15 de julio de 2017     Número 118

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Sistemas agroalimentarios,
desigualdades regionales y los
jornaleros agrícolas migrantes

Kim Sánchez Saldaña Profesora-investigadora del Centro de Investigación en Ciencias Sociales y Estudios Regionales de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos

Diversos diagnósticos constatan que la consolidación de las políticas neoliberales impuestas en México desde los años 80’s ha significado el deterioro de la agricultura familiar y un notorio aumento de la dependencia de los hogares rurales de los ingresos como jornalero o jornalera.

El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) representa el avance de estrategias de globalización estimuladas por la apertura de las economías nacionales y la exacerbación de la competencia en los mercados internacionales. Junto con ello, la economía agroalimentaria ha pasado del dominio de la producción al dominio de la demanda, dotando de mayor control al capital comercial, como lo ejemplifica la creciente injerencia de grandes cadenas de tiendas de autoservicio.

Se desarrollan dinámicos enclaves agroindustriales dedicados a la producción de alimentos de alto valor, que se caracterizan por su gran concentración de capital y tecnología. Pero, a la vez, dependen de la movilización de grandes contingentes de trabajadores que realizan tareas manuales. En este panorama, las regiones menos dinámicas que abastecen el mercado nacional sufren igualmente una serie de presiones competitivas, la volatilidad de los precios y la continua alza en los costos de producción.

Un segundo factor a destacar sobre las regiones agroexportadoras es la generalización de requisitos de trabajo que comprenden las llamadas “Buenas Prácticas Agrícolas”, y otras regulaciones que se traducen en mayores exigencias al trabajador y que rara vez son compensadas al fijar los salarios o mejorar las condiciones laborales. Mientras las cadenas agroalimentarias ponderan una serie de normas de calidad que aseguran la salud de los clientes o el aspecto estético de los frutos, los trabajadores que producen esos alimentos lo hacen en condiciones verdaderamente precarias que ponen en riesgo permanente a su salud.

Estos fenómenos tienen, en buena medida, su antecedente en la conformación de los grandes flujos de jornaleros migrantes por la llamada Ruta del Pacífico desde los años 60’s, y que en el presente siglo se han profundizado, creando emergentes problemas sociales y amplificando las desigualdades regionales.

La otra cara de la moneda es el deterioro de la agricultura de subsistencia, y en general de transformaciones en las regiones campesinas, por razones ambientales, económicas, de seguridad y políticas, que han llevado al creciente abandono de las actividades agropecuarias en comunidades de origen de los jornaleros migrantes, y han reforzado su dependencia de ingresos asalariados, vía migración de corto y largo alcance, nacional e internacional. Hoy la migración pendular de jornaleros-campesinos ya no es la forma predominante de articulación con la agricultura comercial más dinámica.

Paralelamente, el desarrollo de los enclaves agroindustriales en el noroeste del país ha modificado sustancialmente el volumen, la temporalidad y las características de la mano de obra requerida, en correspondencia con el aumento de los cultivos en superficie y variedad, así como de los invernaderos, entre otros. Asimismo, en las décadas recientes se asiste a un notorio aumento de la población trabajadora que está en proceso de asentamiento en diversas regiones agrícolas –como en el Valle de San Quintín, Baja California, o Estación Pesqueira, Sonora–, cuyas condiciones de vida y de trabajo son precarias, en un ritmo de vida marcado por la inestabilidad laboral.

Así, la disposición a la movilidad se ha convertido en un recurso preciado para los hogares rurales. Aunque la movilidad local no es nueva y tampoco lo son las migraciones pendulares, lo que resulta llamativo, por su extensión geográfica y social, es la búsqueda de auto-reclutarse y ser reclutado por sistemas de intermediación de largo alcance a grandes enclaves agroexportadores, aprendiendo pronto a someterse a las propias reglas de estos mecanismos de contratación.

Desde mi punto de vista, estos fenómenos tienen como contexto general el incremento de la pobreza rural y la incapacidad de la pequeña agricultura para generar ocupaciones en las localidades rurales de donde provienen los trabajadores agrícolas, resultado de la mayor polarización que desencadena un modelo económico excluyente como el actual. No obstante, también la migración ha llevado a gente de diferentes orígenes a lugares donde se construyen nuevos espacios colectivos, dentro y fuera de los surcos, lo cual expresa que los trabajadores migrantes y sus familias acumulan e intercambian saberes y experiencia para ir logrando reconocimiento a sus derechos laborales, sociales, culturales y políticos.

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