Opinión
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70 Festival Internacional de Cine de Cannes
Los espectadores del inicio, perplejos

Cannes

A

l terminar la primera función de prensa, dedicada a la película inaugural Les fantômes d’Ismaël (Los fantasmas de Ismael), del francés Arnaud Desplechin, la pregunta más pertinente era ¿por qué la escogieron para abrir el festival? Era evidente que el cine francés debía tener esa responsabilidad simbólica, pero ¿no tenían algo mejor? Aunque Desplechin es un autor estimable, esta vez su proyecto no salió redondo.

La desarticulada narrativa se centra en el personaje epónimo, un director de cine que ya había aparecido en la anterior Rois et reine (2004), del propio Desplechin, y que, otra vez interpretado por un desaseado e intenso Mathieu Amalric, resulta muy irritante en sus alterados estados de ánimo, pues el hombre está en medio de filmar una película de espionaje –cuyas aburridas escenas vemos a ratos–, sufre de horribles pesadillas que él piensa son de origen genético y, lo más perturbador, recibe la visita de Carlotta (Marion Cotillard), la esposa desaparecida hace 21 años a la que daba por muerta, justo cuando ha iniciado una relación con la tímida Sylvie (Charlotte Gainsbourg).

Desplechin no sólo cita a su propia filmografía, sino hace referencias a otras películas, muy obviamente a De entre los muertos (Alfred Hitchcock, 1958), con su tema de la mujer resucitada (aunque contra la voluntad de su pareja). Mientras Ismael la insulta y la recrimina por los años de abandono, ella insiste en volver a su lado; lo peor, para Ismael, es que Carlotta también rompió el corazón de su padre, el cineasta Henri Bloom (el godardiano Lászlo Szabó), cuyo apellido evoca también a James Joyce.

Se le perdonaría a Desplechin el melodrama desaforado de ese tema, si no fuera porque intenta jugar con las rupturas de tono y mete escenas en que Ismael ha abandonado el rodaje de su película, para hacer sesudas disquisiciones sobre el arte, ante la creciente desesperación del productor ejecutivo (Hippolyte Girardot). Esas escenas se suponen fársicas, pero no funcionan. En vez de risa lo que provocan es confusión. Prueba de ello es que nadie se reía en la sala Debussy. Lo más contundente fue el silencio total con que fue recibida al final de la proyección. Ni el fan más declarado del director se atrevió a aplaudir.

La versión de 114 minutos de Les fantômes d’Ismaël que vimos no es la definitiva. Desplechin anunció que exhibiría en París una con 20 minutos más de metraje. Uno celebra que los organizadores del festival se hayan conformado con la versión breve.

Mientras tanto, quienes cubren Cannes entrevistando a las estrellas de Hollywood se están rascando la cabeza, porque con el cine de autor seleccionado para la competencia y las funciones especiales, la alfombra roja va a verse muy deslucida. Nicole Kidman será la reina del festival, pues aparece en cuatro películas del programa. Colin Farrell, en dos. Es necesario usar una lupa para encontrar los demás nombres que venden.

Como se señalaba ayer, las medidas de seguridad se reforzaron para este aniversario del festival. Se restringió el espacio aéreo del encuentro y no podrá volar nada –ni drones– sobre su territorio. Además, ahora hay detectores de metales en todas las entradas al Palais y uno debe dejar su celular u objetos metálicos en una charola antes de pasar y permitir que registren la bolsa o el maletín. Es casi como abordar un avión. Al menos no nos han pedido que nos quitemos los zapatos.

Twitter: @walyder