15 de julio de 2017     Número 118

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Estados Unidos

¿Una semana sin jornaleros?


FOTOS: Joseph Sorrentino

Joseph Sorrentino

Los jornaleros agrícolas en Estados Unidos, la mayoría de ellos mexicanos e indocumentados, hacen lo que probablemente es el trabajo más difícil y exigente que existe. Este tipo de trabajo está presente frecuentemente en la lista de las diez principales actividades donde se sufren accidentes y lesiones.

A los jornaleros se les niega a menudo los derechos básicos que tiene garantizados la mayoría de los demás trabajadores en este país.

En la mayor parte de los estados no tienen derecho a pago por horas extras ni a negociar colectivamente. En Nueva York ni siquiera se les garantiza un día de descanso, y transcurrieron varios años de lucha de los jornaleros antes de que, a finales de los años noventa, fueran aprobadas leyes -¡leyes!– que garantizan agua y retretes en los campos. Es vergonzoso que se requieran leyes para asegurar que eso esté disponible.

Los jornaleros hacen un trabajo que es absolutamente necesario y que pocos estadounidenses quieren hacer, y por salarios que los mantienen en una pobreza extrema.




He investigado cómo es la vida de los trabajadores agrícolas desde 2002, cuando escribí por primera vez sobre sus condiciones en el norte de Nueva York. En aquel entonces casi todos los trabajadores que entrevisté eran del sur de México y prácticamente todos ellos eran indocumentados. Trabajaban duro, enviaban la mayor parte de su dinero a casa y, con demasiada frecuencia, eran explotados. Mantenían la boca cerrada. Un granjero me dijo: “Prefiero a los ilegales: no se quejan”. El que no se quejen no significa que desconozcan que están siendo explotados o maltratados, sino porque su familia, su familia extensa o, a veces, toda su aldea, dependen en ellos.

Desde entonces he seguido escribiendo sobre los trabajadores agrícolas, incluyendo artículos sobre cosechadores de chile y trabajadores de las granjas lecheras en el sur de Nuevo México. La Jornada del Campo ha publicado varios de mis artículos y fotos. Ojalá pudiera decir que he visto mejoras en los 15 años recientes, pero no es así. La mayoría de los trabajadores agrícolas todavía están indocumentados, todavía empobrecidos y todavía están haciendo el trabajo que la mayoría de nosotros los gringos nunca pensaríamos siquiera hacer.

No sé qué pasará ahora que Trump es presidente (todavía tengo la esperanza de que éste sea un mal sueño y pronto despertaré). Nadie sabe. Su amenaza de deportar a 11 millones de personas es una amenaza vacía. Los agricultores, los propietarios de restaurantes, las corporaciones que operan mataderos, los dueños de hoteles y otros que dependen de mano de obra barata saben quiénes están haciendo el trabajo y saben qué pasará si comienzan las deportaciones masivas. Ya han expresado su preocupación por las amenazas de Trump.

Hace un par de meses, varios restaurantes cerraron por un día para mostrar solidaridad con los trabajadores inmigrantes. Fue un gesto noble. He dicho a varias personas lo que me gustaría ver: “una semana sin jornaleros”. Un evento de este tipo pondría a Estados Unidos en pánico en muy poco tiempo. No habría frutas ni verduras. Pocos empleados en restaurantes y hoteles. No habría carne de ningún tipo en los mercados. Trump tendría que llamar a la Guardia Nacional. Por supuesto, es fácil para mí decir tal cosa; No tengo nada que perder. Pero hasta que los trabajadores agrícolas flexionen sus músculos colectivos y muestren a Estados Unidos lo importante que son para nosotros, hay pocas esperanzas de cambio.

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