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Nosotros ya no somos los mismos

“Me disculpo por estarlo jeringando

Dos muy reconfortantes comentarios

Más sobre la imposible integración de la unidad nacional

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Los bancos cuentan con 4 mil 916 caminos reales perfectamente pavimentados, con mantenimiento permanente (y vigilados por la autoridad), para exprimir y sumir progresivamente en el empobrecimiento a capas cada vez más amplias de nuestra deforme pirámide socialFoto Roberto García Ortiz
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ada me provoca algarabía mayor que los lunes por la mañana, cuando miembros de la multitud, de diferentes sexos, edades, actividades, cultos y lugares de residencia me escriben para darme alguna opinión sobre el tema abordado por la columneta, corregirme datos o proponerme maneras más legibles para mis textos.

El lunes 22, no llegaba aún La Jornada a mi casa, cuando ya tenía dos correos de estos que, además de regocijo, me dieron grato pretexto para la conversa en el inicio de semana. El remitente, además de sapiente, tiene un claro sentido del humor, que ya lo enfila a que yo procure hacerlo mi cuate, aunque sea por la vía epistolar, que tan de moda puso en el siglo XVIII don Johann Wolf­gang von Goethe. Recuérdese la novela que estalló la etapa del romanticismo en la literatura alemana y promovió la ola de suicidios más intensa de su época: Las amarguras del joven Werther. En los actuales tiempos tal vez esa historia tendría un fin menos trágico, porque el correo electrónico, el WhatsApp, el Skype, el Facebook y todos los demás instrumentos electrónicos habrían permitido una solución menos patética y sin faltas de ortografía.

Pues mi nuevo amigo me comenta algo de lo que con regocijo me enteré hace mucho tiempo (razón por la que debería recordarlo con mayor facilidad que el lugar donde dejé ayer las llaves del auto o mis lentes). “ Uebos viene del latín öpus (necesidad). En el español actual se ha perdido la ‘s’ (desinencia de caso) y muchas veces confundido con ‘huevo’ (a huevo)”. Aún no era el martini’s time cuando mi amigo, el amigo doble R. Rosendo Rivero, me replicó el correo y me añadió otros comentarios por demás pertinentes. Comienza empleando un verbo de mi infancia con el que mis agüelas me controlaban: “Me disculpo por estarlo ‘jeringando’ pero Orlando el furioso, de Ludovico Ariosto, es del siglo XVI y Rolando el rabioso, de Gaspar Bolaño, del siglo XX, folletín necesarísimo para acudir con asiduidad a la peluquería cuando éramos chamacos y, eso sí, con el riesgo de perder una oreja al reír a carcajadas con las ocurrencias de Pito Loco, su atolondrado escudero”. Estos muy reconfortantes comentarios me hacen sentir que no soy tan sólo un solitario dinosaurio en espera de su extinción. Mi pelaje era de esos, diría yo en una traducción libre de la arenga de don Salvador Díaz Mirón (ahora ciertamente algo disminuido).

El origen de la mutilación de esta naturaleza que sufrió don Vincent van Gogh, allá por 1888, tiene varias versiones: una dice que fue en un pleito con otro insigne pintor, Eugene Henri Paul Gaugin. La otra, que tuvo menos suerte que don Rosendo y quien esta nota (no muy confiable) escribe, y un barbero (de Sevilla o cualquier otro sitio) le cercenó tan preciado apéndice que pasó al patrimonio de los hermanos Van Gogh: Theo, Will, Cor y Elizabeth. En los asuntos del show business es muy difícil indagar, pero, al margen de una minucia como las fechas y los lugares, no deja de llamar la atención que la mentada oreja (y sus derechos autorales y comerciales) pertenezcan ahora a un grupo musical español (Benegas, Fuentes, Martínez, San Martín y Garde), que ha sido muy exitoso ondeando la famosa oreja de don Vicente. Termina mi amigo confiándome un dato que califica de confidencial y que, por supuesto, paso a compartir con ustedes de inmediato: Hace como 50 años estudié la licenciatura en lengua y literatura hispánicas en la Universidad Nacional Autónoma de México. Saludos calurosos (110° F) desde la Alta California.

Pues hasta la Alta California te envío, Rosendo Rivero, mexicano transterrado a saber por qué, pero sobreviviente de todas las vicisitudes y los duros avatares a que esta condición obliga, mi instantáneo, automático afecto y mi oferta de amistad. Antes de que hablaras de tu estirpe unamita, ¿podría yo haber supuesto que fueras egresado de alguna sociedad anónima constituida como una escuela libre, un instituto autónomo, o una congregación confesional, con seudónimo de universidad? ¿En esas escuelas conocen de artes y humanidades o tan sólo de finanzas y marketing?

Don Sergio López Murillo, otro puma chilango, me expresa una opinión que compartiré la próxima semana: el tema también son los huevos. ¡Quién lo creyera!, con lo caro que están unos y lo escaso de los otros.

Pues, como diría un ritmero superior, don José María Peñaranda, la cosecha de mujeres nunca se acaba, igualito mi relación de confrontaciones en las que vengo sustentando la osada y casi antipatriótica tesis de la imposible (bajo las condiciones imperantes) integración de la unidad nacional, parece ser interminable. Lo que sucede es que, más tardo yo en buscar ejemplos, que en aparecer nuevos hechos incontrastables al respecto. Veamos algunos ejemplos.

El 4 de mayo, Roberto González Amador, con seis días de anticipación al día dedicado al fervor materno, nos lo partió con la siguiente información: Los bancos cobraron de comisiones 143 mil 515 millones de pesos a sus clientes, usuarios de crédito. Los bancos, de acuerdo con la Comisión Nacional para la Defensa y Protección de los Usuarios de Servicios Financieros (Condusef), tiene registradas 4 mil 916 razones (legales) para expoliar a los usuarios de cualquier tipo de crédito bancario. Por ejemplo: cuentas de depósito: mil 814 diferentes tipos de cobro; créditos hipotecarios, mil 227; tarjetas de crédito, 984; créditos automotrices, 199. En total, repito, los bancos cuentan con 4 mil 916 caminos reales perfectamente pavimentados, con mantenimiento permanente (y vigilados por la autoridad), para exprimir y sumir progresivamente en el empobrecimiento a capas cada vez más amplias de nuestra deforme pirámide social.

Los dos bancos que enfrentaron más reclamaciones fueron Bancomer y Banamex, lo que resulta totalmente explicable si son los más grandes del sistema: 213 mil 72 quejas, el primero, y 143 mil 765, el segundo.

Y, ¡abusados, tarjetahabientes!, las tasas de interés que pagan hace ya más de un año, aumentaron dos puntos porcentuales. A López Velarde sólo le alcanzó a conocer como herencia luzbeliana los veneros de petróleo, pero, ¿qué habría dicho de los plásticos que apergollan y ahogan a las personas en los peroles regurgitantes de los intereses, recargos y el anatocismo?

Vean ustedes esta otra noticia de don Roberto: nada más BBVA Bancomer, según informó el director general de la institución, don Eduardo Ozuna Ozuna, gracias a una actividad comercial bastante positiva las utilidades de la institución crecieron en 11 mil 805 mdp (tan sólo en el primer trimestre de este año). Pero échense este trompo a su manicurada mano: las ganancias obtenidas en México en el primer trimestre de este año representan 41 por ciento de las utilidades totales generadas por BBVA en el resto del reino de este mundo. ¿Cómo, no hay transferencias a ningún otro? Pero todavía hay populistas, rencorosos sociales, anarquistas que quieren negar nuestros avances: al cierre de la cartera de crédito (primer trimestre), Bancomer llegó a un billón 56 mil millones de pesos, es decir, 90 mil millones en sólo este renglón. La cartera comercial, por su parte, elevó su incremento en 14 por ciento más que el año pasado.

Como si no fuera suficiente, Israel Rodríguez, contribuye a documentar nuestro optimismo (decía aquel) y nos informa: Los 47 bancos que operan en el país, en su mayoría subsidiarias de instituciones extranjeras, obtuvieron utilidades en 2016 por 97 mil 800 millones de pesos [...], 8.1 más de lo alcanzado en el mismo lapso el año anterior. Con justísima, razón, Israel concluye: Este importante incremento de las ganancias bancarias contrasta con el marginal crecimiento de la economía mexicana que apenas roza 2 por ciento.

Dejemos para la próxima semana averiguar cuántos mexicanos –igua­litos que usted o yo, unos más igualitos que otros, por supuesto– poseen en la bolsa de valores 45 por ciento del PIB del país. ¿En verdad usted cree que mexicanamente somos los mismos y la unidad entre nosotros depende tan sólo de que nos encontremos en alguna red social?

En el último párrafo de su columna hebdomadaria, Sobreaviso (25/5/17), el señor René Delgado, con su proverbial parsimonia, su tonito de padre Job –el humilde, el comprensivo, tolerante y paciente–, nos comunica en un tono menor y riguroso low profile, que ha dejado de ser el director editorial de Reforma. Mi punto de vista al respecto ya no cabe por hoy. Ojalá la próxima semana pueda opinar con mayor conocimiento y más baja bilirrubina.

@ortiztejeda