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Feliz sorpresa: una ministra competente
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o más curioso en la nominación del nuevo gobierno francés, formado después de la victoria de Emmanuel Macron en la elección presidencial, fue la de encontrar el nombre de Françoise Nyssen a la dirección del Ministerio de la Cultura. Cosa rara, la ministra corresponde a la función por la cual nadie puede dudar de su competencia. Directora de las ediciones Actes-Sud, ella no había ejercido antes una responsabilidad política ni pertenecido a partido alguno.

En Francia, el Ministerio de la Cultura fue creado por De Gaulle en 1959 y atribuido al escritor André Malraux. En la misma época, varios países se dotaron de organismos semejantes. Se trataba de democratizar la cultura, de hacer conocer al público las grandes obras artísticas (de la pintura al circo, de la literatura al cine) y de dar un lustre cultural al gobierno gaullista. Se crean, así, las Maisons de la Culture, posteriormente muchas veces utilizadas por los partidos políticos para su propaganda.

El concepto de excepción cultural, que toma forma bajo Jack Lang, ministro de Mitterrand, confiere un estatuto especial a la producción audiovisual para protegerla de las reglas comerciales de libre intercambio, pues la creación cultural no es un bien mercantil como los otros. La labor de Lang se caracterizó, también, por su empuje a manifestaciones populares como la Fiesta de la música.

Si bien existe una idea política general en las diversas áreas gubernamentales, la personalidad de quienes dirigen los distintos sectores es decisiva. Sobre todo en un terreno tan sensible como la cultura. De ahí el relieve que cobra la nominación de Françoise Nyssen a la cabeza del Ministerio de la Cultura.

Proveniente de la llamada sociedad civil, Françoise Nyssen es la presidenta de la editorial Actes-Sud, creada por su padre, el escritor Hubert Nyssen, en 1978. Después de estudios de química y urbanismo en Bélgica (donde nació en 1951), y de colaborar en el Ministerio belga del Medio Ambiente, se integra a Actes-Sud en 1980 y toma la dirección en 1987. Bajo su presidencia, en colaboración con su marido Jean Paul Capitani y Bertrand Py, la empresa conocerá un auge merecido. Con un catálogo de 11 mil títulos (500 libros anuales), una decena de librerías en Francia, un conjunto arquitectónico cultural en Arles (teatros y cines), donde se encuentra la sede principal, la editorial ha dado preponderancia a la publicación de autores extranjeros, como Nina Berberova, Stieg Larsson, Paul Auster. Me atrevo a añadir la edición de tres de mis novelas traducidas al francés con los títulos: L’Autobus de Mexico (Calzada de los misterios), Les Greffiers du diable (Flores Negras) y Châteaux en enfer (Castillos en el infierno).

Más allá de su expansión comercial, Actes-Sud ha crecido en prestigio. Y no sólo gracias a los más prestigiosos premios nacionales e internacionales recibidos por sus autores. También por su capacidad exigente para descubrir talentos venidos de Francia como de los más diversos países del planeta y en las lenguas más variadas y, en ocasiones, traducidas por vez primera al francés.

Aparte su formación científica y su conocimiento profundo del libro y la industria editorial, Françoise Nyssen se ha introducido en el mundo de la educación. El fallecimiento de su hijo la empujó a crear, al lado de su marido, una escuela diferente, del Dominio de lo Posible, donde se trata de evitar la ansiedad de los castigos, las restricciones, el encierro y los angustiantes concursos, en suma, de hacer niños dichosos que podrán, así, ser adultos felices y constructivos.

Sus cualidades de empresaria la hicieron merecer, como la mujer de negocios del año, el premio Veuve Cliquot en 1991.

La experiencia cultural y empresarial de Françoise Nyssen, su distancia con la política (dudó en aceptar el cargo, pero la República me ha dado mucho y debo a mi vez servirla) y su dinamismo permiten augurar un nuevo esplendor cultural francés.