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Cambio climático: Trump fracasará
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ara observar con claridad los significados del abandono de Estados Unidos del acuerdo mundial sobre cambio climático es necesario apreciar lo que representa el compromiso firmado en París por 195 naciones en diciembre de 2015. Es la primera ocasión en la historia en la que la humanidad decide luchar de manera conjunta, al margen de razas, credos, ideologías y niveles de desarrollo, en contra de una amenaza común que pone en riesgo la viabilidad del planeta y de todas las especies que lo habitamos.

El calentamiento de la Tierra y la acidificación de los océanos tienen origen antropogénico; es decir, hasta ahora, el desarrollo de las civilizaciones ha dependido principalmente del uso de combustibles fósiles como principal fuente de energía, lo que ha provocado la emisión creciente de gases (como el dióxido de carbono), cuya acumulación permite la entrada de las radiaciones solares pero impide el escape de energía de nuestra atmósfera (efecto invernadero). Lo anterior no es una suposición. Este fenómeno está muy bien documentado y respaldado por múltiples evidencias científicas que se acumulan día con día.

En la actualidad, la ciencia es la principal herramienta de la que dispone el Homo sapiens para entender el universo y lo humano. Si bien pueden encontrarse algunas versiones en sentido contrario, los investigadores más serios y las instituciones científicas más acreditadas en el mundo coinciden en señalar los riesgos que enfrentamos por el calentamiento global y urgen a tomar medidas para frenarlo. Un fenómeno muy interesante es que, con excepción actual de Estados Unidos, los gobiernos de la mayoría de las naciones coinciden con la visión de la ciencia sobre este fenómeno, y las políticas públicas sobre cambio climático están alineadas con los estudios científicos. Se da así una alianza entre ciencia y política que en otros momentos de la historia no siempre ha sido tan evidente.

La reducción de los continentes de hielo, el aumento en el nivel de los océanos (que provocan ya la migración humana), los cambios que obligan a cientos de especies a buscar nuevos hábitats, la aparición de enfermedades emergentes y los eventos climáticos extremos cada vez más frecuentes, forman parte también de las consecuencias del calentamiento y constituyen el paisaje cotidiano tangible para todas las personas en el mundo entero.

La postura de Donald Trump –el presidente de la nación más poderosa del planeta y una de las que más contribuyen con su intensa actividad económica al calentamiento global– representa, en primer término, una ruptura con la alianza mundial, con la unidad de todos los habitantes de la Tierra para actuar conjuntamente en contra de esta real amenaza. Es, por otra parte, la confirmación de la llegada al poder de una corriente completamente anticientífica, que rompe, como ocurrió en el oscurantismo medieval (basado en las creencias y el principio de autoridad), con el empleo de la razón y del conocimiento basado en la experiencia, que son las características principales del conocimiento científico.

La certeza que cubre a todo el planeta sobre la necesidad de actuar cuanto antes para frenar la amenaza es algo que no puede frenar el neooscurantismo de Trump. Un ejemplo de ello es la respuesta que ha dado el mundo a la decisión del presidente estadunidense, en particular la de la mayoría de las naciones signatarias del acuerdo en París, entre ellas México. Entre estas expresiones destaca el firme (y muy elegante) mensaje del presidente de Francia, Emmanuel Macron, quien además de reafirmar el compromiso de su nación con la lucha en contra del cambio climático, llama a los científicos, ingenieros y empresarios de Estados Unidos a considerar a Francia como una segunda casa para trabajar conjuntamente contra la amenaza común.

Ese es precisamente el punto más interesante, a mi juicio, observar que dentro de Estados Unidos los científicos (que han jugado un papel central en el estudio del cambio climático y sus consecuencias), los gobiernos de varias ciudades y estados, empresarios y principalmente los ciudadanos preocupados por el medio ambiente (que suman millones), son la fuerza que mantendrá viva y muy activa la lucha en favor del planeta con el respaldo de la ciencia.

Donal Trump fracasará pues, lejos de convencer a alguien con su postura neoscurantista, se convierte en el principal propagandista de la necesidad de mantener y acrecentar la lucha contra el calentamiento global. Ya lo vimos en Francia –aunque no muchos se han ocupado del tema–, donde el grotesco personaje y su política fue lo que más contribuyó con la derrota de Marine Le Pen.