como actas de nacimiento.

Cerca de 70 por ciento de los casi 70 mil residentes de Passaic son latinos, según el censo estadunidense, y más de 60 por ciento de los 22 mil mexicanos de la ciudad son poblanos, según Flores. Esa proporción supera a la de ciudades como Nueva York o Los Ángeles, pero funcionarios mexicanos locales sospechan que es similar a la de Filadelfia, donde también viven muchos inmigrantes de Puebla.

La llegada de poblanos a Passaic se remonta a los 30 años pasados, cuando los pioneros en viajar empezaron a trabajar en fábricas locales como Marcal, donde se produce papel, dicen dueños de negocios mexicanos.

En el Mercado de la 8, Genaro Morales, otro poblano, ordena cajas de frutas y verduras y habla con clientes. Asegura que hay gente que ha conducido desde el estado de Connecticut hasta el mercado en busca de productos específicos.

César Aguirre, vicealcalde de Passaic, es dueño del supermercado y de otra distribuidora de alimentos mexicanos. Mi madre empezó el negocio hace 22 años con 100 dólares. Ahora, y con orgullo lo digo, sin afán de ser prepotente, facturamos varios millones de dólares, reconoció Aguirre, nacido en Oaxaca. Passaic dio esa oportunidad a mis padres, explica.

Efecto Trump

La ciudad no ha sido inmune al miedo que ha generado el presidente Donald Trump, quien promueve mano dura para manejar la inmigración ilegal. Varios dueños poblanos de negocios aseguran que las ventas han bajado desde que éste tomó control de la Casa Blanca.

Elisabeth Martínez, por ejemplo, piensa que las ventas en la tienda de artesanía que maneja suponían unos mil dólares diarios, pero ahora la cifra es la mitad. La gente ya no quiere gastar dinero, asegura. También creo que algunos tienen miedo de caminar por la calle.

Mi Casa es Puebla, oficina del gobierno de ese estado en la ciudad, ha organizado varios talleres para informar a los inmigrantes sobre sus derechos. En uno de ellos, dirigido a dueños de negocios, expertos en finanzas les recomendaron agregar el nombre de otra persona a sus cuentas bancarias para que así ésta pudiera enviar su dinero a México en caso de deportación.

En esta ciudad, los términos Puebla York o Puebla Jersey son usados de manera cotidiana por gente como Álvaro Enríquez, quien maneja La Providencia, tienda de distribución de artesanía mexicana donde cinco mujeres fabrican a mano unas 80 piñatas al día. A los poblanos les gusta la fiesta, explica.

En la calle 1, unos 20 camiones llenos de epazote, hoja santa, jalapeño poblano o cilantro llegan cada semana a Gromex, otra de las grandes distribuidoras. Cajas llenas de productos frescos como pipicha, aguacate, hierbabuena, papaya y piña se amontonan en salas frías dentro de los almacenes de la empresa, que emplea a unas 45 personas. Los productos que se acumulan son distribuidos a restaurantes, supermercados y tiendas de Nueva York, Nueva Jersey y Pensilvania. Seguimos creciendo cada año, asegura Érik Martínez, hijo del poblano que inició la compañía.

Nicolás Aguilar, dueño de la mayorista Nicomex y miembro de la Cámara de Comercio Méxicoamericana de Passaic, asegura que más que vender productos, vendemos nostalgia. Todo venimos de cerros, de ranchos, asegura. En Puebla, en día de plaza, bajábamos a comprar para abastecernos de los productos que necesitábamos. A la gente aquí les recordamos ese sabor.