Opinión
Ver día anteriorMiércoles 14 de junio de 2017Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Isocronías

Meditación tardía

D

e pronto me imagino siendo poeta, como si eso fuera tan fácil. Mi ingenuidad no es tanta comoquiera, pues que he visto resplandecer en el aliento de gente que acude a mis talleres la irrecusable voz de la poesía, que siempre, por inesperada, nos sorprende. Pero es que la poesía siempre es inesperada, así la estemos esperando, invocando, así andemos de rogones suplicándole. De pronto nos concede su visita. Baja, como un milagro baja, y por así decirlo nos despierta a cierta realidad que, también siempre, es toda la realidad. Entonces ser poeta es posible, me digo. Yo he visto a gente que se esforzaba por serlo, serlo. Y serlo de repente, de modo inesperado. De un momento a otro. Como si el soplo de una estrella les refrescara el pecho, les despejase la frente y los hiciera sonreír –o llorar, que también eso he visto.

En el momento del milagro todo parece fácil, mas ese fácil momento exigió digamos que pequeños sacrificios. Que con el tiempo habrán de acrecentarse. Para decirlo con una frase común, pero eficaz: quien se nombra poeta se somete a un bautizo de fuego. Ser poeta da miedo, les digo de repente, sonrientísimo o con los ojos rasos –o ambas cosas a la vez–, a mis (presuntos o reales) alumnos. Yo, aun cuando me caigo bien, me tengo (o doy) miedo. Ser poeta, me digo y les digo en ocasiones, podría no consistir sino en saber nombrar, sin miedo, el mismo miedo.

Los he visto, retomo rumbo, pasar sin casi darse cuenta de no saber a saber, del habla cotidiana, digámoslo así, al habla sabia. Y el habla sabia si no estrictamente poesía es, de ella viene teñida. Uno (el maestro, el alumno, el grupo) comprende entonces tantas cosas que de alguna manera, en hablando, se queda como sin habla, sin palabras. Acaso eso defina al poeta (no soy el primero en decirlo): escribe porque no tiene palabras para decir lo que quiere (es necesario) decir –o escuchar.

¿Y cómo va a ser poeta alguien que no quiere escuchar, que pone oídos de sordo a su propio no sólo interior sino exterior? Bueno, les digo, yo lo hago con frecuencia, y siempre termino arrepentido. Y no porque me vaya o pueda ir mal, sino porque no está bien. ¿Y está bien ser poeta (terminemos)? Si no te queda de otra, les digo, me digo, está muy bien.